Cuenta Teresita, la más triste anécdota del amor prohibido.
No olvida la media noche de luna llena en que las tres hermanas desde la habitación, escucharon el impertinente rumor embriagador de notas de guitarras. Somnolientas, el cupido las despierta con una serenata, Teresita rogaba para que no fuera dirigida a ella, Cecilita y Jazmín, sus hermanas menores, presentían lo peor, con la certeza del desenlace y la reacción de sus padres, no se atrevían asomarse a la ventana, cubrieron sus rostros con las cobijas de lana, en espera de la reacción predecible de sus progenitores, pero el corazón de Teresita golpeaba su interés de descubrir quién podía ser el osado caballero que expusiera su romance, en la noche, donde los balcones crujían por el hielo y los desafíos de los amantes turbados por el amor; abre la ventana del balcón y descubre que era Elías, el novio de Cecilita y mejor amigo de su amado Sigi, por quien se habían conocido en un bazar de la parroquia, los músicos interpretando: Toda una Vida…
Teresita, desentendida del mundo, no alcanza a advertir la sensatez de sus hermanas, que indiferentes a la escena, se quedan inertes en sus camas, entra la madre con un balde de agua, vociferando entre sus dientes los atrevimientos del mismo patas, descarga sobre los músicos su histeria y con sentencias, aterrorizaba a los cantantes, lamidos por el frio y el agua que los congelaba.
Con todo tipo de regaños, descarga sobre Teresita toda la ofensa que este desatino representaba, era una hija desvergonzada: que hacía mirando por la ventana, argumenta la madre estresada, las amenazas quedan cortas de lo que sería su futuro, desde el requinternado con todas las restricciones inimaginables, viacrucis que empataría de manera real en la Semana Santa que se aproximaba, pero con esto los infortunios no terminaban.
Teresita, se encontraba en el almacén Textiles Fayad, procuraba acomedidamente hacer bien sus labores, para resarcir los malos ratos que ocasionaban sus impertinencias. Doblaba algunos paños sobre la vitrina, levantó la mirada y vio a Sigi, su amor, haciéndole señas para encontrarse donde la hermana de él, quien vivía a dos cuadras de distancia. Pide permiso Teresita, se acercaba la hora del almuerzo y acuso fatiga por la hora, para adelantar su alimento.
Convenida la salida, toma la ruta hacia la casa de la hermana de Sigi, quedaba diagonal a la casa de la familia, con tan mala suerte que su vecina Blanca, a la que el color del nombre no le hacía gala, observaba a Teresita salir del almacén y dirigirse no para su casa, sino para el domicilio de Estelita la hermana de su novio, inmediatamente encaminó al almacén para contarle a su madre Fructuosa donde estaba su hija descarriada.
La mamá enfurecida se dirige a la casa de Estelita, le da tres portadas a la puerta con la mano derecha abierta, abre la dueña de casa, ante el reclamo agresivo, sale angustiada Teresita, al ver el rostro desencajado de su madre, baja su mirada sin palabras, la madre la toma de la mano después de desatar mil improperios a Sigi y su hermana. Tan desatinados los insultos sobre los hermanos Silva, que Sigi, hace la promesa de renunciar al amor de Teresita, para evitar más tormentos a la frágil y enamorada adolescente, Estelita apoya la decisión de su hermano, convencida que sería lo mejor por el bien de los dos. Aclarando que toda la mala conducta por ella aceptada, era acompañarlos en cortas y esporádicas visitas que fueron vigiladas siempre con su presencia.
En intransigente postura sale de la casa, con la hija jalonada, cruzan la calle, llegan al almacén donde le cuenta al padre lo acontecido, el entra al depósito del negocio, donde se encuentra Teresita, aprieta con furia sus cabellos tejidos y con las tijeras adopta la postura para cortar sus bucles, a ver si así la veía bonita el insolente que se atrevía a poner los ojos en ella, la madre entra y le reprocha, asumiendo que la castigaría de otra manera , las hermanas de la comunidad religiosa sabrían corregirla.
Al otro día para cuando llegan al colegio, en tiempo de vacaciones, encuentran reunidos el cura párroco, la madre directora y otras monjas de la comunidad de las Terciarias Dominicas, asustada de verse con estos personajes y con el sentimiento de culpa de ser la niña desobediente, la joven palidece. La Sra. Fructuosa, entra con la aprobación de la madre rectora al recinto, se conocían por la participación activa, las donaciones a las causas religiosas y las constantes descomposturas de la niña ya reconocida por los antecedentes sentimentales. La directora las mira madre e hija casi sin sorpresa, con cara de desconsuelo fija la mirada a la sufrida madre y le dice: no se preocupe vaya usted con Dios que nosotras nos encargamos de su hija con los favores de María Santísima, otra hermana queda encargada de alojar a Teresita en su aposento, se despiden, prosiguiendo la directora con la reunión de los religiosos que adelantaban los preparativos de la Semana Santa. En esos días esperaban al señor obispo, lo que demandaba muchas tareas entre las cuales estaba redactar las palabras de bienvenida a Monseñor Perdomo.
Todas las habitaciones tenían nombre, los colchones estaban enrollados y recogidos porque las alumnas estaban en vacaciones, la soledad del claustro le resultaba abrumador, y la ausencia de sus hermanas la llenaban de más nostalgia, las últimas palabras de Sigi: renunciaba a su amor definitivamente para no someterla a los castigos desmedidos de los padres, fue una noche más fría que los grados bajos de la temperatura de Cajamarca. Entre lágrimas y silencios el rostro frio de la imagen de la virgen sobre la repisa era su compañía, esa imagen era la misma a la que su madre imploraba por su hija descarriada, imagen que también resultaba castigadora e inclemente a su dolor inofensivo.
El nuevo día empezaba con el rosario de alborada, después del desayuno en el comedor vacío por el alumnado, otro espacio lejano a la comunidad de hermanas terciarias, la conducen a la oficina de la rectoría, allí la madre directora le pone su primer tarea: aprender las palabras de bienvenida para el Sr. Obispo, sale del recinto, en una mano la hoja con las palabras de bienvenida la otra mano suelta, la cabeza mirando vagamente el piso hasta llegar a la habitación y acomodarse sobre el pupitre de madera verde claro, escribía, borraba, las lágrimas no ayudaban, tras muchos intentos, logra soltar un hondo suspiro, y releído el texto no logra memorizar una palabra, solo presiente otro disgusto para la hermana directora.
Leerla en público, frente a su eminencia, ella se sentía pecadora, estaba muy asustada, otra tarde, otra noche de descontento, no se atrevió a expresar su temor de hablar ante el público, cómo explicar el miedo que no entendía.
Llego la mañana, las emociones la traicionaban, la inmediatez de lo cometido la dejaba sin defensas, con el temor de provocar más dificultades, decide esconderse, se oculta, busca el lugar sagrado que cubra su existencia y en medio de un san alejo encuentra su cueva.
Pasan los minutos, las horas, todo el alboroto de las monjas buscando a Teresita, ella inocentemente se quedó dormida, entre las imágenes custodias, lencería, cuadros de rostros lastimeros, imágenes tristes identificaban su ánimo perturbado por el miedo, recuerda haber salido de noche para el dormitorio. No hubo presentación por parte de la niña, si la regañaron no recuerda, fueron más grandes los dolores, de despedir por siempre el amor de su vida.
Por última vez vio el rostro de su padre ese domingo de ramos, era la procesión y la comunidad religiosa cumplía con el deber sagrado de acompañar tan solemne celebración, junto a la comunidad con vestido de gala juntaba los pasos Teresita en su viacrucis castigada, al pasar frente al almacén Textiles Fayad, parado frente a las puertas cerradas, con aire elegante estaba erguido su padre, alcanza a divisarlo, ella se esconde detrás de las monjas con sentimientos de culpa y medio.
Pero lo que ella no sabía sería, que era el último recuerdo, Moisés, el comerciante y amigo destacado, fue víctima de la violencia de la época, en Semana Santa, lunes día de Pascua, fue asesinado, misma semana en que perdería el amor de su vida. Se deduce de manera involuntaria el sentir de Teresita, cierto rechazo a estas conmemoraciones y posturas religiosas, del fanatismo de la madre y la libre expresión del padre, se mezclan sentimientos que definen su perfil espiritual alejada de los extremos.
Dos golpes duros que cambiarían la historia de su vida.
Pasados un par de años, cada uno se casa, con distintas parejas y conforman dos bellas familias, al cabo de treinta y cinco años, el destino vuelve a reencontrarlos y nace una nueva historia dejando atrás, UN AMOR PROHIBIDO.
POEMA PARA TODOS LOS DIAS
Me gusta mirar al cielo, porque la luz no miente
Buscar el halo de brillo
Se instala en mis pupilas y atraviesa el alma
Descansar en el juego de las luces
Genuinas formas crean la caricia
Acrisolados abrazos
Amaneceres de sueños nuevos
Encuentro en las tardes
Juego de iridiscentes brillos
Tibieza y colores que inspiran
Los románticos marginados
Me gusta encontrarme en el cielo
En la luna con el viejo sabio
Centinela de las pasiones
Virtuosismo de las vigilias
Encuentros sin olvido
Encanto de sus infinitas formas
Cobertura de ilusiones, donde los sueños
Abrazan la esperanza y los mejores momentos
De revivir los secretos de las nostalgias.