Arrierías 99
Jairo Sánchez.
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Parodiando al gran escritor Stefan Zweig con el título de su más famosa obra: “MOMENTOS ESTELARES DE LA HUMANIDAD”, donde hace una descripción de 14 personajes que, a través de la historia de la humanidad, han modelado el mundo, se pretende retomar esos instantes de duración indeterminada, segundos, días, meses o años que fueron el inicio de la forja de lo que hoy en día determina el yo particular.
Una vez graduado de Bachiller con un horizonte ilimitado utópico, se encuentra con la realidad: o tiene capacidad de ingresar a la universidad, o se debe buscar trabajo, en lo que sea, para sostenerse y sostener a ese ser querido que dio todo para que se fuera un flamante bachiller. Estamos ubicados en 1966.
En el pueblo el trabajo es escaso y la necesidad apremia. Momento estelar: la decisión de aceptar viajar a Bogotá, sin dinero y de pega de un inefable amigo que iba a terminar el bachillerato con ayuda de un tío y la mal querencia de la esposa del mismo. Si él se sentía mal, el invitado se iba a sentir peor.
El arrimado escondido muerto de la pena, encerrado en una habitación, solo salía a intentar comer lo que, a disgusto le ofrecían.
Solo pasaron dos días y, el amigo le dijo: “en el colegio necesitan un profesor”. Instituto Antonio Gómez Restrepo, el mejor colegio del Barrio Restrepo, por esa época, en Bogotá.
El arreglo personal fue impecable para ir a poner la cara: Pantalón, camisa y único saco, el mismo del vestido de grado. Momento estelar: ir a ese colegio, sin ser maestro, con la única experiencia de habernos tomado una vez el Colegio, en el día del profesor, y reemplazarlos.
El señor Mahecha, coordinador, dijo: ¿Usted viene a reemplazar al profesor Granada?, este es su grupo, siga quinto B al salón con el nuevo profesor, En ese momento, si hubiera sido. un gato, se pierden ocho vidas. Se movía más la mujer de Lot, la parálisis era total y el terror inconmensurable. Los niños pasaron en fila uno a uno, y el último, de apellido Baquero, dijo: “siga profesor”. Ahí nació el primer robot, caminando como autómata detrás de ellos hacia el salón. Allí, ellos de pie, esperaban instrucciones, al requerimiento siéntense, dijeron: ¿no vamos a rezar?
33 años más tarde, se comprendió lo que sucedió en ese momento. Rodolfo LLinás, en su libro EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO, describe que la reacción del cerebro ante un hecho nuevo y desconocido es la de acudir a experiencias pasadas y retraerlas en nanosegundos para aplicarlas como solución al evento. (Memoria Implícita y Memoria Explícita).

En ese micro momento, un fogonazo memorístico, mostró al muy querido y siempre presente, profesor de cálculo, Álvaro Quiroga, señalando a cualquier alumno y diciendo “rece usted”. Desde este momento, en adelante, todo fluyó. No era una verdad lo de que, éramos un océano de conocimientos con un milímetro de profundidad, porque todo lo que se había aprendido en el bachillerato, matemáticas, sociales, español y todas las demás asignaturas acudieron cuando se necesitaron.
Con muchas proezas económicas pues el sueldo mensual eran 800 pesos, alcanzaba para el bus, una comida diaria y para dormir gratis se atravesaba desde el barrio Restrepo al parque nacional. Y, se mandaba algo para la casa mediante giro por Telecom.
Momento de bochorno: el rector y propietario, Señor Ruiz, durante una clase de ortografía, irrumpió en el salón, y arrebatando el libro de DICTADOS Ortográficos, lo arrojó al suelo y exclamó “profesor, una clase jamás se dicta con un libro abierto, eso deja ver la impreparación e improvisación del docente” Desde ese día y durante toda la docencia en primaria, bachillerato, técnica y superior, en 35 años, quienes fueron mis alumnos pueden corroborar que nunca me vieron valerme de un libro para sustentar la clase. ¡qué susto que apareciera ese señor!
Sin saber que existían o iban a descubrirse, se recurrió a: mentefactos, cuadros sinópticos, mnemotecnia, mapas conceptuales, método socrático, lluvia de ideas, desglose de ideas, interactividades, etc. Para estructurar el plan de clase sin acudir al texto en el salón.
VACACIONES: en Caicedonia esperaba una madre angustiada porque había llegado una citación para pagar el servicio militar, en ese entonces, seis meses para los bachilleres y tres para los profesionales. Multa de 250 pesos y 12 meses de cuartel si no se presentaba a cumplir con el sagrado deber patriótico.
Decisión: no buscar información, malgastar en trago los 800 pesos de las vacaciones y esperar la fecha de presentación.
Momento estelar: Armenia 1969, una de la madrugada, formados desde las siete de la noche para escuchar que estaban eximidos de prestar el servicio quienes cumplieran uno, dos o tres requisitos, se tenían los tres, pero la suerte estaba echada: pelado, con la lora de la despedida fresca con la familia y los amigos, las lágrimas de la novia y de la otra, ¡nadie se arrepiente! Escoger entre Armenia o Ibagué, fue fácil, entre más lejos mejor.
A Ibagué, con más de 20 compañeros del Bolivariano, fuimos a parar para comenzar una etapa de vida formativa, disciplinada, solidaria, fuerte, inolvidable y llena de momentos tristes y alegres como cuando un soldado recibía su familia y ésta le traía comida para todos, incluyendo los visitados y a quienes la familia no tenía medios para mandarles comida y menos visitar.
Luego de tres meses de aprender y soportar ser mandados por un personal impreparado para mandar profesionales y bachilleres, pues éramos la segunda promoción y el trato era el acostumbrado para los soldados regulares, llegó el momento de la dispersión a diferentes pueblos del Tolima donde cada uno desarrollaría una labor social, generalmente educativa ayudando en las escuelas.
Cada soldado bachiller tiene su propia vivencia de lo que sucedió en esos tres meses, el pueblo donde fue asignado, la gente que lo rodeó, el trabajo que realizó y la huella que dejó.

Compañía Dragón 1989.

Batallón Jaime Rook.
Prado, fue el destino. Pueblo de mis afectos, amores y experiencias. Gente espectacular quienes veían en el soldado un hijo, alumnos de primerito de escuela que en dos meses supieron leer y escribir, amigos de inolvidable permanencia mental, especialmente el mejor docente que he conocido, Hernando Acosta, normalista de Icononzo, multifacético y recursivo como maestro, pero tahúr, jugador, bebedor, billarista, declamador, que hizo cantar a Olimpo Cárdenas por las calles de Prado, pero sobre todo solidario y eterno amigo.
Colegio Luis Felipe Pinto, mi claustro pedagógico de iniciación en secundaria y que logramos llevar de primero hasta octavo con aprobación y excelente imagen académica.

Los amigos policías, quienes fueron los primeros hospederos en los días de servicio social.
Algunos de ellos, años más tarde, fueron castrados delante de la población y luego asesinados por la hoy, GESTORA DE PAZ, Karina.
La permanencia en Prado y la experiencia en la labor social, llevó a ser nombrado docente departamental apenas terminado el servicio militar.
Un aciago e imborrable momento cambió el curso de estos momentos memorables y dio origen al último de ellos.
Ricardo Escobar, amigo, rector y un ser solidario, propuso la vinculación al colegio que fue mi claustro de aprendizaje para ser mi institución de enseñanza. La aceptación, dejando atrás una vida iniciada en Prado, fue el comienzo de otro Momento Estelar que comenzó el 23 de octubre de 1970 y finalizó el 23 de octubre de 2023.
A partir de ese día, comenzó el momento del Jubileo, que, como dice la sabrosura costeña, “Quien lo vive es quien lo goza”