Arrierías 99
Mario Ramírez Monard.
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Los habitantes del planeta tierra que desarrollan sus actividades cotidianas dentro determinado marco geográfico, llámense familia cercana, clan tribu, nación o país, tienen un sentido de pertenencia o raigambre que les lleva a crear símbolos, formas de vivencia o comunicación que los identifica como pertenecientes a… o, también, ser de… A pesar del desarraigo o los desplazamientos voluntarios, en su conciencia o en su pensamiento siempre llevan ese recuerdo del sitio donde han nacido o transcurrido sus vidas. Algunos extienden ese sentido de pertenencia a regiones macro, esto es, por ejemplo, ser europeos, americanos, latinos, africanos y/o asiáticos.
Después de esta magnificación, van reduciendo la territorialidad a sitios precisos: ser colombianos, españoles, chinos, en fin, pertenecientes a los 195 países reconocidos en nuestro planeta. En cada lugar de pertenencia desarrollan la simbología que los identifica: una bandera, un himno, un marco jurídico, una manera de comunicarse con palabras que no son usuales dentro del mismo marco geográfico de sus vivencias. La territorialidad se va reduciendo: unos son vallunos, antioqueños, quindianos, boyacenses, en fin, la regionalidad que va creciendo, también, por intereses más políticos que de identificación o diferencias sustanciales.
La última fase es, en nuestra consideración, la más importante en cuanto que el círculo se cierra en el sitio concreto de nacimiento, en la urbe, como Bogotá. Cali o Medellín, en ciudades intermedias o en los pueblos, nuestros pedacitos de tierra donde vivimos nuestra niñez y se formaron los primeros lazos de amistad en la escuela o entre la más cercana vecindad de la “cuadra o la manzana”.
Cuando salimos de nuestro entorno por cualquier circunstancia, donde viajamos siempre llevamos presente en los objetos, en la música, la comunicación o la nostalgia, ese sentimiento de pertenecer, de sentir que seguimos siendo de una parte precisa, entonces nos decimos sevillanos, armenios, calarqueños o caicedonitas para no extender más nuestro comentario.
El sentido de pertenencia es amar la tierra donde quedan para siempre nuestros recuerdos, nuestras vivencias y cualquier suceso negativo, el acontecer funesto nos genera tristeza y preocupación. De verdad es alegría que, al encontrarnos con alguien de nuestra misma tierra, la pregunta sea esa expresión de alegría y esperanza, -hola, ¿qué hay por el pueblito?
Los directivos de Arrierías nos hemos propuesto un objetivo mediato: reescribir parte de nuestra historia, la de Caicedonia que ha pasado desapercibida, que no se conoce o sobre el cual hay imprecisiones y se especula sin fundamentación teórica o documental fiable. Es un trabajo de investigación sobre el cual ya tenemos algunos documentos escritos por columnistas de alta y muy confiable formación histórica y académica. ¿Quiénes fueron, realmente nuestros antepasados indígenas?, ¿cuál es la historia de esos pioneros provenientes de Antioquia quienes a golpe de hacha, azadón y sudor descuajaron monte, selva y dieron los primeros pasos con sus familias para asentarse y desarrollar un entorno, una forma de vida campesina en esta tierra prodigiosa?
Son esos campesinos, esa gente humilde que obligados por las circunstancias buscaron un paraíso en medio del sufrimiento, lo encontraron y desarrollaron allí su vida en uno de los sitios más productivos y bellos de Colombia, Caicedonia.
CAICEDONIA, Una Historia Es el libro que, colectivamente, estamos trabajando y sobre el cual presentaremos una muestra en el marco de las festividades de los 115 años de conmemoración o recuerdo de la gran gesta de su fundación.
Al final de esta edición 99 haremos mención y resaltaremos las entidades de servicio social, empresarios y líderes de emprendimiento que nos han apoyado para lograr todo el proceso de recolección de datos y costos de edición de las Revista, edición especial de Arrierías. Entre todos estamos haciendo, verdaderamente, caicedonismo.
A todos ellos, gracias infinitas.