Edición 101

LA ENERGÍA EMOCIONAL COMO PILAR DE COMUNICACIÓN Y CONVIVENCIA

By 13 de septiembre de 2025No Comments

Arrierías 101

Carlos Alberto González Quitian – Arq. Mgs. en Desarrollo Educativo y Social.

El Individuo y la Especie humana hacen parte de un todo universal entrelazado. Somos producto y manifestación de un entramado interdependiente biológico, cognológico[1], psicológico y cultural, fruto de la naturaleza en su constante interacción material y energética, entendida la naturaleza como una expresión material dinámica y creativa. Somos parte de un sistema complejo de materia y energía que va más allá de la sumatoria de las partes y en el cual el todo y la parte, se entrelazan transformando la realidad y sus interacciones. 

Aunque somos seres únicos e irrepetibles con lo cual podemos distinguirnos mediante rasgos particulares e individuales, no podemos concebirnos como seres aislados e independientes y mucho menos acabados o terminados; seguimos en construcción de manera física y emocional,  somos parte de un tejido donde el uno, el otro y el contexto, se median mutuamente transformándose en una holopraxis permanente; somos Uno/Todo con la naturaleza y universo, y esta toma de consciencia es fundamental para la actuación del ser humano en relación con sus otros y su gestión como parte de un todo; en palabras de  M. Moraes[2] (2007) al referirse a la concomitancia entre naturaleza, energía y creación, expresa:

 “La naturaleza tiene consigo una creatividad intrínseca a la propia esencia de la materia y permite la emergencia de nuevos sistemas, de nuevas totalidades/partes, de algo nuevo y creativo, con propiedades y cualidades nuevas que van más allá de lo que era anteriormente. De este modo, la creatividad es una propiedad clave de la materia viva, en función del reconocimiento de la energía, en tanto que es principio generador de procesos de cambio y de evolución que tienen lugar en la naturaleza en su conjunto.” En otro aparte expresa… “Nuestro universo se caracteriza más por la interdependencia, por la auto organización y por la creatividad que por el determinismo y causalidad lineal. Esta nueva comprensión favorece la importancia y la necesidad de establecer nuevos diálogos entre el ser humano y la naturaleza”.

Como parte de este tejido biológico, cognoscitivo, psicológico y cultural, nuestras emocionalidades y sentimientos se gestan a partir de un entramado neuronal y energético integral  cuerpo y el Cerebro -Triuno-, concepto planteado por P. MacLean (1968), un cerebro con una dimensión tripartita que genera y desarrolla procesos mentales, emociones y sentires de manera trenzada de un cerebro integral reptiliano, límbico e intelectivo; los dos primeros localizados en la paleo corteza en el que se sitúan y manejan procesos primarios de carácter emocional, y el último situado en la neo corteza dando lugar a procesos mentales de orden cognitivo e intelectivo, que de manera conjunta en la interacción con el estímulo externo a través de la percepción física sensorial y vibracional, se materializa en pensamientos, representaciones y simbolizaciones que dan origen a los conceptos, creencias, afectos, aprecios, empatías y sus contrarios, los cuales influyen y determinan la calidad de la relación de nosotros con los demás y los frutos de las tareas en las que participamos de manera colectiva.

Surge en esta actividad de pensamiento, el sistema de representación y simbolización, donde se plantean dos tipos de representación, el primero unido a la percepción primaria, a la impresión del primer contacto con la realidad a través de los sentidos, y el segundo, al conocimiento y la internalización de esta percepción; un sistema representacional que se configura en la interacción de las actividades funcionales del cerebro a partir de las impresiones sensoriales y emocionales, una  abstracción mental determinada como un sistema de representación de segundo orden, el cual incluye tanto la percepción ofrecida de primer orden como el diálogo con experiencia previas, presaberes, cargas emocionales y afectivas del sujeto generadas a través del contacto con el medio y con sus otros en un proceso simbiótico de asimilación, acomodación y equilibrio.

Esta percepción de segundo orden es la base de nuestra relación con el medio y los actores sociales, percepción que se debe elevar a consciencia para describir, explorar y armonizar la energía de las emociones y los sentimientos a través de su decodificación facilitando el registro, uso y aplicación del conocimiento adquirido sobre el individuo y su interacción con los grupos en las organizaciones, con miras a su entendimiento y manejo.

En esta actividad cognitivo/emocional, intervienen funciones especializadas asociadas unas al hemisferio izquierdo del cerebro y otras asociadas a funciones del hemisferio derecho en las cuales se procesa la información a partir de la percepción, las que se asumen de manera diferente de acuerdo con la preponderancia o preferencia biológica/cultural y hemisférica del sujeto, y también como a la forma estratégica de acercarse al conocimiento. Nuestra cultura ha dado preferencia y ejercitado más las funciones asociadas al H. Izquierdo, donde se encuentran procesos que accionan la lógica, la temporalidad, la secuencialidad, la convergencia, la visión de la parte y la oralidad; mediando con ello el tipo y la calidad de nuestros pensamientos, emociones y sentimientos.  

Atendiendo a la necesidad del desarrollo de un pensamiento integral para percibir, comunicarse y convivir, es necesario coadyudar al equilibrio de estas funciones con un ejercicio armónico, utilizando funciones asociadas al H. Derecho entre otras como el holismo, la fantasía, el onirismo, y el pensamiento visual, para que con un todo funcional y energético se puedan fusionar con el H. Izquierdo asociado con la lógica, las secuencias, la temporización y la oralidad entre otras, para abordar los retos de la vida y del desarrollo humano.

La ecualización de la energía emocional en el ser humano se nutre del desarrollo integral que pueda hacerse de este entramado, de sus diferentes canales cognitivos (auditivos, visuales y kinestésicos), estilos de pensamiento, de aprendizaje y acción, manifestados en   emociones, sentimientos y actitudes en un todo integrado de procesos mentales, emocionales y energéticos, denominados como: Pensamiento integral creativo. González (2010)[3]

En las organizaciones no se puede pensar solo en un conjunto de capacidades y aptitudes de orden cognitivo (pensar) y conativo (hacer); es necesario tejer estas dimensiones con los estados y las condiciones volitivas, emocionales y energéticas (Ser) que configuran, determinan y median el pensamiento y sus competencias sociales.

Nuestro pensamiento es energía y se manifiesta de forma conativa, en este escenario surge el concepto de -Inteligencia Emocional- planteado inicialmente por P. Salovey y J. D. Mayer (1990), el cual es definido como la habilidad para manejar los sentimientos y emociones, el discriminar entre ellos, conocer su origen y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones. Este concepto es desarrollado por D. Goleman (1995), quién lo orienta a la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar los estados anímicos propios y ajenos, reconociendo nuestros sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones, ofreciendo un trenzado con la actividad comunicativa y social.

Este planteamiento lleva a la comprensión más objetiva de nuestras propias emociones y sentimientos, de su procedencia y manejo consciente, que en buena parte determinarán las conductas, actitudes y comportamientos, y su conjunción con los comportamientos, emociones y sentimientos de los demás. 

Existen dos formas básicas para hacer emerger y sacar a flote los pensamientos y las emociones de manera autónoma y significada; la primera mediante la construcción de estructuras semánticas, contenidos lingüísticos y palabras, los cuales se expresan en frases y oraciones. La otra forma, es mediante el recurso de la imaginería, la construcción y relación de imágenes (bien sean sonoras, visuales, táctiles o gestuales) que provienen de la interacción del cerebro con funciones asociadas al hemisferio derecho, configuración de imágenes –Silvano Arieti (1972)- que pueden producirse por efecto de contigüidad, semejanza, o continuidad, El poder hacer emerger y examinar las emociones mediante estos dos medios y definirlas con palabras, ademanes e imágenes, nos ofrece un recurso para su control y su manejo en la interacción y convivencia con los otros seres, igualmente únicos e irrepetibles.  

El poder de la abstracción y la combinación de estas dos formas de construcción nos remiten al mundo de los símbolos, como un modo significado de representación, que termina siendo una síntesis propia e íntima pero generalizada colmada de cargas afectivas y culturales. El símbolo integra contenidos de pensamiento, emociones y afectos. El símbolo imanta, reproduce, ofrece comunicación y significado, se constituye en un articulador emocional y afectivo del sujeto con sus otros, en el entendido que las emociones tienen una procedencia y fundamento interno y la afectividad tiene significado y relación con lo externo en la interacción con el otro, generando en su conjunto una energía emocional tanto individual como colectiva y envolvente.        

La cultura en su dinamismo de contenencia de sistemas de expresión humana, ha edificado y desarrollado tendencias,  privilegiado medios y lógicas de pensamiento, trasmitiendo a las nuevas generaciones sus modelos de adaptación, pero el edificio también permite diversidad de pisos, corredores y posibilidades, abiertos a la divergencia, a la flexibilidad, a relacionar lo de apariencia irrelacionable, a entrelazar, fundir y tejer conceptos, emocionalidades y sentimientos, superando lo aparentemente disperso, como lo diría J. Bruner (1988), a lo trizado de un espejo producto de la exposición y explosión de los sentidos y de sus interpretaciones que ofrecen imágenes cambiantes, cifradas y seductoras en medio de las cuales se construyen identidades y proyecciones, superando lo prefabricado, lo inamovible, lo determinista y reduccionista, en un mundo preponderante de representaciones que coartan,  domestican, enajenan  o distorsionan al individuo y le hacen perder sentido.

Esta diversidad y poder modelador, nos obliga a reflejarnos en el espejo trizado, elevando a consciencia nuestra conducta y nuestro comportamiento emocional frente a quiénes caminan en la misma dirección o en contravía, a sintonizarlo y ecualizarlo, conscientes de la posibilidad de comunicarnos, ofrecer lo mejor de nosotros mismos y transitar colaborativamente para trascender los muros, las cortapisas y ataduras que en el trasegar la cultura edifica. La cultura nos ha trasmitido y orientado las formas de ver y de pensar el mundo de la vida, pero también las formas de trascender y expandir nuestra consciencia en ella para no quedar atrapados.

El filósofo Jünger Habermas (1968) líder de la visión del Pensamiento Crítico y la Acción Comunicativa,  promulga la coexistencia de un válido entramado entre los paradigmas explicativos, hermenéuticos/comprensivos y los develativos y emancipadores de la ciencia; sustenta  la interrelación de los pensamientos, las emociones y los sentimientos un constructo  definido como  el “mundo de la vida”, integrado por 3 submundos: el Mundo Físico natural, el cual está vinculado el ser humano en razón de su existencia y su materialidad; el Mundo Simbólico, donde se construye  la  comunicación, el lenguaje y la cultura; y el Mundo Social, donde se establece  la interacción con sus congéneres, se relaciona con otras personas, forma clanes, organizaciones, grupos, equipos, y establece planes, propósitos, metas y acciones.

Al respecto R. Delgado y C. Sandobal (1996), exponen fundados en Habermas[4], la relación  de la cultura entre el mundo simbólico, el mundo de la vida y la existencia de uno de los problemas centrales del Desarrollo humano; la identidad del ser en su dimensión individual y social que da lugar al concepto de sujeto, como proceso a través del cual se construye, aspirando a tener una identidad, una individualidad y una ubicación; pero por otra parte, en la  relación con el Mundo Social, el Trabajo y la Organización  aparece como la relación que lo mediatiza frente al mundo físico, y para ello tiene que construir las relaciones de convivencia, cooperación y los procesos de participación.

En síntesis, el mundo de la Vida, constituido por el mundo físico, el mundo simbólico y el mundo social moldean el talante emocional que le permite al ser humano a través de los sentimientos, actitudes y comportamientos establecer un equilibrio entre su interioridad y la emocionalidad del colectivo en una acción circular, donde emociones densas mal dirigidas pueden generar vibraciones tóxicas, o aquellas debidamente orientadas y ecualizadas con sus otros, pueden ofrecer vías energéticas de luz, desarrollo y trascendencia. En general vivimos en un analfabetismo emocional y no sabemos gestionar y canalizar nuestras emociones.

La composición de ser humano en más del 99.9 % es energía, solo el 0.1% es materia, enfatiza Joe Dispenza (2018), los pensamientos son manifestaciones de energía y estos pueden mediar de manera significativa su naturaleza física. La energía emocional del ser humano tiene el potencial de construir la realidad y como poder puede edificar sincronía y eufonía, o igualmente diacronía, discordancia y disonancia en su composición, comunicación y convivencia. Es necesario ecualizar nuestra energía emocional y la que construye la sociedad, de esto depende el devenir en armonía del ser humano, las organizaciones  y nuestra especie[5]. Para tal fin debemos iniciar por comprender la esencia de lo humano, conocernos a nosotros mismos desde nuestra interioridad, estilos y potencialidades, superar el aquí, la coyuntura y el ahora, para poder comunicarnos, convivir y edificar en trascendencia.  Somos una especie que se construye desde el uno, para consolidar el todo, somos Uno/Todo.


[1] COGNOLÓGICO. Proceso interdisciplinario de información, representación y comprensión de la realidad. Cognología: Bagaje sobre el estudio interdisciplinario, de cómo la información es representada y transformada en la mente, es el saber construido sobre el conjunto de disciplinas que estudian la mente humana (pensar, sentir, razonar, resolver problemas, percibir, conocer, reconocer, etc.), como proceso de construcción mental, representación, simbolización e interiorización de la realidad.

[2]  MORAES, M. C. (2006): “Creatividad en la naturaleza. La creatividad como evolución”. En: Torre y Violant (Coord.) Comprender y Evaluar la creatividad. Málaga. Ed. Aljibe.

[3]  González Carlos, Creatividad y Pensamiento. Pensamiento Integral Creativo. El conocimiento de canales, estilos de pensamiento y procesos de acercamiento a la información. En: Creatividad e Innovación, U. Autónoma de Manizales. 2010. 

[4] Delgado, R. y Sandoval, Carlos.  Desarrollo Humano un punto de vista alternativo. Ed. Cinde. Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano. U. De Nariño. Pasto. 1996. 

[5] Seravalli Natalia, González Carlos y Otros. Lenguaje de la Energía Emocional en las Organizaciones. Ed. Dorado. Cartago 2018. 

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