Edición 101

LA TECNOLOGÍA Y EL AULA DE CLASE

By 13 de septiembre de 2025No Comments

Arrierías 101

Jairo Sánchez

La ubicación en un momento de la educación permite analizar los recursos didácticos del maestro y los instrumentos que usaban los alumnos para su aprendizaje.

La historia de la educación inicial en Colombia se caracteriza por la transición de asilos y hospicios a instituciones educativas que buscan el desarrollo integral de los niños.

 La educación preescolar en Colombia ha evolucionado desde un enfoque asistencialista hasta ser reconocida como un nivel educativo formal, con hitos importantes como la creación de los primeros jardines infantiles nacionales en 1962 y la inclusión del preescolar como obligatorio en la Constitución de 1991.

Es de recordar que la educación escolar se iniciaba, hace muchos años, a los siete años. Antes de esa edad no era recibido en ninguna escuela, a no ser que la mamá fuera quien enseñara y, de esa manera, tener sus hijos en la escolaridad antes de los siete años.

Una de las cosas más extraordinarias se dio en familias en las cuales la mama, analfabeta por tradición familiar, enseñó a leer, escribir y los fundamentos de los números a sus hijos.

“Yo, solo vine a saber que mi mamá no sabía leer ni escribir, cuando vi su cédula y en ella decía “manifiesta no saber firmar”, pero me enseñó a leer y escribir antes de llevarme a la escuela”. Este hecho especial les sucedió a muchos niños de los años 40,50 y más.

La inmensa mayoría de niños y niñas fueron educados e ilustrados en la casa, antes de ser ingresados a una institución.

Este tipo de formación tenía sus variantes dependiendo del sexo. Esta educación está muy bien definida y relatada en la novela “La Casa de las dos Palmas”, de Manuel Mejía Vallejo, obra costumbrista que toca las raíces de la cotidianidad de la familia antioqueña, cuna de nuestras costumbres y cultura. La novela describe el modelo social patriarcal de la época y se muestra el papel a desempeñar de hombres y mujeres dentro del proceso de socialización futura: hijas para ser sumisas, esposas y madres, hijos para llevar las finanzas de la finca y mantener el estatus de la familia.

Dentro de este contexto educativo se muestra, claramente, la permanencia de las mujeres en la casa, donde recibían clases dadas por tutores escogidos, en tanto que los varoncitos debían desplazarse hasta las escuelas veredales y citadinas a recibir su educación escolar.

De esta manera el aula de clase se componía de un maestro o maestra, unos cuantos alumnos privilegiados y un escaso mobiliario, pupitres dobles, pizarra de madera, tizas, lápices y escasos cuadernos que, generalmente, quedaban en la escuela.

Algunos alumnos poseían pizarras borrables de diferentes tamaños, colores y usos.

La escolaridad rural era simple y elemental. Sin importar la distancia, una o dos horas caminando, allá se llegaba a tiempo. Se cargaban los cuadernos, el de letras y el de números, con el lápiz y la regla de madera, en una talega o mochila hecha en casa con tela de los empaques de harina. Si tocaba el turno de preparar la leche para repartir con la mogolla, se llegaba más temprano. Quien impartía las clases, todas las materias, era la “señorita”, sin importar la edad o estado civil, siempre recibía esa denominación.

La escuela urbana tenía profesores para cada curso, y, al contrario de la escuela veredal, tenían armas terroríficas para castigar. Una regla de madera gruesa calienta palmas o un zurriago sin palo. (Recordado Luis Zuluaga de la Dámaso Zapata).

La alegría al pasar a segundo de primaria traía consigo una innovación para el estudiante: usar tinta y aprender a escribir con encavador, (arma contra el Bulling). La tinta marca Parker o, si no se podía comprar se elaboraba en casa con azul de metileno. Se aprendía letra cursiva y aplicaba el método palmer, no se conocían los lapiceros. Además, el segundo de primaria fue emblemático porque para acceder a el,  era necesario saber leer, escribir y las cuatro operaciones de aritmética. Tan importante era alcanzar ese grado que muchos padres se daban por satisfechos si sus hijos llegaban hasta ese nivel.

Los salones de clase ya tenían pupitres individuales, tableros de madera, tizas de carbonato de calcio y almohadillas de trapo para borrar.  Se utilizaba un infalible método de clasificación sistematizada para buenos, regulares y malos. Las filas. Y eran rotatorias, un alumno podía pasar de una a otra por orden del maestro ante una respuesta buena o una tarea no presentada.

El colegio trajo innovaciones. Tableros empotrados en la pared, tableros de acrílico, almohadillas personalizadas, tizas de colores y finas, ausencia de reglazos, marcadores, pupitres individuales y más de un maestro para cada grupo.

Dependiendo de la materia y, a veces del maestro, y, obviamente del colegio, comenzaron a aparecer materiales didácticos educativos como mapas, libros de texto, diapositivas con su proyector, aparatos de sonido, proyector de acetatos, retroproyector, proyectores de cine 8 mm,  instrumentos de medición y, materiales conservados de seres vivos como huesos, fetos, tejidos, herbarios, material de física, química, biología, todos ellos muy interesantes para los estudiantes porque llevaban las clases a otro nivel.

Y así, seguían apareciendo dispositivos tecnológicos que sorprendían por su utilidad. Uno de ellos, para fortuna nuestra, que lo conocimos, manejamos y aplicamos, gracias a docentes actualizados, fue la Regla de Cálculo.

Instrumento sorprendente que se usaba para para realizar operaciones matemáticas complejas de forma rápida, como multiplicaciones, divisiones, cálculos de potencias y raíces, logaritmos y funciones trigonométricas.

Fue desplazada por las calculadoras científicas poco tiempo después, pero es un instrumento que, por su precisión, aún se usa en la alta ingeniería espacial.

Las décadas del 70 y 80 trajeron una rápida sucesión de avances tecnológicos al aula de clases, comenzando con las calculadoras sencillas, científicas y programables, que como es frecuente, las manejaban mejor los estudiantes que los docentes.

Se sigue avanzando en el tiempo y rápidamente aparecen los primeros modelos de computadores, algunos estudiantes consiguen y utilizan la línea Commodore, considerado el primer computador personal conocido en las aulas, y seguidamente se entra en la espiral tecnológica de la informática, la programación, el internet, las bases de datos, las hojas cálculo, e innumerables aplicaciones dentro y fura del aula, todas ellas con la característica de ser mejor conocidas por los estudiantes, que, por los docentes, la mayoría de las veces.

Instrumento sorprendente que se usaba para para realizar operaciones matemáticas complejas de forma rápida, como multiplicaciones, divisiones, cálculos de potencias y raíces, logaritmos y funciones trigonométricas.

Fue desplazada por las calculadoras científicas poco tiempo después, pero es un instrumento que, por su precisión, aún se usa en la alta ingeniería espacial.

Las décadas del 70 y 80 trajeron una rápida sucesión de avances tecnológicos al aula de clases, comenzando con las calculadoras sencillas, científicas y programables, que como es frecuente, las manejaban mejor los estudiantes que los docentes.

Se sigue avanzando en el tiempo y rápidamente aparecen los primeros modelos de computadores, algunos estudiantes consiguen y utilizan la línea Commodore, considerado el primer computador personal conocido en las aulas, y seguidamente se entra en la espiral tecnológica de la informática, la programación, el internet, las bases de datos, las hojas cálculo, e innumerables aplicaciones dentro y fura del aula, todas ellas con la característica de ser mejor conocidas por los estudiantes, que, por los docentes, la mayoría de las veces.

En la actualidad, muchas escuelas y colegios de la ruralidad y zonas urbanas, y por diferentes causas, están como en los años 50, con tiza y tablero, y cada año peleando por el programa llamado PAE que les suministra alimentación, la cual es mejor recibirla que tener un salón acondicionado, pero con hambre. En tanto que colegios públicos, en escaso número y privados en mayor número, hoy en día, cuentan con tecnología de punta que ha permitido la actualización y capacitación de los docentes, en ocasiones a regañadientes pero que ha permitido situar a Colombia, no muy alto en la escala educativa tecnológica, pero tampoco en la cola.

Los países asiáticos, líderes en tecnología educativa están utilizando desde robots que son auxiliares del profesor, hasta verdaderos maestros robotizados.

¿Y la educación superior que?

La educación superior está sufriendo un viraje de 180 grados con la intervención de la Inteligencia Artificial, algunos ven esta inclusión como una verdadera amenaza pues la IA llegó para quedarse y está copando todos los campos de nuestra vida, pero especialmente el educativo.

La opinión de expertos es muy diciente: Desde la Universidad Jorge Tadeo Lozano, líder en el campo educativo, Jorge Iván Romero Gelvez, director del Área de Industrias y Tecnologías Digitales de la Facultad de Ciencias Naturales e Ingeniería de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, expone: “Muchos predijeron que la IA reemplazaría al profesor, las aulas quedarían vacías y aprenderíamos desde casa. Pero el futuro no llegó con robots dando clases, sino con una transformación mucho más poderosa. La IA no elimina la universidad, la reinventa desde adentro. Ya no se trata solo de cambiar el pizarrón por una pantalla. Cambia cómo se enseña, cómo se aprende, y quizás lo más importante, quién aprende de quién.

ChatGPT con su función Estudia y Aprende; Gemini con NotebookLM, y clásicos como Khan Academy o Duolingo. Herramientas distintas, pero todas con algo en común: están acelerando una revolución educativa que ya no tiene reversa. Sam Altman, CEO de OpenAI, lo resumió en una frase que resuena en pasillos y salas de juntas académicas: “2025 será el año de los agentes inteligentes”.

La universidad no desaparece. Evoluciona. Se convierte en un espacio más abierto, más personalizado, más humano (aunque esté mediado por máquinas). La gran pregunta ya no es si la IA reemplazará a los profesores. Es más profunda: ¿estamos listos para aprender de ella tanto como ella está aprendiendo de nosotros?”1.

  1. Revista Semana, Contenido elaborado con el apoyo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

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