Edición 102

GAZAPERA, UN AMIGO INOLVIDABLE.

By 13 de octubre de 2025No Comments

Arrierías 102.

Manuel Tiberio Bermúdez.

Si uno pregunta por Hernán Alzate, pocas personas sabrán de quién se trata.  Pero si menciona a Gazapera, sobrarán señales y detalles, sobre este increíble ser humano a quien hoy celebramos rodeados de lo que él más ama: la música y los amigos.

Lo celebramos en un lugar que se ha fusionado con el nombre de su propietario: el Bar Cuyano, al que nadie llama por su nombre, pues todos dicen: ¡Vámonos pá donde Gazapera! ¡Pucha cuánta agua ha pasado bajo el puente como dicen!

Hernán, si hacemos cuentas, lleva más de sesenta años ejerciendo el oficio de cantinero, el mejor oficio, a mi parecer, para un pueblo como este que nos tocó en suerte vivir. Porque el cantinero no es solo quien nos atiende, sirve los licores y pone la música con la que festejamos la vida, celebramos los recuerdos o lloramos el desamor.

No, el cantinero es nuestro confidente, terapeuta y cómplice. Es el ser humano ante quien no sentimos vergüenza de hacerle caso a Carlitos Gardel y dejar salir «esa lágrima embozada que no se puede contener».

El cantinero también es testigo de confesiones de amor, duelos de honor y noches de bohemia interminables. Es nuestro primer sicólogo, quien nos escucha sin juzgar y nos sirve una copa mientras maldecimos al destino. Y, claro, Gazapera le puso nombre a su consultorio: el Bar Cuyano adonde llegamos muchas veces con el alma herida y tan poco orgullo que pedimos «la caridad» de un «vale» para calmar la tusa.

Hernán le ha «jalado» a todo, y por eso vale la pena recordar que tuvo a su cargo, durante mucho tiempo, El Guayabo, propiedad de Germán Londoño. Allí comenzó a traer artistas como los Yumbos del Ecuador, El Dueto Riobamba, José Reinel, El Caballero Gaucho, Las Auroras y Los Pamperos. En fin, Gazapera fue pionero desde 1977 en esto de traer buenos músicos a Caicedonia.  

El Bar Cuyano se fundó inicialmente en el Bataclan, frente a donde está hoy. Luego se trasladó a la esquina donde ahora está Repollo y finalmente, hace 62 años, llego al lugar donde hoy celebramos.

A quienes preguntan por qué lo llaman Gazapera, me cuentan que, cuando trabajaba en el Café Blanco y Negro, propiedad de don Chucho Mejía, el apodo surgió porque Hernán hablaba tan fuerte que, al pedir un tinto, se oía en toda la cuadra.

El buen humor siempre ha acompañado a nuestro homenajeado, y por eso nunca le faltó «una barra» para escucharlo.

Hay que destacar que Hernán nunca estuvo solo en el negocio: su esposa, Lola, fue un apoyo fundamental. Ella ayudaba detrás del mostrador, despachaba, ponía música y, los 25 de diciembre o los 1 de enero, preparaba caldo de gallina para los clientes que seguían celebrando hasta la madrugada.

A propósito, queremos recordar una anécdota de cuando Hernán era novio de Lola. Su suegro, Pedro Bullas, para alejar a su hija del enamorado bohemio, se la llevó a otro pueblo. Gazapera, que estaba más tragado que media de montañero, mataba la pena con una canción inolvidable para él: El tren lento. Ah plata que le quitó esa canción a nuestro amigo.

Y hay otra historia que solo Hernán cuenta con la gracia que el momento merece. Alguna vez trajo a Lucho Bowen a cantar. Luego siguió la bohemia y, cuando el licor hacia efecto en el alma ebria de estos dos amigos; Bowen le dijo a Gazapera: «te voy a cantar a culo pelado». Hernán lo miro asombrado, y dispuesto a salir huyendo si era necesario, pero lo que el artista le quería decir era que le iba a cantar «a capela», es decir sin acompañamiento.

Tampoco podemos olvidar su faceta de dirigente deportivo. Fue técnico del equipo Carcafé de Caicedonia, un buen técnico que ganó varios campeonatos con su equipo.

¿Qué más puede uno decir de Hernán? Él es como el camino que nos ha guiado por las noches bohemias de Caicedonia, y nos vamos a su Bar, guiados por la música y por su amistad.   Ustedes, sus amigos, están aquí porque lo quieren. Saben que mis palabras no alcanzan para definirlo, pues es un hombre que conoce el valor del esfuerzo, pero es también de esos que ya casi no quedan: respetuoso, de buen humor, amiguero, y con una amistad a toda prueba.  Brindemos en su honor: mucha salud y larga vida, Hernán.

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