
Arrierías 103
Orlando Restrepo Jaramillo
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La neblina rodea el amanecer anunciando la alta temperatura después del mediodía, asumo la mañana caminando al vaivén de los recuerdos por el repetido sendero. Voy ajustando la distancia amparada en la rutina después de haber despertado con el canto estridente, del gallo del vecino, estropeado por el entrenamiento para la pelea sabatina, al son del griterío.
Persiste el dolor en las piernas y en las caderas, lo disimula el ánimo y la respiración y a juicio de la edad, no poca, ante el calendario derrochado por la suma de los días.
Cuál será el mensaje de mi cuerpo cuando trata de retenerme, avisando de algún malestar limitándome, recuerda el tiempo como ponzoña rascando la pared de tantos almanaques vividos y pienso también en “la brecha social entre ricos y pobres agrandada cada vez más. El miedo a hundirse socialmente afecta ya a la clase media. Precisamente estos temores son los que lanzan a la gente hacia los brazos de autócratas y populistas” como acertadamente señala BYUNG-CHUL HAN en su discurso al recibir el premio príncipe de Asturias.
“Si la pierna se hincha la tumba relincha” decían los abuelos, entonces vamos abriendo cotidianamente amplio devenir viendo en cada vuelta de la esquina, alelado la espera de los pasos, en algarabía de despedidas, en el masticar el silencio mascullado con cada leve dolor en un “alto ahí” o un “tatequieto”. Entonces, como remedio, la quietud aparece, como panacea, se impone la negativa a salir a donde los amigos a disfrutar el calor humano y el café husmeado el desarrollo de los acontecimientos de una campaña política, desde ahora, bombardeada por los medios virtuales, cada cual, a sus propios dolores a sus propias expectativas, callados por decencia, o silenciados por táctica social imperativa.
El ejercicio de los días apacigua el tiempo, en derroche de horas, entregas al abismo, al ir descendiendo por los escalones de la edad, hacia la nada, en sociedad vapuleada por la restricción de la libertad soportada por el régimen político reinante. Entonces llega el refugio de la poesía con su música callada, disfrutada, en silencio, en soledad sonora, como dijera el poeta Raúl Gómez Jattin en su poema
“De lo que soy”:
“En este cuerpo
En el cual la vida ya anochece
Vivo yo
Vientre blando y cabeza calva
Pocos dientes
Y yo adentro
Como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
Y estoy viejo
Descifro mi dolor con la poesía
Y el resultado es especialmente doloroso
Voces que anuncian: ahí vienen tus angustias
Voces quebradas: pasaron ya tus días.
La poesía es la única compañera
Acostúmbrate a sus cuchillos,
Que es la única.”
orlandorestrepojaramillo
Cartago octubre 28/2025

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