Arrierías 96

Umberto Senegal

Detalle de zona rocosa de un tepuy

1.Riberas del río Roble. Municipio de Circasia. La devocional música de la nad-yogini Ayesha Radh nos convocó a once personas. La venerable señora M. de etnia carijona, nos introdujo en el tema de Chiribiquete. Noticia nacional e internacional en 2018 al declararse el Parque Nacional Natural de esta serranía, Patrimonio de la Humanidad. “Uno de los tesoros naturales y culturales más antiguos de la humanidad”. Embelesados por su apacible monólogo, haciéndonos partícipes de testimonios aunados con leyendas y poesía, con historias y afectos de chamánica reverencia hacia tal territorio, ella nos inició, además, en la instintiva apreciación de un paisaje que, distante físicamente de nosotros, sin embargo, en nuestros sentimientos y emociones, en nuestra imaginación y nuestros genes, se transfiguraba en realidad experimentada por los cinco sentidos.

2.Señaló que su tarea personal era contribuir a irradiar, por determinadas regiones de Colombia, Quindío y Chocó en particular, la energía sagrada y curativa de Chiribiquete, conectando el espíritu de la serranía, el alma de los tepuyes, con la conciencia de personas aptas para unificarse amorosas con su ancestral belleza. Su magia milenaria. Con los invaluables dones que Chiribiquete ofrece a Colombia, América y el mundo. Un anciano curaca de etnia tanimuka, le encomendó tal tarea, indicó la señora. “No estoy yo sola”, advirtió, “por ahí van semillando por otras ciudades y otras montañas, dos mujeres más y cuatro hombres tucano, matapí, yucuna y huitoto”.

3.Siembran el mensaje enviado por los padrecitos de Chiribiquete. Comprende 14.227.911,6 hectáreas. Desde julio 1 de 2018, incluida entre los sitios Patrimonio Mundial de la Humanidad. Al siguiente día, julio 2, el gobierno colombiano amplió su área en 4.268.095 hectáreas más. En lengua carijona, Chiribiquete significa Cerro que dibuja pinturas. Madre tierra. Padres tepuyes en sus milenarios cuerpos-bloques tatuados “con pinturas que relatan una parte de la historia que ustedes no conocen”, reiteraba la señora M. Los desaparecidos upichia, designaban a esta región Memeimi Meje, que significa Los ecos del silencio. Y entre los actuales grupos cubeo, wanano, yukuna, pijaos, piratapuyos y andoques, se conocen otras fascinantes denominaciones: La casa de las estrellas. La maloca del jaguar. El camino de las boas.

4.Tan pronto como Ayesha y su hija terminaron el devocional mantra, Aad Guray Nameh, la venerable M. retomó el hilo de cuanto relató en la mañana en esa sosegada finca sin colonizar aún por el café, por el plátano o el ganado. Mucho menos, por el frívolo turismo espiritual acoplándose en diversos recovecos del Quindío. Nos reunimos un ecólogo, un antropólogo antioqueño, un pintor caldense, un poeta de haiku y siete integrantes de grupos religiosos de tendencia oriental. Los vetustos mantras a Shiva, crearon el clima espiritual propicio para introducirnos en el basamento del precámbrico y paleozoico de Chiribiquete.

5.Cumplo mi promesa a la señora M. Escribir solo al finalizar 2018, sobre algunos detalles de nuestro encuentro en la finca de Circasia. El 11 de agosto de 2019, publiqué una circunspecta referencia al encuentro, refiriéndome al sapito luminoso (Bufo Alvarius). La señora M. expresó que uno de los tepuyes es hábitat de tres especies de sapos con más poder alucinatorio que el Bufo sonorense. Crónica de personas esperanzadas en compenetrar con la tierra al ser humano contemporáneo, a lo largo de 2020 compartiré aquello que de tal encuentro se me consiente comunicar. Ahora, esta notable nativa de la serranía debe sembrar su discreto mensaje por Istmina, Chocó. Cuenca del río Atrato. En algunos resguardos indígenas, hablará en maach meu, relatándole al benhuna los secretos chamánicos del sacro Chiribiquete.

6.Comenta Carlos Castaño-Uribe, otro de los descubridores de tal paraíso y uno de los científicos que más contribuye no solo a promover la apropiada visibilización de la serranía, sino a resguardarla contra buscadores de oro y coltán: “Chiribiquete es un sitio excepcional desde el punto de vista histórico cultural (por su arte pictográfico y sus características arqueológicas) así como por su valor ecológico, biológico y natural localizado en un tepuy amazónico, totalmente aislado y primigenio”. Desde Chiribiquete, y hasta la espesa arboleda circasiana donde despunta un magnánimo barcino sobre cuyas ramas avistamos una tángara multicolor, una dacnis turquesa y un terlaque pechiazul, próximo a la sencilla pero amplia construcción rural de dos niveles, a varios metros de la ribera del río Roble, parecían llegar bisbiseos de aves desconocidas.

7.Clamores de felinos en celo y transparentes cantares de los chorros de Masoca, Guacamayos, Rayador, el Hacha, Jacamiyá, Jururú o Jacamení, con su música sirviéndole de fondo a guturales salmodias chamánicas. Por las formaciones precámbricas de más de dos mil millones de años, vuelan ingrávidos, reflejando los tonos de desconocidas flores y las exquisitas madureces de frutas que nadie ha saboreado en sus ciudades, centenares de colibríes. Hace poco, fue descubierta una nueva especie designada, hoy por hoy, Colibrí esmeralda de Chiribiquete. A esta serranía, a muchos de sus monumentales tepuyes, no llega quien pretende llegar por curiosidad o para lastimar la tierra, el aire, el agua, los animales y los árboles.

8.Memeimi Meje selecciona sus visitantes. No a todos quienes por allí se aventuran, revela sus tesoros. Contra los no invitados hay infrecuentes vigilantes. Almas de antepasados. Jaguares vivos y muertos. “Hay que preservar la serranía, pero básicamente desde su perspectiva indígena”. No se le puede adulterar su primigenia naturaleza. “Ustedes en las ciudades deben aprender a usar correctamente la infografía al respecto”. Sí, se pueden ver algunos de los vigilantes. “Les cuento de las boas. Están ahí”.

9.La señora M. es voz humana y poética de la serranía. “¿Que si los vigilantes pueden verse?”. Cerca de 600 familias indígenas asumieron la responsabilidad. Custodian a Chiribiquete como a sus más venerables divinidades. Los murui muina representan la mayor parte de tales poblaciones. “La titulación de tierras a comunidades indígenas es clave para reducir la deforestación y la degradación forestal”. Décadas atrás, la serranía no aparecía en mapas oficiales. El Instituto Sinchi desempeña funciones contra la megaminería, deforestación, cultivos ilícitos, ampliación de la frontera agrícola, expansión ganadera y explotación de hidrocarburos.

10.“Vigilan las tribus, los jaguares y un coro nocturno de árboles siringa, caimarón o coduiro, y los siseos de las serpientes, cuyo clamor no soportarían el corazón ni los oídos de quienes atenten contra Chiribiquete”, advirtió ella. Le creo. Por montañas del Quindío, sucede igual.  “Hay otros vigilantes que protegen a las 300 especies de aves, 238 de peces, 313 de mariposas, 900 de plantas, 261 de hormigas, 60 de reptiles, 57 de anfibios, 72 de escarabajos, 6 nuevas de libélulas, 48 de murciélagos, 4 de felinos, 8 de roedores y 2 de delfines”.

11.La señora M. se detuvo en su recuento para llamar la atención del sorprendido auditorio, sobre aquella dacnis aproximándose al grupo mediante suaves saltos sobre el prado. “Esta avecita hermosa, viene a escuchar lo que yo cuente de sus hermanitas en Chiribiquete”. Respecto a la importancia de dicho lugar, afirma Carlos Castaño-Uribe: “Su formación geológica hizo de esta región una especie de Arca de Noé que permitió la formación de animales y plantas únicos. Hoy es el gran laboratorio de Colombia, científico y ecológico”. Y continuó la señora M: “Les cuento de las boas. La realidad parece leyenda y se necesita que así sea, para mucha gente, pero la leyenda es realidad para quienes puedan llegar allí a causarle daños a la tierra, para quienes en Chiribiquete entren a herir, matar o robar, a profanar creencias de nuestras comunidades. Las boas están ahí. Empinadas. Volando. Reptando o nadando han estado ahí por centenares de años. Son visibles las que cuidan los chorros y sus fronteras. Hay más petroglifos en otros tepuyes, que todavía no se dejan ver de los exploradores. Hay una biblioteca natural que a su debido tiempo ustedes aprenderán a consultar y leer”.

12.En silencio, nos miramos sorprendidos cuando la dacnis trepó sobre el hombro derecho de la señora M. la cual no interrumpió su monólogo, acostumbrada a prodigios semejantes en su ámbito. “No adulterar esos símbolos. No someterlos a sus creencias cristianas”, recomendó, retomando el tema de las boas, “yo tenía 12 años cuando vi una de esas boas. Posiblemente nos vimos a la vez. Fue en el chorro de Jacamiyá”.

Calarcá, Quindío, abril 2025. (Fragmento de un ensayo extenso sobre Chiribiquete).

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