
Edición Especial
Guillermo Escobar Baena
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En uno de los tantos y muy buenos escritos con los que nos ha deleitado nuestro ilustre fotógrafo, periodista y poeta caicedonita Manuel Tiberio Bermúdez, evocando viejos tiempos se preguntaba: ¿Qué se hicieron las fondas camineras? Y, ese nostálgico interrogante me llevó a profundizar un poco en el significado e importancia que estas fondas tuvieron en nuestro país y especialmente, en la historia y desarrollo de un municipio que como el de Caicedonia, que se cansó de ser pueblo, se antojó de convertirse en ciudad y hoy avanza rápidamente por las vías del progreso, al encuentro con la modernidad.
Consultando sobre este tema en sus antecedentes, encontré que desde la época de la conquista, los cargueros indios y después los esclavos negros, fueron los que a su espalda cargaban en largas distancias los elementos que los españoles les obligaban a trasladar en extenuantes jornadas, por caminos agrestes que apenas se estaban abriendo, atravesando las altas montañas andinas. Durante las guerras de la independencia en épocas de Bolívar y Santander, los cargueros indios y mestizos ejercieron también un gran papel al ayudar a ganar batallas cumpliendo su noble y ardua labor de proveer a los soldados criollos en cada campamento, con los alimentos y armas que necesitaban para librar las cruentas batallas contra los enemigos españoles.

Fue así como con los rudos cargueros indígenas, mestizos y negros, surgieron las posadas desde los primeros años de la república, a lo largo de los rústicos caminos de la patria aún en construcción, como el camino del Quindío construido con presidiarios, y que fue en el siglo XIX el paso más importante de comunicación del occidente colombiano con la capital del país, era territorio clave para el desplazamiento de tropas, elementos de guerra y correo; lo recorrió Humboldt a pie en octubre de 1801, seguido de doce bueyes que llevaban sus colecciones de plantas e instrumentos para la observación. Las primeras posadas, eran ranchos de paja improvisados por los mismos cargueros y caminantes, en los cuales descansaban para ajustar las cargas, contar las mulas y bueyes, descargarlos entrada la tarde al final de la jornada. La posada, era también un lugar en donde los viajeros encontraban un techo bajo el cual podían abrigarse y cocinar, aprovechando las provisiones que llevaban y resguardarse de la lluvia y de los fuertes vientos y las heladas.
Más adelante, tal como lo señala Rafael Alonso Mayo en “La historia de Antioquia a lomo de mula”,iniciados los procesos de colonización en Colombia especialmente la antioqueña, para reemplazar al “carguero de las guerras”, apareció el oficio de “los cargueros o silleteros que eran gentes de ruana, carriel y alpargatas que no temían a barriales y pantaneros y quienes fueron, hasta bien entrado el siglo XIX, los que cumplieron la importante función económica y social comola única modalidad de transporte y de carga que venció las montañas colombianas. El oficio de arrieros con carga a lomo de mula o de bueyes, entraría a reemplazarlos, una vez mejoró la condición de los caminos” *
Con los cargueros, silleteros y arrieros, surgió a su vez la fonda caminera, tradicional sitio de permanencia que emprendedores colonos “ levantaban a la vera de los caminos de herradura, en las que se vendían el guarapo o el aguardiente, los víveres y golosinas y siempre hubo dispuesta una cama dura para pasar la noche; guardando la carga, un corral arreglado para que las bestias pudieran pernoctar y el alimento que estas necesitaban (pasto, caña y melaza) para continuar el trayecto, tras el descanso. En las horas de ocio, los arrieros se dedicaban a cantar las trovas pulsando tiples, a contar historias de fantasmas y aparecidos o a enamorar las mujeres de la región”.*

Las fondas camineras, además del aporte que representaron a la economía campesina, fueron pioneras del comercio, como también lo fueron las tiendas de los pueblos de las que aún quedan las pocas que logran sobrevivir en los barrios populares, ya que la mayoría han sido absorbidas por los supermercados, los centros comerciales y las “modernas tiendas” de grandes superficies. Dichas fondas, como las tiendas del vecindario, tuvieron gran importancia y un alto significado tanto en la economía nacional como en la cultura regional ya que contribuyeron a construir identidad y tejido social dejando huella en el reconocimiento del territorio y de los usos, creencias y costumbres de nuestros ancestros campesinos.
Las fondas de Caicedonia también cumplieron ese gran papel y hablando con personas mayores que aun dan testimonio de la época que les tocó vivir, recuerdan con añoranza las fondas que existieron en la vía a Burila, en San Gerardo y en Aures, entre ellas la famosa del Gato negro; así mismo las que existieron en las vías a la Suiza, el Crucero, el frontino y la de Samaria. Por Montegrande y la Castalia, por la camelia y limones, en la vía a Sevilla, y por la vía actual al alambrado, ruta de la antigua estación del tren. Se recuerda igualmente las pequeñas fondas en las vías de Río Lejos por la que pasaron las mulas que cargaban la madera para el ferrocarril y la de Barragán que aún sobrevive al paso del tiempo como fiel testigo del acontecer interdepartamental de Quindío y Valle, con la serena complicidad del río Barragán y/o La Vieja.

Fonda La Rochela en la vereda de Burila – Foto por MTB
En las antiguas entradas al pueblo, por “la calle del recreo” se recuerda con nostalgia la tienda-fonda “Luna Park”, de don Luis Piedrahita y, en la entrada por la camelia y el actual barrio Lleras, por el camino por donde entraron las campanas de la Iglesia a lomo de mula pasando por el cementerio, hay quienes recuerdan también con nostalgia y cierto humor negro , la fonda-tienda que se llamaba “el final”, que tenía una ubicación un tanto macabra por su cercanía al cementerio y al sitio en el que en esa época, funcionaba el anfiteatro, en donde según cuentan, algunos feligreses se tomaban el aguardiente o la cerveza, unos para celebrar la despedida y otros para calmar la pena por la pérdida de un ser en especial, recién pasaba el entierro.
Y nos dice Manuel Tiberio en su escrito como nostálgica sentencia: “Ya no quedan muchas fondas amables y llenas de sabor añejo. En las fondas del ayer, los «estantes» o «entrepaños», estaban siempre llenos; más allá, en un sitial de privilegio, la vitrola junto a los discos de 78 r.p.m. – la pasta con las canciones viejitas, con aquellas melodías llama – recuerdos -. Los taburetes de baqueta, la lámpara (caperuza) Coleman, la guitarra amiguera colgada y a la vista, presta para la mano sabiamente evocadora. En un rincón más alejado, la enjalma olorosa a caminos desandados y detrás del mostrador el cantinero amable que conocía a todos y que maliciosamente «sonaba» el disco que aligeraba el alma y el bolsillo de los que por allí arrimaban”.

Luis Carlos González, oriundo de Pereira y uno de los mejores compositores de la música colombiana, en su bambuco“Las fondas camineras” , nos dejó también esta semblanza:
“Sobre el pecho del camino/ que muerde polvo y cansancio/ es la fonda bisabuela/ que bosteza su retardo,/ quieto espolín desprendido/ de recio tropel de cascos/ que pasó rompiendo estrellas/ fatigados por el diablo.”
Y sigue el poeta mayor con su canto de nostalgia:
“Huellas rotas de herraduras/ tolda limpia, grito largo,/gallardo sudor labriego/ aguardiente, tiple y dados,/ sobre el terrón de mi patria/ son las fondas, ya sin cantos/ adiós de gloria viajera/ sobre relojes descalzos.”
Hoy, en estos tiempos “modernos”, tan solo nos queda el rumor de los versos del maestro Luis Carlos y el recuerdo que destilan sus bambucos y queda también la pregunta de Manuel Tiberio que Él mismo termina por responder con cierta tristeza diciendo: “Ya… no quedan esas «fondas» a la vera de los caminos de herradura,…, “Se fueron las fondas camineras con olor a nostalgia y gente buena.”…fueron borradas del paisaje por el inevitable progreso”,*
*Manuel Tiberio Bermúdez: “Las fondas camineras”
**Rafael Alonso Mayo en “La historia de Antioquia a lomo de mula”
Escrito por Guillermo Escobar Baena, en Samaria, Pueblito de la cultura cafetera, en el “Mirador de los vientos”. 25-02-19
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