Edición 103

GARDEAZÁBAL EN LA FILCALI: EL PAPAGAYO ESTÁ PICOTEANDO MI CÓNDOR.

By 11 de noviembre de 2025No Comments

Arrierías 103

Manuel Tiberio Bermúdez

Hacía rato que no lo veía. Como siempre, venía rodeado de personas que le admiran, le aprecian y que están presentes en los lugares donde el escritor es invitado a compartir su pensar, su sentir, a hacer gala de su irreverencia que el paso de los años no aminora.

Me acerqué a saludarlo. Primero, una palabra amable para rememorar la amistad; después, un comentario cordial para acompañar el saludo y finalmente, una observación aguda sobre la vida que ha transcurrido para ambos.

Me gustó volver a mirar los ojos de Gustavo Álvarez Gardeazábal, en los que se asoma la travesura de quien ha sabido vivir sin limitaciones y en los que la inteligencia del pensador que es tiene un brillo especial.  

Me complací de ver a ese ser humano de pequeña estatura física pero de gran altura intelectual, en el que se conjugan la bonhomía, la manera particular de ser rebelde, y donde habita la amistad sin dobleces; pero sobre todo, donde reside el pensamiento crítico que no hace concesiones a nada ni a nadie.

Una camisa colorida contrastaba con el gran ramo de rosas amarillas que traía cuando arribó a la carpa “El Valle y sus letras”, a la que estaba invitado para una firmatón de sus libros.

Gustavo Álvarez Gardeazábal – Foto Luis Carlos Acosta.

Me ubiqué a un lado de la tarima para escucharlo. Saqué mi grabadora, en la que busco apoyo para mi trasegada memoria, y me dejé llevar por sus palabras. Mientras hablaba, recordé cuando trabajé en su administración como gobernador en la Oficina de Comunicaciones. No pude contener una sonrisa al recordar una anécdota muy especial de un momento vivido con Gustavo cuando fue mandatario departamental.

Cedo el turno a Pedro Luis Barco, quien en el lanzamiento de mi libro Gracias a Dios, soy montañero, que lleva prólogo de Gardeazábal, la contó así:

«Cuando Manuel Tiberio trabajó en la Gobernación del Valle con el escritor Gardeazábal, este un día le dijo: “Hombre, Tiberio, a vos que te gusta editar los conversatorios, por qué no te inventas una promoción para pasarla por televisión invitando a las fiestas de Ricaurte”.

Ni corto ni perezoso, Manuel Tiberio hizo un video promocional para la televisión regional en donde aparecían varias parejas bailando salsa, muchas chicas en bikinis diminutos, un desfile de caballos de paso y un lento y garboso derechazo que le propinaba un torero a un astado de Fuentelapeña. Todo esto con la voz de Tiberio, que invitaba a los vallecaucanos a disfrutar de las fiestas de Ricaurte.

Cuando el gobernador vio el resultado por el canal local, el mandatario se fue por todo el segundo piso de la gobernación persiguiendo a Manuel Tiberio con el propósito de enterrarle las uñas, al tiempo que le recordaba a su santa madre. Menos mal que Tiberio se alcanzó a esconder en un baño y al gobernador le bajó la rabia con tizana de cidrón. Lo anterior, porque todo el mundo —menos nuestro agudo periodista— sabía que las fiestas de Ricaurte son las del Divino Ecce Homo y que, por supuesto, son de carácter religioso y no pagano».

Volvamos a lo que estaba: estas fueron las palabras de Gardeazábal ante el auditorio que acudió a la carpa “El Valle y sus letras».

El presidente se fue a torearle el rabo al señor Trump

«Gracias a doña Dilian, que me trajo arriao. Me mandó una carta invitándome, firmada por ella, con la misma letra patoja con la que firmaba cuando era alcaldesa de Guacarí, donde nos conocimos. Le dije: “¿cómo es que no has aprendido siquiera a firmar?” Me dijo que es que ella era médica. Recuerden que los médicos escribían en un idioma que nosotros no entendíamos.

Muchas gracias. Aquí estoy para cumplirle en ese plan. Obviamente, no venía a hablar sobre ningún tema, pero no es normal que uno convoque a una firmatón y asista este público tan nutrido, en un momento en que el país no se siente bien, en un momento en que leer —quién sabe— si sea más importante que sobrevivir, y en un instante en que nosotros no sabemos ni siquiera si nos va a caer encima el asteroide que anda dando vueltas o el gobierno.

En cualquier caso, aquí estamos, y yo estaré todos los días con mi columna diaria por las redes, por algunas emisoras que la retransmiten, por Occidente, que la república, y por no sé cuánta gente más y cuántos periódicos y emisoras, desde Ipiales hasta Riohacha.

No soy de la «jai» bogotana, pero parece que lo que digo sí le rasca el fundillo a más de uno de esa «jai».

Creo que el momento que estamos viviendo es un momento demasiado confuso para poder emitir una opinión positiva o negativa del inmediato futuro, y yo no la puedo dar porque soy optimista sobre Colombia.

Encuentro demasiados problemas para no poderlos negar, pero siempre he creído, y lo he escrito en mis novelas y en mis notas diarias y en mis ensayos, que este es un país que se acomoda a todo, y como tal, al irse acomodando a todo, encontramos la manera de que lo que nos está estorbando lo podamos hasta disimular. Hay mucha gente que está viviendo en cautiverio, porque o no puede salir de su casa tranquila o tuvo que dejar su trabajo porque no podía pagar la vacuna que hay que pagarles a los nuevos dueños de Colombia.

Es una situación que cada vez nos asemeja más a Haití, y, sin embargo, nosotros seguimos creyendo que vivimos en un paraíso y lo decimos en pleno. Y ahora que las sanciones hipócritas de los Estados Unidos se vienen contra un presidente malo o, muy malo, o remalo, de todas maneras se han venido contra una figura que gobierna a Colombia.

¿Qué él lo provocó? Sí, allá se fue a torearle el rabo al señor Trump en Nueva York, pero que ellos vengan a declarar en estado de excepción a un país cuando se meten toneladas de perica por sus narices, pero persiguen es al que la produce, no al que la distribuye ni al que la consume en los Estados Unidos, seguirá siendo hoy, mañana y siempre una injusticia.

Pensando en eso, es mejor recomendarles que lean a Gardeazábal. Por lo menos El Papagayo ha resultado un éxito y está picoteando mi Cóndor, lo que no deja de ser ya un problema.

Muchísimas gracias por venir, muchísimas gracias por leerme, muchísimas gracias por oírme, y mientras tenga con qué, desde el Porce, allá en la lejanía, seguiré haciéndolo, así no vuelva a la ciudad.

Muchas y muchas gracias, y estoy dispuesto a firmar».

Foto Luis Carlos Acosta.

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