
Arrierías 103
Ernesto Pino
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Sucedió en los años 30 del siglo pasado. En un barrio popular de Ciudad de México, el niño Francisco Siria, pobre de nacimiento, fue entregado en calidad de préstamo por sus padres a unos familiares. Nunca fue reclamado y nunca fue devuelto. No tenía la más mínima posibilidad siquiera, de ser un sobreviviente con cierta dignidad de vida. Sin embargo, en décadas posteriores fue conocido como Javier Solís, uno de los eternos ídolos de la canción ranchera mejicana. El mejor intérprete de lo que se llamó el bolero-ranchero.
Si, el mismo que un año antes de su muerte, estuvo grabando un disco en new York y su principal anfitrión fue Frank Sinatra, quien lo lleno de elogios y le prometió el honor de cantar juntos. Sinatra en su opinión, llego a manifestar que Javier Solís era la voz internacional de Méjico, pensando quizás, que, si bien Pedro Infante y Jorge Negrete eran artistas grandes, como cantantes y actores, Javier Solís tenía voz de seda, voz de concierto. Eso sí, Javier Solís, nunca fue buen actor de cine.
Bautizado con el nombre de Gabriel Siria Levario nació el 4 de septiembre de 1931 en Simón Bolívar 165, Ciudad de México, siendo el primero de los tres hijos de Francisco Siria Mora, un panadero, y Juana Levario Plata, una comerciante. A los 6 meses de edad, fue encomendado por su madre a sus padrinos, porque ella, Juana Levario, no lo podía cuidar por atender su puesto de vendedora de aguacates en el mercado de San Cosme en ciudad de Méjico y debía estar lejos de su padre, Francisco Siria, quien era alcohólico y un esposo violento. Paso el tiempo y el niño nunca fue reclamado por sus padres. Sus padrinos, Valentín, hermano de Juana y Angela López, su esposa, sabiendo que no podían tener hijos de forma natural, se aferraron al niño y construyeron el hogar deseado. El niño siempre supo su origen, pero reconoció indudablemente a Angela y Valentín como sus padres. Nunca le importó la paternidad de los padres biológicos.
Angela su madrina y madre sustituta, murio cuando el niño tenía 10 años. Huérfano dos veces en tan corto tiempo, compensó la tristeza y la pena con el trabajo infantil y adolescente en multitud de oficios.

Valentín, su nuevo padre, lo retiro de la escuela y se lo llevó a compartir su oficio de panadero y a vivir muy temprano la vida del comercio y de la calle. Fue panadero, cargador de mercados, empleado de gasolinera, lavador de carros, mecánico y carnicero por mucho tiempo. Sus amigos más cercanos de la escuela, cuentan que Gabriel cualquier dia empezó a entonar tangos que escuchaba en la radio. Lo recordaban mucho cantando “El penado 14”, uno de los tangos más tristes de la época en la voz de Agustín Magaldi. Y lo recordaban también trepado en una higuera, en plena avenida Observatorio de Tacubaya en Ciudad de Méjico: subía hábilmente al árbol, se acomodaba y les cantaba a sus amigos que desde abajo le sonreían y le aplaudían. Ya tenía incorporado el toque tristón de los tangos como una expresión autentica de su vida. Sus amigos y el canto le ayudaron a sobrevivir a su desventura.
Cualquier oportunidad era buena para cantar. Alguna vez, de balde con sus amigos vieron a la actriz de moda, Pituka de Foronda, la reconocieron en plena calle tirando un helado apenas probado por sus famosos labios. Lo recogieron con sumo cuidado y se lo repartieron, mientras Gabriel le cantaba desde lejos el bolero “Rayito de luna” del trio Los Panchos, famosos para la época: “Tú diste luz al sendero/ en mi noche sin fortuna/ Iluminando mi cielo/ como un rayito claro de luna…
Se rebuscaba el dinero cantando en los billares de cafetín, pero siempre terminaba expulsado por ser menor de edad. Después de los billares, Gabriel lo intentó en las carpas y en los bailes que se organizaban en el barrio. Asi llegó al teatro Salón Obrero, que empezó a frecuentar hasta que un dia por molestar, le rogó a su amigo Maleno López, que le pidiera al animador del baile, que lo dejara cantar. El animador aceptó y Gabriel con mucho miedo, subió a la tarima y cantó “Dos gardenias para ti”, que estaba de moda en la voz de Daniel Santos con la Sonora Matancera.
Si usted tiene talento para cantar y quiere seguir ese rumbo, enamórese primero.
Las verbenas en Méjico son unas festividades muy populares al aire libre que se celebran en todas partes, especialmente las pregonadas en la última quincena de diciembre. Gabriel, echándole ojo a la Enriqueta, la jovencita que luego fuera su primera mujer, se aprendía los boleros de moda para cantarle. Ella diría después, que se enamoró no tanto de Gabriel si no de su voz, sin saber que claro, esa misma voz seria famosísima años después. A propósito, se casaron, el con 19 años y ella con 21. El firmó como Gabriel Levario, cuando realmente se llamaba Gabriel Siria. Era un documento que salió falso, producto del resentimiento que Gabriel tenía con sus padres biológicos. En los países latinos la informalidad ha sido un sello de comportamiento social, apoyada en la pobreza de las familias que además de numerosas han sido muy inestables. Asi es, que después de muchos años, Gabriel se encontró con su hermano menor Jesús, quien era un artista popular y posaba de cantante y bailarín callejero. Se encontraron en una calle anexa a la famosa Plaza Garibaldi. Paso el tiempo y Jesús, ya cuando su hermano era el famoso Javier Solís, se cambió el nombre por el de Arturo Solís.
Gabriel sabía que tenía buena voz, pero sin sello propio. Con los días, se le apareció un fantasma que lo acompañó mucho tiempo: ser imitador de Pedro Infante, el gran cantante y actor mejicano que se encontraba en el pináculo de la fama. Cuando los grupos de mariachis no tenían cantante, acudían a Gabriel para que les diera una mano. El mariachi, era el rebusque de los artistas desconocidos como él. Tanto, que muchas veces apareció con el traje de charro y sin la pistola, simplemente porque no la podía comprar en una época en que a los artistas de serenata les pagaban por canción. Era un trabajo como el de cualquier obrero de la economía popular. (Un mariachi, es un conjunto de músicos que interpretan musica tradicional. Se caracteriza por el uso de instrumentos como la trompeta, violines, vihuela, guitarrón y guitarras, expresando un amplio repertorio de canciones que narran historias de amor, la vida rural y la celebración de la cultura).
Dando vueltas y revueltas con los mariachis, en uno llamado Metepec, Gabriel conoció a la primera persona importante de la farándula nacional. Se trataba de Federico Baena, compositor de grandes canciones mexicanas, como los boleros “No me olvides nunca”, “Cuatro cirios” (que interpretaría después como Javier Solís). De Baena, vino el primer elogio de su voz, quien lo escuchó en una presentación del mariachi Metepec y quedó deslumbrado con un humilde cantante llamado Javier Luquin: “El color de su voz era bellísimo. De tenor, pero no dramático. Matizaba precioso. Cantaba fuerte conservando lo suave”. ¿Porque Javier Luquin? Porque el veterano del mariachi, compañero suyo, le aconsejo que un cantante con un nombre como Gabriel Siria nunca podría florecer y lo llamo Javier Luquin. (Ver “El señor de sombras”. José Felipe Coria).
Convencido de su talento y con el ánimo en el cielo, se vinculó al Guadalajara de Noche, un centro nocturno reconocido por sus shows artísticos, ubicado nada menos que en la Plaza Garibaldi. Alli empezó a ganar más, sin tener sueldo fijo, pero recompensado con las propinas. Ya tenía 20 años, se llamaba Javier Luquin, vivía del oficio y tenia varios hijos pequeños. Mucho le rendía, al joven panadero, al joven carnicero. El que había nacido sin saberlo, con un monstruo de fuego en la sangre que cantaba como los dioses.

La aparición del bolero ranchero.
Todos están de acuerdo que el bolero es un género musical de origen cubano, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2023 como género tradicional en Cuba y México. Pero también se está de acuerdo en que el bolero típico cubano surgió alrededor de 1840 y se acepta que el primer bolero fue Tristezas, escrito por el cubano José Pepe Sánchez en Santiago de Cuba en 1883.Esa pieza dio origen formal al género con el acompañamiento musical clásico de guitarras y percusión. También muy popular en todos los países hispanoamericanos. Tanto en Cuba, pero sobre todo en Méjico, este género musical tuvo un aliado poderoso en la aparición y consolidación de la radio y posteriormente hizo parte del ciclo dorado del cine mexicano. Eran los años 40 y 50 del siglo 20. Época grandiosa marcada por la aparición de grandes compositores. Solo para mencionar algunos: Manuel Ponce, el arreglista de Cielito Lindo y La cucaracha. Luis Demetrio, compositor de “Si Dios me quita la vida” (Solís la cantó con mucho éxito). Alberto Domínguez (autor de Perfidia y Frenesí). Consuelo Velásquez (autora de Bésame mucho). Álvaro Carrillo (autor de Sabor a mí, que después dio lugar a una película protagonizada por José José). Y el más grande de todos, Agustín Lara (su lista es interminable, solo menciono Granada, María Bonita, Solamente una vez).
Ya se habían instalado en la mente de los mejicanos, los boleros cantados por tríos. Solo para mencionar algunos: Los Panchos (Sin ti, Rayito de luna, Un siglo de ausencia. Los tres diamantes (Miénteme, La gloria eres tú, Historia de un amor). Los Tres ases (Contigo, Piensa en mí, Vereda tropical). Al lado de los boleros románticos por naturaleza, emergió lentamente un nuevo género, llamado el bolero ranchero. Un hibrido, nacido del encuentro del bolero cubano y la ranchera mexicana. Su interpretación se sustenta fundamentalmente en guitarras, vihuelas, guitarrón, violines y trompetas. Es una melodía con un ritmo lento o moderado, con expresiones románticas, pero acomodada a los festivos instrumentos tradicionales de los mariachis.
Indudablemente, los tres grandes del bolero ranchero, tan vigente, tan cantado en América Latina, además de Méjico, son Jorge Negrete, Pedro Infante y Javier Solís. Los dos primeros coincidieron en tiempo y en arte. Eran contemporáneos y los dueños absolutos del celuloide. Cuando Javier Solís iniciaba su carrera ascendente, Negrete e Infante estaban, sin saberlo, terminando las suyas. Negrete murio a los 42 años víctima de una cirrosos hepática, igual que el gran José Alfredo Jiménez con 47. Infante también se fue muy joven con apenas 40 años, accidentado en su propia avioneta.
Una nota sobre los precursores del bolero ranchero, que le dejaron el espacio ya iluminado a Javier Solís.
Jorge Negrete, el charro cantor, el actor y poliglota. Fue uno de los tres grandes del bolero ranchero junto a Solís y Pedro Infante. De familia ilustre y con buenas incursiones en la musica operática. El mismo al que la vida artística se le presentó detrás de una puerta: Estaba con sus amigos en plena Alameda Central de ciudad de Méjico, cuando paso una mujer desconocida con un perfil fabuloso, Jorge encantado la siguió. Ella entró a un edificio y Jorge detrás. Se encontró de frente con quien Jorge creía que era el padre. Que queria, le dijo el señor y Jorge nervioso y mirando la oficina de enfrente, le respondió que queria cantar. Se trataba de José Pierson el profesor y dueño de una academia de canto. Ahí se quedó. Negrete se volvió famoso con su voz y a la chica nunca más la volvió a ver. Como pasa a veces, cuando se nos aparece un fantasma del destino. Para sintetizar, algunas de las grandes canciones de Negrete son, Ay jalisco no te rajes, Paloma querida, Méjico lindo y querido y Juan charrasqueado.
Seis años más joven que Negrete, irrumpió Pedro Infante con mucha fuerza por sus actuaciones como actor y cantante. Un artista de la entraña del pueblo (hizo trabajos de peluquería y carpintería) que a través de sus películas de charro y aprovechando su origen popular se metió en la sala y en los cuartos de los hogares mexicanos. Un hecho casi desapercibido asi lo ratifica: su versión de Las mañanitas, la canción que celebra los cumpleaños en América Latina, es la más popular de todas.
Para la época, en Méjico, existían cuatro grandes disqueras las cuales competían salvajemente, aprovechando que todos podían grabar las canciones que salían al mercado, al no existir exclusividad. Por ejemplo, el bolero Cien años, fue grabado por muchos cantantes, pero la versión que se impuso después de muchos años, fue justamente la de Pedro Infante. Si salía una buena canción, los directores artísticos de las disqueras, buscaban otro cantante que lo pudiera hacer mejor. Esa condición del mercado, también explica en parte, porque a la muerte de Negrete y de Infante, el espacio musical para Javier Solís estaba hecho: Según los críticos, querían una media voz entre la sensiblera de Infante y la potente de Negrete. Esa era la de Javier Solís.
Javier Luquin, tenía esa media voz, pero como su presencia apenas se vislumbraba, la misma solo le servía para imitar a Pedro Infante. Un imitador podrá ser muy bueno, pero nunca podrá superar a quien imita.
Personificado de Javier Luquin y mientras le llegaba el premio mayor, le tocó por unos pesos más, asumir de jefe de pista, animador, cantante y boxeador. Asi fue en el cabaret El Otro Mundo, un sitio concurrido pero que no escapaba a ciertas esquinas sórdidas, oscuras, de luces tenues y a las broncas de algunos que además de ser malos borrachos, no querían pagar las cuentas. Alli aparecía su otrora oficio de boxeador.

El bautizo de Javier Solís.
Ya estaba en otro bar trabajando como cantante. Un night club, más decente, con clientela más distinguida. Dos versiones existen. La primera es que un cliente habitual, de aspecto de ricachón con sombrero texano y gran fanático de Javier, lo convenció de cambiarse el Luquin por Solís. “Claro le dijo, eso es lo que te falta, para ser un grande”. La otra versión, dice que nuestro artista trabajaba con el mariachi, pero no intimaba con los músicos. Y se volvió costumbre que al verlo le decían “Ahí viene Javier el solista”. Él se enfadaba y los otros más lo molestaban. Por sugerencia de sus hermanos cuando fue a grabar a la disquera Columbia, decidió que su nombre artístico era “Javier Solís”. Era la forma, como el mismo lo expresó, que “si quería triunfar, debía romper con todo mi triste pasado. ¿y por qué no, empezar cambiándome el nombre?” (Ídem).
Alli en el Azteca, le llegó lo mejor. Primero fueron Los Panchos (el ya famosos grupo cantante de boleros), quienes le pidieron que cantara para ellos los grandes éxitos del trio (Caminemos, Rayito de luna, No me quieras tanto…) y satisfechos lo recomendaron a los directivos de una disquera. Luego llegaron los manager de Columbia Récords. Lo escucharon de manera anónima y esperanzados lo citaron a una prueba.
Su primera grabación en disquera fue la canción Porque negar en 1956, como cantante exclusivo de Columbia. Aunque el disco vendió de manera sorprendente, es una versión muy aproximada a la voz de Pedro Infante. El fantasma del ídolo lo perseguía. A partir de alli, Javier Solís se convirtio en un laboratorio musical. La orden ejecutiva, era buscarle un sello propio a su voz y erradicar cualquier raíz musical de Pedro Infante. Era lógico, muchos años Solís, se había dedicado a imitar con perfección a Infante. Dia tras dia, ensayo tras ensayo. En esas estaba cuando el lunes 15 de abril de 1957, Pedro Infante murió estrellado en su cuatrimotor. El dia 17 Javier como otros cantantes, despidió a su ídolo cantando sus canciones. Era Pedro 2 cantándole a Pedro1. Infante se volvió mito y claro, no resistía un imitador por bueno que fuera. Casi lo echan o mejor casi le rescinden el contrato. Solo la porfía de un ejecutivo de la compañía, Felipe Valdez Leal, quien de incognito la primera vez que lo escuchó en el Azteca, creyó no haberse equivocado; lo sostuvo y siguió creyendo en Javier Solís. Esa es la habilidad o mejor la genialidad no reconocida de los directores artísticos, que siempre están detrás de las grandes figuras del canto.
En la cuerda floja como artista, y prendido apenas del pañuelo con la Columbia, decidió probar suerte con una caravana teatrera de los Hermanos Valdez, que recorría muchas ciudades de Méjico. Cuando le cantaba a este público popular, él era consciente de la necesidad de sacudirse de la influencia de Pedro Infante.
A su regreso de la gira teatrera, la disquera de dio un ultimátum, dos meses más y si no pasa nada quedaba fuera de la nómina. Valdez Leal, su protector, buscó la ayuda del notable arreglista y compositor Rafael Carrión. Su tarea era descubrir por fin el talento y la voz propia de Solís, con la canción “Lloraras, lloraras”, hecha exclusivamente para Javier.
Carrión en el estudio de grabación con los mariachis, se sentó frente al piano y empezó a teclear, a escribir y a tachar sobre las partituras. Solís lo escuchaba, cantaba, repetía, se devolvía, frenaba, subía, bajaba… se grabó la cinta. Carrión la escuchó y sin decir nada entendió que Solís seguía cantando como Infante. Se paro decidido y le pidió a Valdez Leal que contratara a los mariachis el tiempo que fuera. Valdez aceptó. Carrión llamó a Solís, le puso las manos sobre los hombros y le ordenó, mirándole a los ojos “Javier olvídate de Pedro, canta como tú”. Grabaron la nueva versión. Carrión la escuchó con atención y sus cejas se arrugaron, seguía el fantasma de Pedro en su voz.
Carrión llamó de nuevo a Solís le puso la cinta y le dijo: escucha esta estrofa, ese es Infante, ahora escucha esta… ese eres tú. Siguieron el ensayo hasta que media canción era la de infante y media canción era la suya. Llamó de nuevo a Javier y le dijo escuchando la grabación: a este es a quien tienes que imitar. Te ordeno imitarte. Volvieron a repetir más y más hasta que el mismo Javier entendió donde cantaba como Infante y donde cantaba como él.
Carrión llamó al ingeniero de sonido, cuadró los mariachis y dio la orden de la última grabación. Se reunió todo el grupo para escuchar la grabación. Carrión dijo “perfecto”. Todos aplaudieron y Carrión abrazó a Javier y le dijo “a partir de hoy imita a este señor en todas tus canciones”.
La cinta grabada le fue entregada al promotor Valdez Leal. “Es un éxito dijo”. Asi fue. Récord de ventas de la canción “Lloraras, lloraras”. El cantante: Javier Solís.

Mas tarde le llegó la prueba mayor a la cual complacido se sometió Javier: Cantar los valses que había cantado Pedro Infante. También lo logró con su propia voz. Podía cantar temas famosos en la voz de Infante: Club verde, Julia, Noche azul. Aquellos que indudablemente no fueron sus mayores éxitos, pero si le demostraron que el fantasma de Pedro Infante ya había desaparecido.
En adelante, su vida artística se desarrollaría intensamente en los estudios de grabación. Los productores lo sometieron a un régimen estricto de trabajo, tal vez pensando que no se podía repetir la historia de Infante y de Negrete, que habían partido todavía muy jóvenes y también pensando en el negocio discográfico y en una voz que, estaban seguros, era el reemplazo de los grandes de la canción mexicana. De esa manera, Solís, interpretó con su estilo de bolero ranchero a los mejores compositores de la época: Agustín Lara, María Grever, Luis Arcaraz, Rafael Hernández, Pedro Flores, Los Panchos, José Alfredo Jiménez, etc.
Hacer un listado de sus éxitos es una tarea difícil por la cantidad de canciones grabadas y que tuvieron un alto nivel de calidad y de ventas. Mencionemos algunas: Luz de luna, Esclavo y amo, En tu pelo, En mi viejo San Juan, Tu voz, Entrega total, Que va, Si Dios me quita la vida, El loco, Cuatro cirios…
Y por supuesto dos canciones que marcaron su estilo y su fama: Payaso y Sombras.
Payaso, fue un bolero ranchero que nació como producto de la obsesión que mantenía Solís con el espectáculo del circo y especialmente con los payasos. Solís, quien ya protagonizaba muchas películas que reproducían sus canciones más famosas, le confesó a Fernando Maldonado, uno de sus arreglistas y productores, su sueño de hacer una película donde el centro de todo fuera el circo. Javier le regaló una entrada para el circo Atayde: “Al asistir a la función, reconoció a Javier en uno de los payasos que cantaba a medio camino entre la risa y el llanto, con un mariachi, disfrazando su propia voz. Su idea era que Maldonado compusiera una canción basada en la vida de los payasos. Uno de ellos arrinconado y con tristísima expresión, le contó que su mujer lo había abandonado y se había llevado a sus hijos. La platica continuó por largo rato y a Maldonado comenzaron a fluirle imágenes, frases, un arreglo con muchas cuerdas y trompetas en sordina, para los tres o cuatro matices, que Javier podía lograr: En cofre de vulgar hipocresía/ante la gente oculto mi derrota/payaso con careta de alegría/pero tengo por dentro el alma rota… En su grabación y de manera instintiva, Javier lanzo una carcajada, que no estaba en el guion de la canción. El ingeniero quiso repetirla para corregir, pero Maldonado se opuso y asi quedo la canción para siempre (Ver “Que muchacho tan encantador” de “El señor de sombras”. José Felipe Coria”).
Sombras, es quizás su mejor canción. Recordemos que Javier Solís, realmente se inició en el canto zumbando tangos. Eso lo sabía su productor Valdez Leal, quien tenía una corazonada con Sombras, un tango de Francisco Lomuto y José María Contursi. Dicen que Valdez escondía una fijación con este tango, que era del gusto total de su padre, un tango grabado en 1943. Un tango con una letra rotunda que alterna la pasión del amor con el sacrificio de la muerte. ¿Qué tal hacer una versión de Sombras en bolero ranchero? Valdez, inspirado con la idea, hizo un equipo de talentosos para llevar a cabo el proyecto: dos músicos, Rafael Carrión y Gustavo A. Santiago. Su misión era convertir un tango conocido en un bolero famoso. Santiago el arreglista, al concluir su labor con gran esfuerzo en el año 1965, diría jocosamente que le había tocado “destrozar el tango” para convertirlo en bolero, sin imaginarse siquiera, que esa sería la canción más importante de Javier Solís en su historia de artista, canción que el cantante no pudo disfrutar lo suficiente. Solís murio en 1966, tan solo un año después de la grabación de Sombras. Sombras como canción identificó de tal manera a Javier Solís, que después de su muerte, los niños mejicanos, cuando lo escuchaba o lo veían en los afiches, lo reconocían como “el señor sombras”.
A propósito de los tangos convertidos en bolero, hay muchos y algunos con versiones que se han vuelto memorables. Sombras es una magnificación. Pero también se pueden mencionar los siguientes: Las cuarenta, un tango de Roberto Grela, que trascendió como bolero en la voz de Rolando La serie. Niebla del riachuelo, un tango de Juan Carlos Cobian y Enrique Cadicamo, que se transformó en un magnífico bolero en las voces de Andy Montañez e Ismael Miranda (sin duda, una canción hermosamente triste). Por la vuelta, el tango de Enrique Cadicamo, se convirtio en un canto romántico en la voz de Felipe Pirela. Adiós pampa mia, el famoso tango de Mores y Canaro, es un bolero imperdible en las voces de Gigliola Cinquetti y el Trio Los Panchos. En esta tarde gris, el tango de Mariano Mores y José María Contursi, alcanzó un vuelo especial en la voz de Rocío Durcal. El mismo Sombras, además de la extraordinaria versión de Javier Solís, tiene una magnifica versión en la voz del cantante de los cantantes, Héctor Lavoe.
Solís en el año 1966, tenía 34 años y estaba en el vértice de la fama. Era el mejor intérprete del bolero ranchero, su voz había desplazado el sentimiento mejicano de los ídolos Negrete e infante. Sin ser un gran actor, ya había filmado 33 películas, hechas la mayoría para que Solís luciera las canciones que ya el público cantaba en las calles y en los hogares y para llenar el bolsillo de los productores. Un mes antes de morir, Solís ya tenía en sus manos el guion cinematográfico de Payaso y una intención profunda de llevar al cine el tema de Sombras. Sin embargo, su fin le llegó de pronto por una enfermedad aparentemente manejable. Javier Solís falleció el 19 de abril de 1966, a las 5:45 horas por un fallo cardíaco a consecuencia de un desequilibrio electrolítico producido por la colecistectomía (procedimiento quirúrgico para extirpar la vesícula biliar). (Ídem).
Aquel 19, como la canción de la Sonora Matancera que canta Alberto Beltrán, Méjico se convirtio en un caos doloroso. Todas las emisoras durante ese dia hicieron sonar las canciones de Javier Solís. Méjico de nuevo estaba de luto por uno de sus grandes artistas. El triunfo y la tragedia siempre serán parte de la misma moneda en la vida de los seres humanos, pero solo serán sensibles y evocadas en la vida de los artistas. Al dia siguiente, como estaba programado, las radios difundieron la canción “El ultimo organillero”, esa si de verdad la última del cantante. ¿Era una canción premonitoria? Por lo menos la letra asi lo manifiesta: En esta noche/en que la muerte espero/ sigue tocando/ amigo organillero/ sigue tocando/ amigo organillero… Un año después una de sus seis mujeres, que gozaron y sufrieron su intimidad, la conocida bailarina Yolanda Mollinedo, se suicidó escuchando las canciones de Solís.
Había muerto un ídolo y nacido una leyenda. Han pasado más de 60 años y la voz de Javier Solís se resiste al olvido y más bien, tanto los mejicanos como los latinoamericanos siguen escuchándolo y rindiendo tributo a su famosa media voz, que podía cantar lo que le diera la gana. Para finalizar nos queda la prueba más elocuente, la foto de Sinatra con sombrero mejicano abrazando a Solís. En 1965, Frank Sinatra, en su cumpleaños en Acapulco, buscaba ansioso a Javier Solís, para que fuera su emulo, su voz en español para el mundo.

Escuchemos y cantemos, su opera prima, Sombras.
SOMBRAS
Autores: Francisco Lomuto y José María Contursi
Arreglos: Gustavo A. Santiago y Fernando Maldonado.
–
Quisiera abrir lentamente mis venas
mi sangre toda
verterla a tus pies
para poderte demostrar, que más no puedo amar
y entonces
morir después
–
Y, sin embargo
tus ojos azules
azul que tiene el cielo y el mar
viven cerrados para mí
sin ver que estoy aquí
perdido
en mi soledad
–
Sombras nada más
acariciando mis manos
sombras nada más
en el temblor de mi voz
–
Pude ser feliz
y estoy en vida muriendo
y entre lágrimas viviendo
el pasaje más horrendo
de este drama sin final
–
Sombras nada más
entre tu vida y mi vida
sombras nada más
entre tu amor y mi amor
–
Qué breve fue
tu presencia en mi hastío
qué tibias fueron
tus manos, tu voz
como luciérnaga llego tu luz
y disipó las sombras
de mi rincón
–
Y yo quede
como un duende temblando
sin el azul
de tus ojos de mar
que se han cerrado para mí
sin ver que estoy aquí
perdido
en mi soledad
–
Sombras nada más
acariciando mis manos
sombras nada más
en el temblor de mi voz
–
Pude ser feliz
y estoy en vida muriendo
y entre lágrimas viviendo
el pasaje más horrendo
de este drama sin final
–
Sombras nada más
entre tu vida y mi vida
sombras nada más
entre tu amor y mi amor.
–
Sevilla octubre de 2025.


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