
Arrierías 101
S. Calina Varela Castro – Psicóloga de la Universidad Católica de Pereira
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El cine, la televisión y las redes sociales han sido espacios donde los estereotipos y roles de género tradicionales se exponen de manera constante e insistente, dejando en ocasiones pocos lugares para lo diferente. Aquello que se sale de la “norma” se convierte entonces en motivo de burla, exclusión e incluso de exterminio, como ocurre con la violencia de género y la explotación de la naturaleza. En suma, es la vida lo que está en juego. En consecuencia, el ecofeminismo propone poner la vida y el cuidado en el centro.
La extracción de materias primas y recursos naturales está atravesada por un discurso extractivista que sitúa el dinero en el centro, ignorando o minimizando los daños medioambientales a largo plazo. Existe así una similitud entre la destrucción del planeta y la opresión que viven las mujeres (García, 2022). En este sentido, el ecofeminismo denuncia cómo la economía dominante ve la naturaleza como un recurso a explotar y los cuerpos de las mujeres como instrumentos al servicio del capital. Frente a ello, las ecofeministas plantean una mirada basada en el cuidado y la sostenibilidad de la vida.
Este sistema de producción y “progreso” genera pasivos ambientales, es decir, una deuda ambiental casi imposible de reparar. Considerar “desarrollo” prácticas como dejar la tierra infértil por el uso de monocultivos y agrotóxicos, contaminar fuentes hídricas, modificar semillas y otros organismos —como el ganado— con el fin de aumentar la producción de alimentos carentes de aporte nutricional debido a su origen genéticamente modificado, es parte de esta lógica. Se trata de una mercantilización de los territorios-cuerpos que beneficia económicamente a unos pocos, pero destruye todo lo que toca.
Por ello, la propuesta ecofeminista insiste en mantener la vida en el centro, así como en considerar el cuidado del territorio y del medio ambiente como pilares fundamentales de una transformación que exige dar un giro al discurso del “progreso” que pasa por encima del bienestar colectivo, deforesta y minimiza el valor de las prácticas de cuidado, como el trabajo doméstico.
Referencia
García Maestre, S. (2022). Poner la vida en el centro. Práctica artística de resistencia ecofeminista.
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