Arrierías 99

Francisco A. Cifuentes S.

Para Diego, Carolina, Julián, Jairo y Mario

! Que me brindaron este majar ¡

Palabras clave: Historia, literatura, arte, memoria, academia, iconografía, infraestructura y desarrollo.

Introducción

“… los lugares que visito pueden encontrarse en el mapa sin mayores problemas y a todos ellos se puede llegar sin dificultades. Sin embargo, yo también viajo a un lugar imaginario: a los mundos que fueron y no fueron, que existieron y no existieron, que desaparecieron y siguen estando allí, y que de una manera extrañada y silenciosa seguimos habitando”. (MORO, Tomás. “Utopía”, citado por EDÉ, Miguel. “Entre el imago y las ruinas”. En: Revista de la Universidad de México. Mayo 2025. P. 140)

El presente escrito es una síntesis y un híbrido acerca de una visita a la ciudad de México y algunas partes del Estado de México, una serie de registros sobre las experiencias, visiones e impresiones que se producen en un visitante en particular. En este sentido, no es ninguna investigación en los términos cualitativos o cuantitativos de las ciencias sociales y su forma y contenido mucho más academicista. Por lo tanto, nos permitimos combinar varios géneros de la escritura como son las crónicas de viajes con sus componentes anecdóticos, el tratamiento de algunas fuentes y archivos, con ejercicios mucho más heterodoxos para dar cuenta de lo que es “historiar”, en su concepción de “historier” que en principio significa “observar”.Y así, producir una especie de ensayo por supuesto muy personal.

En consecuencia, se trata de observar la ciudad y su gente, oler la ciudad, sentir su movimiento; palpar las calles, avenidas, puentes, anillos, circuitos, ejes y recodos. Apreciar los objetos y la arquitectura, sentir su ajetreo, escuchar su música, respirar su aire en diversos ambientes, acariciar su naturaleza y ver pasar el género humano por el asfalto, el cemento y las piedras de la gran metrópoli latinoamericana.

La hibridación se produce primero al dialogar sobre la ciudad con mis primos Diego, su esposa Carolina y sus dos hijos, Julián, su señora e hija, Jairo y Mario y el gran “Peluche”, los empleados de American Tactical, las secretarias, gente en las filas de museos y conciertos, los asistentes de negocios, en las cafeterías y las librerías, en los restaurantes y en las universidades, con los conductores de Uber y los taxistas y algunos compañeros de viaje en los aviones. Claro, se requería una preparación anterior basada en los estudios de historia y filosofía latinoamericana, un amor por el arte y la literatura mexicana; todo esto articulado a las actuales lecturas, visiones de documentales y consulta de periódicos, revistas y páginas web.

Al apreciar la ciudad de México con los cinco sentidos mi memoria se retrotrae a una lectura ya lejana del libro “Bajo el sol jaguar” del italiano Ítalo Calvino, que en la versión que tuve de Tusquets su carátula muestra a una bella mestiza de mirada candorosa, con su torso desnudo y sus senos cayendo sobre unas frutas de color rojo. Y pasan por mi mente muchos textos que se refieren a “los artefactos de la ciudad” … cosas, mercancías, lugares, aparatos que también le dan identidad a una urbe. Por ahí me voy yendo hasta encontrar “País de volcanes” en la Plaza Juárez del Centro Histórico y “Pérgola Ixca” escultura en homenaje a Carlos Fuentes, ubicada en la colonia Polanco, obras surgidas de las manos del gran artista español-mexicano Vicente Rojo; esculturas y pinturas que también hacen homenaje a su apellido.

Adentrándonos en la utilización de algunas investigaciones para los propósitos de este texto, cabe recomendar “La historia Oral, una fuente importante para estudiar las migraciones” de Dolores Pla Brugat (p.277y “Un análisis en la historia oral” de Gerardo Necochea Gracia (p.301) ya que parte de este escrito se basa en conversaciones con actuales residentes y visitantes de la gran urbe latinoamericana. Pero, con relación a mi gusto por las fotografías tanto históricas como personales utilizadas para esta memoria de viaje y estudio, es interesante recurrir a “Siluetas sobre la lectura fotográfica” de Rebeca Monroy Nasi (p.317) y “Un camino hacia el estudio de las imágenes” de María del Consuelo Maquivar (p.31) halladas en un magnífico texto en el Archivo General de la Nación de México (CAMARENA Ocampo, Mario y VILLAFUERTE GARCÍA, Lourdes Coordinadores. “Los andamios del historiador: Construcción y tratamiento de fuentes”. Archivo General de la Nación. Instituto Nacional de Antropología e Historia. México.2001).

Con este “andamiaje cultural” nos enfrentamos a “la cultura del maíz”, “la cultura del ají”, “la cultura del mexcal” y “la cultura del maguey” para poder saborear tacos, pozole, mole, chiles, enchiladas, cochinita y birria y rematar con dulces como alegrías, cocadas, palanquetas, jamoncillos y aquellos entre lo picante y lo azucarado. Desde los fritos callejeros de los alrededores del Centro Histórico como lo son Pepito y la Ciudadela hasta llegar a los mejores restaurantes en la Calle Presidente Masaryk (nombrada así en homenaje a Tomás Carrigue Masaryk primer presidente y filósofo checoslovaco) y dentro del edifico Puerta de Hierro.

1.         Entre las pirámides y los museos

“… escritura de fuego sobre el jade, grieta en la roca, reina de serpientes, columna de vapor, fuente en la peña, circo lunar, peñasco de las águilas, grano de anís, espina diminuta

y mortal que da penas inmortales, pastora de los valles submarinos

y guardiana del valle de los muertos… “

(PAZ, Octavio. “Piedra de Sol” En: “Libertado bajo palabra” México. 1957.

https://ciudadseva.com/texto/piedra-de-sol/)

Para estudiar todo lo relacionado con las pirámides de México y su pasado arqueológico y antropológico sería necesario entre otras fuentes buscar entre los 580 mil libros que alberga la Biblioteca José Vasconcelos, los 950 mil materiales de lectura de la Biblioteca de México, la Biblioteca Central de la UNAM, el Archivo General de la Nación, el Instituto Nacional de Antropología de México, el Colegio de México y los centros de documentación de España, Alemania, Francia, Inglaterra y los EE. UU; pero necesitamos muchas vidas para semejante labor.

Por el momento me dejo llevar por mi guía personal Mario “El Peluche” quien es boyacense, bogotano, pereirano y mexicano, con el cual quedamos extasiados ante los mejores monumentos de nuestra humanidad. Especulamos entre nosotros y algunos visitantes de habla hispana: las construcciones se hicieron durante decenas de años, de generación en generación, de imperio en imperio. Se requirieron miles de obreros, toneladas de materiales, jornadas incalculables desde que salía el sol hasta que se asomaba la luna; un grupo muy selecto de arquitectos, ingenieros, astrónomos, astrólogos, sacerdotes y auxiliares tanto en oficios materiales como en los rituales; miles de víctimas y tributarios a los dioses, litros y litros de sangre para alimentar la rueda de la historia, millones de susurros y de cantos herméticos del viento, la lluvia, los animales, los hombres y mujeres que desfilaban ataviados con flores, máscaras y armaduras de piedra, obsidiana, ópalo, ámbar, jade y perlas.

Pensamos en las muchas hectáreas de cultivo para poder alimentar esta tropa de trabadores, guerreros y feligreses. Nos imaginamos los grupos de artistas cuya experticia para trabajar las piedras ha sido cultivada en forma juiciosa de generación en generación. ¿Cuáles eran los visitantes, qué idiomas hablaban, cómo eran sus cantos y sus rezos, cómo serían las fiestas, los desfiles y los sacrificios? Caminamos y caminamos sobre miles de años de historias y nuestra imaginación vuela ya que no hallamos quién nos responda en estas amplias laderas acariciadas por el viento, el agua, el sol y bendecida por los dioses.

Caminando por el Paseo de la Reforma, entre el Bosque de Chapultepec y ubicándonos en Polanco hemos llegado al Museo Nacional de Antropología y de entrada se advierte la grandiosidad de las culturas prehispánicas mesoamericanas y particularmente de los pueblos originarios de lo que hoy es México. Entre piedras, jades, obsidianas, pinturas, grabados, símbolos y plumas nos encontramos en una cámara del tiempo que ellos ya tenían muy bien concebido y calculado en dimensiones muy cercanas a las medidas del reloj atómico de nuestra época. Esta es el diseño, la precisión y el uso del Calendario Azteca o la Piedra del Sol.

Por donde se observe existe un arte, unos artefactos y unas imágenes que nos demuestran su vinculación espiritual con la naturaleza y todos sus seres: ranas, serpientes, aves, felinos, la flora, la luna, el sol, las estrellas y por supuesto la representación de mujeres, hombres, niños, ancianos, guerreros y chamanes adheridos a los otros seres; es decir, en constante convivencia con el cosmos.

Su iconografía, simbología e ideografía nos habla desde tiempos inmemorables. Allí las piedras tienen voz propia. Esas grandes losas tupidas de mensajes, los códices y esa macro lengua yutoazteca conocida como náhuatl nos conecta con muchos saberes antiguos y una serie de misterios que seguirán preocupando a visitantes y científicos durante muchísimos años.

Ya habíamos incursionado en “Noticias del Imperio” para degustar la historia mexicana en forma de novela referida a Carlota, Maximiliano y todo el proceso de la Segunda Intervención Francesa en México, gracias a la maestría de ese prohombre de las letras que es Fernando del Paso. Y cuando se llega al Castillo de Chapultepec no queda más que el asombro ante cuadros, objetos, carruajes, rebeldes y otra vez la sangre que alimenta la historia.

Allí en el Museo Nacional de Historia pudimos compartir con el gran Porfirio Día, los íconos de la rebeldía latinoamericana Pancho Villa y Emiliano Zapata, con los republicanos Francisco Madero, Venustiano Carranza y Plutarco Elías Calle, entre otros constructores de la nación mexicana.

Y para que la historia no nos sigua recordando la realidad de siempre, hemos debido recalar en los lugares de la imaginación y la sensibilidad que nos hacen pensar en otros términos así sea en las épocas anteriores: la abundancia de arte en el Museo Soumaya, fundado por el magnate Carlos Slim en recuerdo de su esposa y loablemente al servicio gratuito de todos los nacionales y extranjeros. Nos saludan David, Miguel Ángel, Moisés, La Pietá antes de continuar entre los mejores representantes de la pintura de todas las épocas. Los santos, las vírgenes, los desnudos, los relojes de Dalí, los claro oscuros, el barroco y las vanguardias nos van integrando a otros mundos construidos con pinceles, cinceles, paletas, colores y luces que hacen que suspendamos el sentido de la cruel realidad para solazarnos con la maravilla de tanto demiurgo.

En el recinto dedicado al artista Rufino Tamayo no solo es todo un museo, sino un parque, un jardín, un espacio de esparcimiento ciudadano para descansar del ajetreo de la gran ciudad, caminar y respirar otros aires. Adentro están los grandes cuadros con los motivos y colores que caracterizan el gran artista nacional que ha hecho escuela, incluyendo los primeros años de nuestro Botero.

Casa del Lago de la UNAM o Casa de Juan José Arreola nos llevó a otra experiencia más postmoderna con la exposición de una serie de videos en homenaje al cineasta Lean-Luc Godard denominada “Sentimientos, signos y pasiones” y colaboraciones de Fabrice Aragno, gracias a la curaduría de Maximiliano Cruz. Esto es magnífico en medio de la arquitectura, el lago y el bosque para otro tipo de apreciaciones muchos más contemporáneas.

Salíamos de ahí para saludar al gran poeta español León Felipe quien estuvo por estas tierras y cuya estatua dignifica el autor de “Elegía” y “Sé todos los cuentos” del que recuerdo estos versos:

“Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto:

que la cuna del hombre la mecen con cuentos,

que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,

que los huesos del hombre los entierran con cuentos,

y que el miedo del hombre… ha inventado todos los cuentos.

Yo no sé muchas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos…

y sé todos los cuentos”.

Después de merodear por el edificio de correos, el Banco de México, el Estanquillo, el Zócalo, ver la estatua de El Caballito, encontrarme con el monumento a Beethoven, el bronce de José Vasconcelos, la Catedral y mucha gente que va y viene, he recorrido despacio las calles estudiantiles donde nacieron la Facultad de Medicina en la Plaza Santo Domingo y la Escuela Nacional de Jurisprudencia en el Colegio de San Idelfonso, porque de tiempo atrás traigo en la memoria “Nocturno de San Idelfonso” de mi admirado Octavio Paz:

“… Barrio dormido.

Andamos por galerías de ecos, entre imágenes rotas:

nuestra historia.

Callada nación de las piedras.

Iglesias, vegetación de cúpulas,

sus fachadas

petrificados jardines de símbolos…”

Por fin ingreso al Palacio de Bellas Artes, monumental, espacioso por fuera y por dentro, mucho mármol, mucha historia, suenan músicas de todas las épocas, están los murales de los grandes de esta nación, pero hoy me hallo con lo mejor del impresionismo y el expresionismo francés: Renoir, Monet, Degas, Manet y Van Gogh, Gauguin, Matisse y mucho más que atraía gente de todo el mundo.

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