Arrierías 98
Manuel Tiberio Bermúdez
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Se fue José «Pepe» Mujica a quien muchas personas en el mundo querían. Su nombre, José Alberto Mujica Cordano, se desdibujó en el afecto que la gente le tenía. Fue un hombre de izquierda sin salvajismos, con un corazón generoso y puesto al servicio de los demás.
Nació en Uruguay en 1935. Su vida fue de aquellas que cincela hombres de pensamientos claros, con ideas provocadoras, con acciones que reinventan al hombre como especie. Su vida se apagó a los 89 años.
«Pepe», fue guerrillero porque creía en la búsqueda de la igualdad entre los seres humanos. Comprendió que cuando la palabra y las acciones pacíficas no convencen, los gritos del fusil, en ocasiones, se convierten en la única forma de expresión de los oprimidos. Su rebeldía le llevó a la prisión durante 13 años. Fue, definitivamente, un batallador, un hombre que amaba la palabra que reivindica, que fustiga y que ayuda a ser mejores seres humanos.
Fue diputado y ministro de ganadería, agricultura y pesca. Posteriormente, fue presidente del Uruguay, desde donde se hizo querer del mundo por la austeridad, por su palabra no que usaba no para engañar sino para enseñar. Quiso que quien lo escuchara reflexionara sobre los asuntos más elementales de la vida. Uso la sabiduría de su palabra para convencer a la gente sobre el poder de las ideas y el respeto por ellas.
Enseñó sobre el amor que perdura por encima de las más adversas circunstancias. Amó y fue amado por su compañera de siempre: Lucia Topolansky a quien quiso desde siempre y para siempre.
En su sangre albergaba la palabra liberación y libertad. Algunos de sus ascendientes participaron en los levantamientos contra opresores como Aparicio Saravia.
Conoció el dolor de sentir como la vida se escapa por los disparos a su cuerpo. Sufrió la tortura que en lugar de quebrantar su voluntad, reafirmó sus ansias de servir a los demás en la búsqueda de la igualdad para todos, en el logro de una vida digna para sus hermanos de planeta.
Beneficiado por una ley de libertad regresó amnistiado a la vida social y en 2009 llega a la presidencia de su país.

Fue un presidente diferente: un maestro de verdades, un expositor de reflexiones que impelía al resto de los hombres, a ser mejores, a ser honrados, a tener concordancia entre la palabra y las acciones. Y aunque pudo contaminarse de burgués rechazó los lujos del poder. Vivió en sencillez que predicaba y lanzó diatribas contra el consumismo exacerbado que guía a la sociedad hoy. Vivió como predicó y eso pocos lo logran.
En su «chacra» humilde recibió a personajes importantes de la vida pública y con ellos compartió su palabra, su sentir, su visión de la vida a la que fue fiel hasta la muerte.
Cuando hablaba sus palabras tocaban el alma de la gente, no solamente la de los que tenían años de vida. No: los jóvenes también eran atrapados por su palabra, los enamoraba saber que había algo más allá de las ansias de dinero; que hay causas por las que vale la pena luchar.
Se fue el hombre que muchos admiramos y para reafirmar su esencia de hombre modesto pidió que lo enterrasen junto a su amada perra «Manuela» un gesto sencillo que reafirma su conexión con lo simple y lo verdadero. Allá el paso del tiempo, que todo lo borra, irá llevando hacia el olvido a un hombre bueno, el mejor título que pude dársele a un ser humano.