Arrierías 89

Mario Giraldo G.

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Gabriel García Márquez, en un viaje de retorno a Macondo, acompañado de su madre (la de él, por supuesto), nos narra, con nostalgia, los recuerdos vividos en su juventud con los abuelos en la novela Vivir para Contarla.

Es una realidad que los recuerdos de nuestra tierra siempre nos acompañarán a través del tiempo; aunque nos alejemos de ella, siempre estarán ahí, en nuestro sentimiento, en nuestra memoria. Recordar aquellos espacios vivenciales juveniles es retornar a un pasado lleno de nostalgias compartidas con nuestros hermanos y amigos de infancia. Las ciudades y los pueblos tienen lugares y espacios que quedan para siempre, permanecen, aunque sufran algunas transformaciones por la modernidad.

La calle del Recreo, la Terraza de Peche, la del cuerpo de bomberos, el Astor, el balneario La Gorgona, La Camelia y otros sitios de solaz, recreación en el río como el charco de la Viuda, Pingo Chiquito en la vereda Zúñiga, eran los más reconocidos y visitados de nuestra época.

Muy particular y especial el famoso Charco de la Viuda, lugar ubicado en la hacienda El Recreo, pues podemos asegurar que fue el primer baño nudista de río en nuestro municipio y muy pegado a las calles del pueblo. Hacienda productora de café y buenos potreros para las vacadas allí constantes, era el sitio de mayor disfrute para los niños y jóvenes de Caicedonia. En período vacacional, día tras día y en temporada de fuerte verano el desfile durante casi doce horas era permanente.

Paseo de río que se caracterizaba porque muchos de los asistentes se bañaban sin pantaloneta, como el Creador los trajo al mundo, sin miradas perversas. Todos éramos amigos, compañeros de escuela o de la gallada de nuestro barrio.

Otro sitio icónico y de permanente visita era Pingo Chiquito con piscina alimentada por el río y construida con base en ladrillos. Una particularidad: era muy visitado por las “niñas” del Balajú, la Mona Vale y demás artistas de la zona frecuentada por los varones del pueblo y criticada, odiada por las damas que oficiaban como novias, esposas o suegras. Las “chicas” arriba citadas podían ir al sitio si pasaban el examen sanitario de carácter obligatorio que se hacía en el hospital Santander. Muchos de los adultos ya muy mayores que leen esta columna, si están libres de pecado, ese en especial de visitas a lugares non sanctus, que tiren la primera piedra.

Hermoso recuerdo de aquellos encantadores amigos a quienes más conocíamos por el apodo que por su verdadero nombre de pila. Todos, compañeros de escuela y luego de colegio, estuvimos ahí.

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