
Edición Especial
Mario Ramírez Monard
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Caicedonia, el “pueblo que nació de una sonrisa de Dios sobre la tierra”, según la frase acuñada por uno de sus hijos, aparece con registro de fundación el 3 de agosto de 1910, fecha que se conmemora cada año y sobre la cual se han escrito varios textos, libros, artículos de prensa o personales ya casi olvidados donde se resalta su evolución histórica, las anécdotas, las vivencias de sus fundadores y de quienes, a lo largo de las cinco primeras décadas del siglo veinte, fueron llegando con sus ilusiones, sus esperanzas, sus familias y esa búsqueda intensa de aquellos colonos por un futuro como bien se canta en su himno: “Bravos hombres de estirpe procera le quebraron la vértebra al monte/ y en su lucha tenaz y altanera dieron luz al inmenso horizonte”, canto que sus habitantes interpretan con fervor y pasión y quienes han tenido que emigrar, por cualquier circunstancia, cantan a viva voz en medio de su nostalgia. (1)


Luis Ernesto Arbeláez — LEA
La colonización antioqueña fue una de las égidas más grandes en la historia del desplazamiento de seres humanos en cualquier lugar del planeta, aun por encima de la famosa colonización del oeste norteamericano que se hizo a sangre y fuego en el sangriento enfrentamiento con los habitantes originales y nativos de la gran nación al norte de América.
Crecimiento desmedido de entornos familiares que obligaron a ese desplazamiento desde Antioquia; la búsqueda del oro de los indios enterrados en guacas, según leyendas o cuentos e historias de pioneros de ese desplazamiento; la violencia política y el comercio que se daba tras el desplazamiento de legiones de hombres y mujeres hacia los cuatro puntos cardinales de nuestro país, fueron —según historiadores, sociólogos y estudiosos académicos— las causas originales de la colonización interna de Colombia con orígenes en una gran región, la Antioquia Grande. (2)
En medio de ese desplazamiento y esas ilusiones de un mundo mejor, llegó a nuestro pueblo uno de los personajes icónicos más importantes en la historia de Caicedonia, don Luis Ernesto Arbeláez. Nacido en Guatapé, Antioquia, el 7 de octubre de 1907, don Luis Ernesto llegó —como lo hicieran muchos de sus paisanos y de otros municipios de aquella región—, en busca de oportunidades económicas en 1925. Inició su vida productiva desde muy joven haciendo oficios menores y enrutando su supervivencia y futuro a través del comercio, actividad esta que le permitió convertirse en un hombre emprendedor, generador de empresas y de empleo y realizador de actividades cívicas que están en la memoria colectiva de nuestro pueblo. Siempre se conoció por sus iniciales L.E.A. (Luis Ernesto Arbeláez) y la gente del común siempre recurrían a él como: —Don LEA, necesito esto, don Lea, ayúdeme es esto, en fin, la cotidianidad fue creando ese nombre que persistió hasta nuestra época donde los mayores lo recordamos con cariño y respeto.
Cinco años antes de su llegada a Caicedonia había salido, también de Guatapé doña Isabel Serna, nacida en julio de 1917, quien sería su esposa, de cuya unión católica en 1935 tuvieron 13 hijos.
Don LEA fue un verdadero ícono del civismo y de la generación de empresas en nuestro pueblo. Con don Bernardo Mejía Botero fundó la empresa de transporte Burila que cubría las necesidades de llevar y traer campesinos y productos agrícolas desde el campo al pequeño poblado para luego regresarlos a su labor, especialmente en la producción cafetera. Llevaba y traía mercancías desde la estación del tren, conocida como Estación Caicedonia, alquiló un pequeño terreno en la hacienda el Carare y allí, donde queda la hacienda la Elvira, parte integral de la gran empresa panelera, hizo el famoso lago de la Elvira. Tuvo una de las primeras estaciones de venta de combustible a la entrada del pueblo.
Uno de los almacenes de víveres y barrotes, almacén LEA fue de los más surtidos del municipio. En aquella época había negociado una finca en la zona conocida como el Brillante donde descubrió una veta de caolín que sirvió para elaboración de talco que negociaba con la empresa Palmolive y se encargaba de distribuir los productos ya elaborados, en todo el Eje Cafetero. Productos como panela, alpargatas, cemento, útiles de cocina, herramientas básicas para el campo eran el fuerte de don Luis Ernesto. Fue tanto el respeto y la fama adquirida como comerciante, que tuvo en nuestro pueblo la distribución de tractores de marca Ferguson que tenía la sede en Cali.
Tuvo la famosa Tipografía Atalaya que luego vendió a otro de los personajes ya reseñados en Arrierías, Alberto Ríos García. Fue fundador del Club Caicedonia y apoyó la creación del mausoleo de los motoristas. Inició la creación del cuerpo de bomberos, estuvo algunos años como comandante. Hizo aportes y fundó con otros líderes del pueblo el hospital Santander. Participaba en todas las actividades cívicas que como convites o una especie de minga se realizaban en nuestro pueblo para adquirir fondos destinados a las actividades de solidaridad y desarrollo de templos, ayuda a los más necesitados; pionero en la creación del Club de Leones. Hombre de profundas convicciones religiosas como católico, junto a su esposa, participaba directamente en las actividades de Semana Santa. El 14 de mayo de 1993, saliendo de la iglesia cuando cargaba el santo sepulcro en compañía de otros amigos, se desplomó de un fulminante ataque al corazón, falleciendo allí mismo.
Sin lugar a dudas, don Luis Ernesto Arbeláez, patriarca de la familia Arbeláez Serna, siempre al lado de doña Isabel, fue uno de los hombres más importantes en el desarrollo productivo, cívico, social y económico de nuestro pueblo. Don LEA fue de esos líderes emprendedores, de gran convicción de humanismo y servicio que, lamentablemente, han ido desapareciendo.
- Letra de Ramón Jaramillo y Pelayo, composición del maestro Gil Díaz.
- Preciso es aclarar que hubo desplazamientos tardíos o en la misma etapa de colonización antioqueña de otros lugares de Colombia: Cundinamarca, Tolima, Santander y alguna minoritaria del Cauca, aunque todas sin la magnitud de la primera.
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