
Arrierías 104
Francisco. A. Cifuentes S.
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La juventud siempre se define por la edad, pues generalmente se considera desde el final de la adolescencia (alrededor de los 18 años) hasta los 28 o 35 años, aunque varía culturalmente, pero sus características van cambiando con los tiempos; es decir, hoy es muy importante la habilidad tecnológica y su inmersión en los ecosistemas digitales; incluso más que los territorios físicos que habitan, su ambiente familiar y el barrio donde crecen. Pero hay unas constantes que no podemos olvidar: su vitalidad, el deseo de cambio, la ambición, la búsqueda de identidad y la participación activa en la construcción de un futuro más justo, enfrentando desafíos como la desigualdad y la presión de la sociedad; esto ha marcado la participación en todas las revoluciones y revueltas del mundo; principalmente en la década de los 60s del siglo XX, con repercusiones que aún se ven en lo relacionado con la libertad sexual, la aspiración a la paz, la defensa de la naturaleza y el uso recreativo de las drogas. Por eso aún es válido decir: «Cada joven es una semilla con el potencial de cambiar el mundo» y «La fuerza de la juventud radica en su capacidad de imaginar lo imposible»
En cuanto a la juventud como agente de cambio en este momento en Colombia, es importante repensar la situación; pues una cosa fue su participación activa en el famoso Estallido Social y en su contribución a la llegada a la presidencia del señor Gustavo Petro y, otra en los distintos procesos que se han venido dando, tanto de apoyo como de crítica al mismo; es decir, realmente esto ya no es igual, pues existen muchas variables para hacer un retrato real de la situación.

La denominada “búsqueda de identidad” sigue siendo algo muy complejo, incluso indefinido; pues se puede hablar de algunas identidades culturales, étnicas y sexuales, pero acercarnos a una caracterización de las identidades políticas es algo muy arriesgado; tanto que se habla de una apatía generalizada, que no es nueva; en algunos sectores se aprecia cierto desencanto; una continuación en la búsqueda de ambiciones y sueños que los políticos, dirigentes sociales y administrativos académicos de todos los espectros aún no pueden responderse y es necesario hilar más delgado cuando se habla de la “necesidad de inclusión”; ya que ahí se requiere inquirir ¿qué tipo de jóvenes piden esto o cuál es la inclusión que se necesita?. En consecuencia, las características de la juventud, sus inquietudes y sus aspiraciones son muy distintas; por lo cual las preguntas otra vez están abiertas para quienes desean continuar en la brega política, las luchas socio-culturales y las investigaciones sobre el tema.
Pero si la juventud la consideramos como “un estado del espíritu” y “una construcción social”, es pertinente recordar a José Ingenieros (1877-1925) cuando expresaba: “No se nace joven, hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal, no se adquiere”. Por eso debemos en cada época volver a formularnos las siguientes preguntas: ¿qué hacen, piensan, sienten y qué les gusta a los jóvenes? ¿A qué pertenecen, dónde se integran, con qué se sienten identificados? Y todo esto pasa por enmarcase en tendencias y coyunturas, y algunos enfoques filosóficos y políticos para examinar estos asuntos. Estas inquietudes sería muy interesante formularlas desde el “campo del poder” (los del capital económico y agentes institucionales dominantes) y desde el “campo intelectual” (los de la producción cultural y simbólica), su necesario entrelazamiento, tensión y batalla cultural en los términos de Pierre Bourdieu. Aquí es pertinente afirmar «La juventud se vive sin saber qué significa, eso forma parte de su esencia y que” y «La juventud es enteramente experimental.»

Para el caso colombiano es de sumo interés consultar el trabajo investigativo denominado «¿Qué piensan, sienten y quieren los jóvenes en Colombia?» (2020 y 2024) de la Universidad del Rosario y la fundación Hanns Seidel, que mide percepciones y emociones, y las estadísticas sociodemográficas y de mercado laboral del DANE (2025) que ofrecen datos cuantitativos sobre su población, participación, empleo y educación; la investigación sobre la educación (Ascofade 2024) y la violencia (VACS 2020), que muestran genéricamente una preocupación por el desempleo, la inseguridad y la desarticulación entre el estudio y el trabajo. Todo lo anterior advirtiendo que la pretendida objetividad es muy difícil de alcanzar, sólo veremos pretensiones de verdad y acercamientos a la realidad tratando de reducir los márgenes de error de las estadísticas y por supuesto interpretaciones pasadas por el cedazo de las subjetividades que diseñan y leen los datos para construir hermenéuticas individuales, grupales o institucionales.
Los principales estudios y fuentes advierten una combinación entre la alegría y el desconcierto, articulando así unas sensaciones en las cuales se pueden relacionar las satisfacciones personales y la ideología política; por ejemplo, en los hallazgos recientes (Rosario 2024) lamayoría de jóvenes se consideran de centro o derecha, evidenciando una des favorabilidad del presidente Petro y Francia Márquez, y una percepción general de mejora en su situación emocional y económica. Esto aparentemente es contradictorio si alguien observa y califica genéricamente las protestas de los universitarios en las Instituciones de Educación Superior Públicas; frente a lo cual apuntamos que son una minoría entre los miembros de sus instituciones, los estudiantes en general y la juventud nacional, y con esto no se descalifica la razón de sus banderas.
Con todo respeto es importante mostrar un panorama contradictorio o por lo menos paradójico; pues una parte importante de la juventud ayudó a subir a Milei en Argentina, después lo desautoriza en las calles ante sus medidas frente a la educación, la ciencia, la cultura y el empleo; mientras en Colombia la juventud fue la gran protagonista en el “Estallido Social” entre 2019-2021 y después en el apoyo a Petro, pero ahora eso no se evidencia en las recientes elecciones para los Concejos Municipales de Juventud; pues en Bogotá ganó el Centro Democrático, en el país fueron triunfadores en su orden los partidos Liberal, Conservador, El Centro Democrático, Cambio Radical y muy lejos las organizaciones alternativas, como lastimosamente lo mostraba Gustavo Bolívar reclamando la necesidad de organización y educación política y ciudadana; pues los grupos alternativos aún gobernando no han realizado esta tarea y solo la confían a influencers y multitudes volubles; mientras se ve en forma cara el peso de ciertas tradiciones políticas que se resisten a desaparecer y.
Para continuar con las paradojas, en datos publicados y comentados por La Silla Vacía la imagen del presidente Petro entre los jóvenes mejoró entre junio y noviembre de este año, al pasar de una favorabilidad del 46 % al 52 %, respectivamente. Sin embargo, al analizar los datos del estudio en los últimos dos años, se evidencia que esta ha venido descendiendo, dado que en noviembre de 2022 Gustavo Petro tenía una favorabilidad del 61 % y en noviembre de 2024 cerró en 52 %. Los hombres son quienes tienen una mejor imagen del jefe del Estado, frente a cierto desencanto de las mujeres, talvez, por sus comportamientos y comentarios erráticos que han tenido mucha publicidad, tanto en lo serio como en el amarillismo.
“Igual comportamiento muestra la desfavorabilidad de Gustavo Petro. Aunque entre junio y noviembre de 2024 mejoró 4 puntos, al bajar de 46 % al 41 %, entre noviembre 2022 e igual mes de 2024 la imagen desfavorable del presidente pasó del 26 % al 41 %, respectivamente”. “Similar comportamiento presenta la figura de la vicepresidenta Francia Márquez entre los jóvenes. Mientras que en octubre de 2023 su favorabilidad era del 39 %, en noviembre de 2024 descendió al 33 %. En ese mismo periodo tenía una imagen desfavorable del 46 %, la cual aumentó al pasar al 55 %”

“El grado de expectativa de los jóvenes frente a un cambio en el país con el gobierno de Gustavo Petro ha venido descendiendo, ya que en noviembre de 2024 solo el 24 % tiene una alta expectativa en comparación con el 38 % que se registró en noviembre de 2022”. En cuanto al cumplimiento del gobierno nacional de sus promesas de campaña, en noviembre de 2024 el 35 % de los jóvenes considera que sí lo ha hecho y el 55 % que no, cifras que han mejorado frente a las que se registraron en mayo de 2023, cuando fueron del 27 % y el 61 %, respectivamente”. Aunque en este momento el 59 % de los jóvenes no se siente representado por el gobierno, el porcentaje mejoró frente al 65 % que se registró en mayo de 2023. El porcentaje de los jóvenes que se sienten representados también aumentó, al pasar del 30 % al 37 %”. Al respecto nos permitimos especular apuntando el caso de la poca ejecución en el Ministerio de la Igualdad y la crisis de la deuda de los estudiantes con el ICETEX, entre varios elementos.
El caso de Venezuela es muy sensible y publicitado, tanto por nuestra vecindad como por la ligazón de Maduro con Petro; por lo tanto, es importante señalar que: El 90 % de los jóvenes considera que, en las elecciones presidenciales de Venezuela, celebradas el pasado 28 de julio de 2024, se produjo fraude electoral y el 85 % piensan que el Consejo Nacional Electoral de Venezuela no fue nada transparente en la publicación de los resultados de las elecciones.
El 73 % está de acuerdo con que organismos internacionales o gobiernos extranjeros exijan la publicación completa de los resultados electorales de Venezuela y el 44 % considera nada apropiado el manejo del presidente Gustavo Petro respecto a las denuncias de presunto fraude electoral en las elecciones presidenciales de Venezuela. Cabe resaltar que el 69 % considera que Colombia no debe intervenir de alguna manera en la situación política del vecino país. Es decir, los jóvenes así no participen en política en su mayoría, si están conectados a las redes y por eso el caso venezolano por lo menos lo registran y lo rechazan. Ante esto cabría preguntar: aunque algunos jóvenes y particularmente los de universidades públicas muestran comportamientos rebeldes, ¿si estarían de acuerdo en vivir en un país como Cuba, Nicaragua o Venezuela?, ojo, sin que esta inquietud niegue algunos avances, el bloqueo y su lucha por la soberanía nacional; pero la cruda realidad es tozuda.
Algo interesante a resaltar (DANE 2025) es la disminución en la tasa de desocupación juvenil, pero aún existe una cifra considerable de jóvenes «ninis» (ni estudian ni trabajan, lo que está muy vinculado a las remesas internacionales y a otros factores), la preocupación por el desempleo, la precariedad laboral y la falta de conexión entre la educación superior y las oportunidades de trabajo; como también(Ascofade 2024) la desarticulación entre el estudio y el trabajo es un problema, especialmente en la ruralidad.

El consumo de sustancias psicoactivas es un problema en las Instituciones Educativas de Nivel Superior, incluso heredado de la Media. Esto último se debate entre la normalidad en una parte de la juventud y la condena por parte mayoría de la sociedad; porque es un problema de salud individual y pública, tanto que el tema guerrillero, paramilitar y delincuencial está vinculado a su producción y comercialización; además, es en gran medida el origen de la población habitante de calle. Esto se puede consultar en las estadísticas de los Ministerios de Educación, Salud y Justicia, como en los datos de ONUCD.
Frente a las emociones es necesario colocarle atención a un sentimiento de desconcierto y preocupación para combinar esto con el estrés, la apatía, la inmersión en las redes y atmósferas digitales. “El 62 % de los jóvenes colombianos encuestados considera que el uso de celulares debería permitirse en los colegios y/o universidades, pero con algunas restricciones, el 24 % piensa que debería estar prohibido y el 12 % está de acuerdo en su utilización sin restricciones” (Universidad Rosario, Cifras & Conceptos, la fundación Hanns Seidel y El Tiempo).
“El 33 % de los jóvenes considera que no es nada positivo, el 25 % muy positivo y el 43 % tiene una opinión neutra. El 48 % de los encuestados cree que tiene un impacto negativo el uso de celulares en el rendimiento académico de los estudiantes en los colegios y/o universidades, frente a un 45 % que lo considera positivo. Para los padres, los profesores y algunos jóvenes, la principal desventaja del uso de celulares en los colegios y/o universidades es que aumenta la distracción en clase (59 %). Le siguen, aunque en menor porcentaje, dependencia a la tecnología (13 %), interrupción de clases (7 %), reducción de la interacción social de los jóvenes (6 %), aumento de la posibilidad de hacer trampa en los exámenes (6 %), acoso cibernético (5 %) y facilidad de acceso a contenido sexual y/o pornográfico (3 %)”.
“El 63 % de los encuestados considera importante establecer políticas claras sobre el uso de celulares en los colegios y/o universidades. Creen que las políticas o medidas más efectivas para regularlos serían establecer espacios de uso (39 %), permitirlos solo bajo supervisión del docente (35 %), prohibir completamente el uso de celulares durante las clases (19 %) y reforzar los castigos y sanciones por mal uso de los celulares dentro del colegio y/o universidad” (Rosario).
Y el tema de los suicidios o sus intentos es un grave problema, pues en la totalidad del 2008 se registraron 1.035 suicidios en personas de 15 a 29 años. Estos casos representan el 38,1% del total de suicidios y el 16,3% de las muertes de jóvenes entre los 15 y 29 años. Ese último porcentaje es significativo, teniendo en cuenta que los suicidios representaron el 0,9% del total de muertes en el país en 2020 (DANE, Estadísticas Vitales) y son más frecuentes en hombres que en mujeres: el 80,6% de los suicidios registrados en 2020 fueron en hombres. Ese porcentaje es inferior entre la población joven, pero se mantiene la misma tendencia, pues el 72,8% de los casos registrados en personas de 15 a 29 años se trata de hombres.

Para continuar con certezas y paradojas, según el estudio (Rosario), las instituciones y figuras en que menos confían los jóvenes en Colombia son las siguientes; influenciadores digitales (78 %), partidos políticos (77 %), líderes religiosos cristianos no católicos (71 %),medios de comunicación (67 %), Congreso de la República (66 %), redes sociales (62 %), Policía Nacional (58 %), jurados de votación (58 %), Consejo Nacional Electoral (56 %), Iglesia Católica (56 %), sindicatos (53 %), Presidencia (52 %), gobernaciones (50 %), Procuraduría (48 %) y Contraloría (48 %). Y es muy importante este dato: La mayoría de los jóvenes ponen su confianza en las universidades públicas (79 %), en la Registraduría (70 %), en las universidades privadas (67 %), en las Fuerzas Militares (57 %) y en la Defensoría del Pueblo (57 %). Cabe resaltar que la confianza de los jóvenes en las universidades públicas y privadas se ha mantenido constante desde el año 2020.
Para los jóvenes, los factores más importantes para aumentar su confianza en las anteriores instituciones son mayor transparencia y lucha contra la corrupción (48 %), sanciones más estrictas para quienes cometen delitos (36 %) y cumplimiento de compromisos y coherencia en acciones y discursos (32 %). Estos porcentajes deberían ser más altos, pero existe apatía en opinar acerca de lo que pasa en el Estado y la vida política.
Más allá de la identidad y la participación política de los jóvenes, más allá de su situación económica, particularmente la laboral, es necesario ir hacia otros campos de subjetividad que las encuestas solo tocan; en consecuencia, una conversación individual, una charla u observación grupal y algunas investigaciones de corte cualitativo deben mirar e interpretar “el animus de la juventud”, “el país de las emociones al que pertenecen” (GARCÍA Villegas, Mauricio. “El país de las emociones tristes”. Ariel. Bogotá. 2020) y otras líneas de entendimiento, como “la sociedad y el amor líquido” de Zygmut Bauman; para poder ponderar ciertos estudios. En esta línea es importante citar la medición de ciertas manifestaciones en Colombia, como expresiones y sentimientos de la juventud: (Rosario) “la alegría (69 %) y la sorpresa (46 %) son las emociones que más predomina entre los jóvenes, muy por encima de emociones como miedo (24 %), tristeza (20 %), ira (20 %) y desagrado (12%)”.
Todo lo anterior nos debe llevar a pensar en cuestiones inmediatamente palpables y otras que pueden estar sumergidas en un inconsciente individual o colectivo; pero además acerca de la necesidad de trabajar las subjetividades y las intersubjetividades a la hora de analizar la fenomenología del comportamiento de la juventud contemporánea; para lo cual los políticos de casi todas los colores, el Estado y la academia tienen poco que decir; mientras se sienten unas corrientes subterráneas o ríos profundos que no osamos identificar con claridad.

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