HISTORIAS DE VIDA

Contame una cosa, vos todavía crees, que las cosas en este país, van a cambiar, así porque sí. No, mano, yo lo que creo, es que, para que las cosas cambien, todos, tenemos que cambiar. Como así. Y como cambia uno.
Hoy en día, dicen por ahí, ya no podemos pensar, solo en cada uno, tenemos que cambiar de actitud y empezar a pensar, que solo unidos, entre todos, podemos hacer que las cosas cambien.
No, pero eso, no es nada fácil. Claro, que no es fácil, mano, pero ahora, con el encierro de la cuarentena, aprendimos, que la vida, es en realidad otra cosa, mano.
Lo primero que aprendimos, fue, reconocernos, primero, como seres humanos, a través de una convivencia, de muchos días, horas, minutos y segundos, y así, al lado de la mujer y los hijos, y en algunos casos, con otra parte de la familia, con la que no compartía, casi nunca, a pesar de vivir, en la misma casa.
A los dos o tres días del encierro, usted, se levantaba, desayunaba y quedaba desocupado, y empezaba a sentir la angustia, de no tener nada que hacer. La desocupación, empezaba a tener visos de inutilidad y entonces, usted hacia el amague, de coger la escoba, y se paraba, apoyado en ella, al lado de su mujer y su suegra, que estaban en la cocina, preparando el desayuno, y preguntaba, con cara de, lo que ustedes quieran: ¿en qué puedo ayudar?
A, lo que la mujer, respondía cariñosamente: ¿amor, y que pensabas hacer, con esa escoba? La verdad, no sé, respondió el hombre, medio confundido. Era la primera vez, que se veía enfrentado, a una escoba, en su casa, sin saber, qué hacer con ella. Casi, al final de la cuarentena, el hombre, ya había logrado superar sus miedos, al oficio de la casa, y termino barriendo, desde el patio hasta el andén.
La cuarentena, se convirtió en la escuela de vida, que necesitábamos todos, para aprender a valorar, el trabajo de la mujer, como ama de casa. De lo importante, que es la comunicación intrafamiliar, con todos los miembros de la familia, con los que tenía que compartir, 24 horas al día, durante la cuarentena, cuando, en la mayoría de los casos, apenas se encontraban, en las noches, después de terminar la jornada de trabajo, o por las mañanas, para despedirse y salir a trabajar. Aprendimos, como padres a apreciar, la importancia de la labor del maestro, en la educación y la formación de los hijos. Pudimos darnos cuenta, de lo necesaria que es, la disciplina y el respeto, para poder convivir en un ambiente familiar, que nunca antes, habíamos intentado construir. Aprendimos, el valor de la libertad y se nos dio, la oportunidad de conocer, la solidaridad. Aprendimos, muchas más cosas, que ahora serán importantes y necesarias, para comenzar a vivir, la nueva realidad.
Nada de lo que viene ahora, para el mundo, será fácil. El planeta está lleno de incertidumbre y gobernado con la mentira y el egoísmo. La nueva realidad, nos convoca, a reinventarnos, a ser los artífices del emprendimiento y la solidaridad, ejercida como un apoyo al desarrollo de la gestión del otro. Solo un cambio de actitud, en todos los órdenes, podrá reencausarnos por el camino de la vida.