
Autor: Mario Ramírez Monard
Novela
Prólogo: Manuel Gómez Sabogal
Comentario inicial: Manuel Tiberio Bermúdez
Tipografía Atalaya Caicedonia, octubre 2018 248 páginas
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Arrierías 104
Umberto Senegal
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“¿Cuál es el propósito de su novela?, ¿qué le quiere dar a los lectores?”, interroga en extensa y reveladora entrevista a Ramírez Monard, el periodista y escritor caicedonita Manuel Tiberio Quintero, semanas antes de publicarse esta novela cuyo asunto, forma y temática, la posicionan como la principal en su género, publicada en la historia de la narrativa caicedonita y, además, básica para el estudio de los procesos novelísticos quindianos puesto que por sus relaciones con nuestra región se la debe tener presente por ser ella y su autor representativos del desarrollo ficcional testimonial con sus argumentos, su lenguaje, su tipología social y política, y sus personajes ligados a la historia del viejo Caldas.
Seguro de sí mismo y la urdida intención histórica de su novela, Mario respondió a Quintero: “Quiero que los jóvenes, principalmente, empiecen a entender la historia de nuestro país. Soy un convencido del Estado social de derecho como manejo del Estado. Para que un país sea Estado social de derecho tiene que tener complementos sociales muy importantes: que haya igualdad, que haya equidad, que no haya pobreza, que los niños no se mueran en las calles. Eso es lo que me angustia de nuestro país, ver niños muriendo de hambre mientras una cantidad de sinvergüenzas en el país, que llaman políticos, se roban los recursos. Los niveles de corrupción en Colombia llegan a cifras billonarias que son un escándalo mundial. Están llegando a los puestos de dirección política personajes con una gran historia de corrupción. Con esa gente no hay absolutamente nada que hacer, pero con la juventud sí”.
La novela P’arriba es P’allá, al abordar desde una perspectiva crítica directa y comprometida la concluyente temática de la violencia partidista entre liberales y conservadores, trasciende la crónica histórica de nuestras regiones, estableciéndose por su estructura narrativa innovadora, como significativo artefacto literario que conjuga facetas costumbristas arraigadas en novelas quindianas, caldenses y nortevallecaucanas. Esta obra, cuyos testimonios personales y colectivos no solo confrontan el pasado convulso de Colombia, sino que lo hacen desde una perspectiva positiva y humanizante, centrada en la tenaz resiliencia del pueblo, y que mediante un lenguaje histórico-literario se propone la valoración crítica de un periodo cronológico sobre el cual nos informa con voces de cronista, periodista y narrador, resalta su valor intrínseco al corroborar, Mario, que es “ficción histórica y tiene mucho que ver con la historia de una familia que sufrió el impacto de la violencia. Una violencia que ha sido guerra, así mucha gente no lo reconozca. Una guerra civil interna supuestamente entre los dos partidos políticos y esa familia, que protagoniza mi libro”.
En el panorama de la novela histórica colombiana, escritores como Pablo Montoya han explorado las dinámicas entre la pompa del gran relato nacional y el fracaso de una historia oficial que ignora voces y dramas de los vencidos y su cotidianidad. P’arriba es P’allá, se inscribe en la tradición que da su voz al marginado, al vencido, a los vilipendiados, desde su característica ruptura estilística y estructural: La novela no se distribuye en capítulos ni partes determinadas. Solo 39 cortas líneas horizontales limitando los segmentos e historias de la familia protagonista, a medida que avanza el tiempo y suceden los eventos del fluido relato. Si la novela histórica tradicional se ha ocupado de grandes héroes y fechas, esta emotiva novela opta por la microhistoria del conflicto, filtrada a través de la lente costumbrista y resaltando personajes que la historia hegemónica olvida, como sucede con Tulio Bayer Jaramillo, a quien Ramírez Monard, con justicia, exalta y dedica varias páginas para redimir y destacar el valor social de tan notable colombiano. “Otro de los libros que encontré fue Carta abierta a un analfabeto político, de Tulio Bayer”, aclara el protagonista, observando los libros que su padre leía, subrayaba y conservaba con apego. Bayer trabajando como médico del Ejército Nacional en Antioquia, se negaba a certificar muertes por malaria, cuando en realidad eran campesinos asesinados por su filiación política. Por defender derechos de los pueblos indígenas, fue destituido de su cargo.
La descripción de rutinas, anécdotas y memorias personales y de su familia, integradas a la imaginada estirpe que compone la novela, los rituales sociales y crucialmente el pensamiento político de las regiones afectadas por la violencia, aterrizan el conflicto en la experiencia palpable del lector. Ancha andanza por algunos hitos socioculturales y políticos de la historia colombiana de finales del siglo XIX y períodos del siglo XX, no es una lección de historia, son vivencias transmitidas por personajes plenamente dibujados en su entorno. Circunspecta autobiografía de Ramírez Monard, el enfoque positivo que se percibe a lo largo de sus bien ensamblados 39 acápites, demuestra la lucidez narrativa de Mario Ramírez para rescatar la dignidad de la vida diaria, incluso bajo la sombra del terror, enfocándose en la capacidad de aguante y la solidaridad comunitaria como mecanismos de supervivencia.

Uno de los rasgos narrativos característicos y encomiables de P’arriba es P’allá, es la predominancia de diálogos entre personajes. Dicha elección formal no es un simple recurso intratextual, sino acto de profunda justicia social. Al ceder el protagonismo a la voz directa de sus personajes, la novela ópera una inversión del poder narrativo puesto que la voz autorial, que en ocasiones puede interpretarse como voz de la historia oficial de un pueblo o una comunidad local, o de una clase social específica, se replica para permitir que sean los afectados quienes articulen su propia realidad.
Concluyendo la novela, aunque suena desalentador y guerrerista, uno de sus personajes afirma: “la paz en Colombia jamás va a llegar si no peleamos por nuestros derechos y esa pelea es con guerra, con sangre, así lo ha demostrado la historia desde la conquista y así es el mundo. Los poderosos defienden su poder con leyes amañadas y cuando no logran el dominio total, utilizan las armas contra los indefensos”. El diálogo, cargado del léxico regional, se convierte en el indiscutible motor narrativo porque es en las conversaciones, a veces triviales, a veces colmadas de dolores latentes, revelando lealtades, miedos, esperanzas y sobre todo la confusión ante la irracionalidad de la violencia partidista, donde la novela toma fuerza narrativa. Este coro de voces fragmentadas, más historia que ficción porque así lo decide Mario en el transcurso de su novela, a menudo con resonancias y contrastes en las circunstancias de la trama, refleja la complejidad de un conflicto nacional desbordando cualquier explicación monolítica. Su composición dialogada fomenta la empatía, exigiendo al lector a escuchar directo, sin mediación del narrador omnisciente, la experiencia humana de la guerra.
El título de la novela, P’arriba es P’allá, sintetiza brillante y lacónico la filosofía de vida y cosmovisión de sus protagonistas, cuya expresión existencial es metonimia de la incertidumbre y la indeterminación frente al precario destino que han vivido y viven millones de colombianos. Cuando el niño pregunta a su madre, “¿dónde está mi papá?”, ella responde sin titubear: “¡Se fueron p’arriba! Era la respuesta inmediata de la madre. Esto es, se fueron a colonizar. ¿Y dónde es p’arriba?, pues, ¡P´arriba es p´allá! -era la respuesta”. En lo literal, tal frase costumbrista es indicadora de dirección vaga. Señala que el punto de referencia o el destino (el «p’allá») está en una dirección ascendente (el «p’arriba»), sin la precisión cartesiana de un mapa. En el contexto de la violencia, significa la migración forzada o el traslado de un lugar a otro sin un plan claro. Vidas a la deriva, marcadas por la necesidad de escapar. En sentido más profundo y positivo, tal título denota actitud proactiva y de superación. Seguir adelante, a pesar de todo, porque el único camino para un individuo o un pueblo es hacia el futuro. Aunque sea desconocido e incierto. Voluntad de no detenerse. Enfrentar las adversidades con fatalismo vitalista, aunque la violencia arrastra los protagonistas de la novela a marchar desde Antioquia hasta el Quindío, o hasta el norte del valle del Cauca; y desde Abejorral a Salamina, y desde ésta a Caicedonia, el ficcional pueblo llamado La Libertad.
Tal título lo interpreto como crítica velada a la falta de claridad en las promesas políticas; diatriba contra la absurda y carnicera conflagración que Colombia soporta. Ese P’allá incierto, en boca de sus personajes, se convierte en lema de resistencia popular. Capacidad de encontrar un sentido de progreso, por difuso que sea, en medio de la desolación. Pablo Montoya argumentaría que este tipo de novelas, resaltando la voz popular, otorgan al pasado una necesaria dosis de libertad creativa. P’arriba es P’allá se establece como homenaje positivo a la memoria histórica de Colombia. Su valor no reside solo en aquello que cuenta, la barbarie de la violencia bipartidista, sino en cómo lo cuenta dando voz, a través de la oralidad dialogada, mediante 39 fragmentos en apariencia inconexos pero que con las historias de aquellos que han sido silenciados por la macrohistoria, construyen un sólido y trágico rompecabezas fácil de armar.
Para emplear conceptos de Antonio Curcio Altamar sobre la novela colombiana, esta de Ramírez Monard es una obra que, al nutrirse de su propio entorno, forja una relación auténtica y conmovedora, recordándonos que la dignidad y la esperanza del pueblo colombiano no residen en ideales grandilocuentes y tantas veces falsos de sus caudillos políticos, sino en la terquedad vital con que el pueblo colombiano se levanta cada día y decide que P’arriba es P’allá. Su mayor contribución literaria es la reafirmación de la vida. De la paz. Del espíritu humano por encima del caos político: “La novela tiene un gran componente musical pues en esa familia hay cantantes, músicos y en este aspecto el libro tiene otro giro que le hace entretenido pues no es solamente sobre la violencia y la muerte, sino que tiene varias aristas”, nos orienta Ramírez, para mejor comprensión de su novela, agregando, “yo no podía entender por qué asesinaban a la gente. Uno de los grandes impactos que tuve de niño fue la llamada masacre de la Rivera en el municipio de Caicedonia. Yo presencié, en donde era antiguamente la cárcel, los cadáveres sobre las mesas de carnicería. Una mujer embarazada a la que le habían sacado el bebé. Yo no he podido entender eso”.
La trama se desarrolla en un pueblo llamado La Libertad, que puede identificarse con Caicedonia, Sevilla o Calarcá. O con cualquier bello pueblecito de Caldas, Risaralda o Antioquia, puesto que el fenómeno de la violencia ha sido idéntico en muchos lugares del país: “Mi obra es para Caicedonia, escrita por un caicedonita y que recoge algo de todo el Eje Cafetero, para todo el país y, por qué no, internacionalmente, ya que entenderán nuestra historia cuando lean mi libro que descubre tanta historia tapada que no ha interesado a la dirigencia política para que se conozca la verdad de lo que ha pasado aquí, afirma Ramírez Monard.

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