
Arrierías 87
Mario Ramírez Monard
Créanme, amigos lectores de Arrierías, que estuve tentado a escribir esta columna desde ediciones anteriores pero tratando de evitar discusiones o debates por simples reflexiones que pueden afectar a algunos sectores de la vida nacional, especialmente políticos, sociales o económicos, no lo había hecho hasta hoy cuando compruebo que muchas de esas disquisiciones personales son del colectivo, de mucha parte de la sociedad colombiana hoy inmersa en una peligrosa polarización y en profundas angustias económicas que, por lo asfixiantes, tocan el alma del pueblo colombiano Entonces es, mi angustia, la misma de millones de compatriotas hundidos en la desesperanza. Empiezo:
No entiendo por qué cuando millones de colombianos conocemos los ataques a la ética, la corrupción constante y la falta de escrúpulos de muchos dirigentes de la vida política nacional, volvemos a elegirlos años tras año; siempre los mismos con las mismas. ¿Falta de memoria? Me pregunto ¿conociendo de esa corrupción se vuelve a votar por los mismos, no somos tan corruptos como ellos?
Entiendo menos, ¿por qué si somos conscientes de que cuando sin justificación alguna alguien faltare a su trabajo puede recibir una sanción como destitución, cancelación de contrato o descuento de nómina, por qué a los congresistas -empleados nuestros pagados con nuestros impuestos-, no se les sanciona como a un trabajador normal por los mismos hechos? Se salen de las sesiones como “bancada” para evitar dar un sí, un no o un voto en blanco y siguen tan campantes sin asistir a las sesiones obligatorias. Estoy seguro de que tan inexplicable acción si fuese sancionada con el descuento de un salario día por cada inasistencia, con lo recibido se calmaría el hambre de muchos niños en zonas abandonadas por el mismo Estado. Estamos dando salario a vagos omnipresentes.
No entiendo por qué todos los gobiernos, sin excepción, cuando se ven acogotados o asfixiados por apuros económicos generados por la corrupción o la inmensa burocracia, lo primero que hacen es presentar proyectos para imponer más impuestos (reforma tributaria la llaman) a un empobrecido pueblo colombiano que ya no da más. Solución fácil que no necesita de mucha creatividad, pero no se atreven a recortar esa burocracia rimbombante y desocupada que deambula por todos los puestos público, algunos innecesarios. Sobran embajadores, departamentos, gobernadores, asesores de los asesores, UTL (burocracia inútil, 10 por cada congresista).; sobran altos comisionados o consejeros para asesorar en nada; sobran, y este es el punto central, congresistas, tanto senadores como representantes: 296 burócratas “haciendo leyes”, muchos de ellos sin conocer siquiera todo el procedimiento para alcanzar la aprobación de una ley. Me atrevo a asegurar que son muy pocos quienes han estudiado, leído o comprendido la esencia de nuestro Ordenamiento Jurídico.
No entiendo la ley en Colombia. Miles de delincuentes libres en las calles, muchos de ellos detenidos en flagrancia por delitos que en otros países son graves pero que en Colombia liberan por no ser “un peligro para la sociedad”. En esta preocupación del pueblo colombiano ubicamos miles de burócratas, políticos, contratistas del Estado y otros corruptos quienes ante la evidencia de sus fechorías pagan sus cortas condenas en “casa por cárcel”, figura que protege más delincuentes que ellos mismos denominan o dicen ser “buenos muchachos”.
No puedo entender la falta de ética o la incipiente formación moral de muchos operadores de la justicia en Colombia que parecen dedicados a proteger a criminales y son, por supuesto, jueces, fiscales, y magistrados que aplican en forma conveniente la ley cayendo a cada instante en el prevaricato. Desdibujan o destruyen un gran principio de la justicia, el Imperio de la Ley. Asusta y no es comprensible para la sociedad ver a esos operadores de la justicia presos por corruptos. Ver en la cárcel a magistrados, jueces o fiscales por delitos de corrupción desdibuja el verdadero sentido de la democracia. Hoy, más que nunca, entiendo la observación de mi profesor de derecho constitucional en la universidad Carlos III, el gran jurista español Gregorio Peces Barba: Señor Ramírez, lamentablemente su país no es una verdadera democracia, en una…… ¡democratura!
Post scriptum: Continuaremos este escrito sobre muchas otras cosas que no entiendo en próxima edición.

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