
Arrierías 104
Manuel Gómez Sabogal
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En estos días, fui a visitar a un amigo a su apartamento. Lo primero, me recibió con un gran abrazo, café y galletas. Nos sentamos uno frente a otro y empezó a contarme algunas historias de su vida, totalmente desconocidas para mí.
Yo lo miraba y escuchaba su narración con mucha atención. Sus movimientos de manos lograban que la historia estuviese como en un carrete de película, porque hilvanaba cada idea y cada recuerdo con precisión y como si hubiese sucedido hace poco, cuando, en realidad, habían pasado muchos años.
Nada tan agradable como escuchar sus recuerdos, anécdotas e historias relacionadas con su labor y vida personal. Su paso por la Universidad del Quindío y cuando fue trasladado a un programa del cual desconocía todo y su jefe nunca le explicó algo al respecto. Tuvo problemas con él, pero buscó ayuda en otras personas para aprender más sobre esa carrera. Tuvo mucho apoyo y aprendió rápidamente.
Sus hijos lo acompañaron en su trabajo de campo a un barrio del suroccidente. La amistad con otros personajes, en los que también encontró detalles, valores y a quienes trató como seres humanos, sucedió allí. Todo, porque convivió con ellos y ahí vio que eran totalmente incomprendidos por una sociedad que no perdona deslices. Una sociedad que no comprende a los jóvenes, porque poco o nada importan. Y en esta época, la situación es peor.
Fue un rato en el cual lo escuché con atención y entendiendo al amigo que muchos no conocimos del todo. Una persona que hizo y logró que muchos jóvenes incomprendidos, acudieran a él, lo abrazaran y le contaran sus cuitas, dolores, penas, tristezas y soledades.
Gracias por la lección de esa tarde, donde también me di cuenta que tiene muchos amigos en Santa Rosa, su pueblo natal. Gente que lo quiere y aprecia por ser quien es. Me mostró fotos de los encuentros con sus compañeros de bachillerato y de los otros tres colegios de Santa Rosa. Cada año se reúnen allá en Santa Rosa a recordar tiempos viejos y maravillosos.
Gracias a Dios, aprendí a escuchar y me sentí genial atento a sus anécdotas y parte de su historia.
El tiempo pasó demasiado rápido, voló, no se detuvo. Hora y media después, salí a cumplir un compromiso.
Qué gratificante tener esos encuentros con amigos con quienes vale la pena compartir y disfrutar un rato, sin estar pendientes de una llamada, un mensaje, un teléfono.
- «La amistad es el desinterés, la sinceridad, la lealtad y la honestidad».


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