Arrierías 92

Ernesto Pino

A la memoria de Umberto Valverde y de Rafael María García. El primero, pionero de la literatura musical de la rumba caleña y el segundo; un cultor del bolero antillano y de las ferias de Cali, el amigo discómano en el inolvidable “Chuzo de Rafa”, donde oíamos con tonos altos los boleros de Miltiño.

Es lo mismo de siempre:

¡Así que este hombre está muerto!

¡Así que esta voz

delgada como el viento, hambrienta y huracanada

como el viento,

es la voz de nadie!

(“Oyendo un disco de Benny Moré”. Poema de Roberto Fernández Retamar).

Hay una imagen que se repite incesantemente y que alegra a los rumberos, a los bailadores, a los que aman el bolero. Es la misma que acostumbraba en sus actuaciones; para muchos, el mejor cantante de la historia de Cuba: Un negro muy alto, desgarbado, vestido de blanco de pies a cabeza, con corbata, con sombrero, con bastón, quien al ritmo de la música, dirige y canta. Un músico empírico, a su vez, el director de la orquesta “La Banda gigante”. Es el ciudadano Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, o simplemente Benny Moré.

En la cúspide de su carrera artística, nadie, ni el más férreo de sus contradictores de raza blanca, si es que los tenía, se hubiese imaginado por un momento, que ese hombre negro, de vida plenamente desenfrenada, con esa voz portentosa de tenor tropical, que hechizó primero a las Américas y después al mundo entero, era el tataranieto de un esclavo: Gundo, su tatarabuelo nacido en el Congo, fue uno más del inmenso mercado esclavista, que llegó a Cuba, desde el África colonial. Cambiaba de nombre, según el amo que lo compraba. Se llamó Gundo Paredes, cuando lo compró Ramón Paredes, dueño de una plantación; y luego se llamó Gundo Moré, cuando fue comprado por el conde de la Casa Moré, un prominente hacendado azucarero, llamado José Eugenio Moré de la Bastida. El Gundo, desde el África, a Santa Isabel de las Lajas, en Cuba, le trajo al niño Bartolomé toda la genética musical implícita en los rezos, en los tambores, en las danzas, en los cantos religiosos, tan vitales a la creación de la música cubana de nuestro tiempo.

Los tatas negros y mestizos, todos los días cuando caía la tarde y después de duras jornadas agrícolas, se juntaban a tocar los tambores y a cantar las canciones de sus ancestros africanos. Así resistían el cansancio del trabajo, adormecían la desesperanza de la vida pobre y tomaban nuevos aires para el día siguiente. Mientras tanto, el niño Bartolomé, miraba, aprendía y se grababa todos los detalles musicales de los encuentros. Esta visión, estos hábitos repetidos, esta amalgama de cultura popular innata, es lo único que puede explicar, el surgimiento magistral de un artista sin la más mínima educación musical, como Benny More.  Lo diría el mismo: “… nunca he estudiado música. Yo lo que tengo es un gran oído y le pongo a las cosas el ritmo que me corre por la sangre”. (Ver “Yo conocí a Benny More. Félix Contreras).

En una escena de la película sobre el artista, llamada “El Benny” y filmada en el 2006, se refleja la inexplicable sabiduría de un músico, que no era músico, y de un cantante sin ningún entrenamiento formal, montando una de sus buenas canciones y que de manera simple nos permite entender aquello de que hay artistas, que cuando nacen, llegan con todo un arsenal de talentos aprendidos. El Benny dirige así: Al del piano le sugiere tocarlo como “pararanpa para paranpa” y el pianista con sorpresa lo mira incrédulo. Luego sigue con los saxofones y les canta “foroforo foro foron fora” y sigue con la trompeta que debe hacer “parara parara”… el piano reinicia y el Benny le dice que no, y el de la trompeta toca y el Benny le dice eso, eso… eso,  mirando al pianista, quien incómodo le canta con notas y le responde al Benny “yo te digo las notas y es así como va” y el Benny le contesta con firmeza “pero como yo te digo, me suena a mí en la cabeza, después le pones el nombre que tu quieras”… Al final los músicos cambian la partitura como Benny quiere. Así quedo para siempre la canción “Soy guajiro” del compositor cubano Senén Suárez y los arreglos de Benny More, sin saber un ápice de la lectura musical académica.

De la niñez del Benny poco se sabe, salvo reconocer la inmensa responsabilidad que ya le cabía, pensando en cómo ayudarle a su madre y a sus 17 hermanos. Abandona la escuela en el cuarto grado de primaria, para asumir todos los oficios agrícolas de la explotación de la caña y la venta de frutas y verduras. Su madre es lavandera, él carretillero, cortero, vendedor.  Era su primera lucha en contra de la pobreza extrema. Al tiempo, con otros niños de la barriada, visitaba con mucha frecuencia el Casino Congo San Antonio (una especie de templo religioso), donde festivamente celebraban la guía de San Antonio y con cantos en lengua conga, invocaban a Masamba, en una clara muestra de transculturación: los negros descendientes africanos, traen a Masamba en sus oraciones y son obligados por el esclavista a rendirle culto a Antonio, el santo católico. En ese entramado cultural, el Benny aprendió a tocar el insundi, los tambores de yuka, los de makuta y bembé, invocadores de deidades (orishas); y aprendió también a interpretar el son, la guaracha y la rumba. A los diez años de edad “tocaba” un tres “de verdad” que le habían prestado, para luego tocar la guitarra. Sin darse cuenta, aprendió a cantar. Nunca lo supo a conformidad hasta que cumplió los 16 años cuando íntimamente convencido de ser artista empezó a enredarse con amigos en toques primarios con guitarra y algunos tambores, que les alcanzaba para animar fiestas y dar humildes serenatas.

Buscando suerte en La Habana, se atrevió a participar en los concursos radiales para cantantes aficionados. Si el concursante empezaba a cantar y no gustaba, inmediatamente sonaba una campana que lo expulsaba. El Benny, la primera vez, oyó su detestable ruido, pero insistió hasta que ganó un concurso. Porfió tanto, que emisoras conocidas como CMQ, CMZ y la 1010, pronto lo escucharon cantar en el cuarteto “Cauto” y en el sexteto “Fígaro”: sin duda, cosas de músicos principiantes, quienes, pese a la penuria económica, se aferraban a la oportunidad de ser artistas. Mientras tanto, el Benny, vivía, o mejor, sobrevivía. Para pagar el alquiler diario de una guitarra y su estadía en un hotelucho, improvisaba su canto en cafés, bares, hoteles, restaurantes, prostíbulos y en los muelles de La Habana Vieja. Allí alguna vez, conmocionado, escuchó a uno de sus ídolos: El bolerista cubano, Francisco Hilario Riset Rincón, conocido artísticamente como «Panchito Riset»:“ A las seis es la cita/ no te olvides de ir/ tengo muchas cositas/que te quiero decir… Era Cuba en la década de los 40 del siglo 20.

El Benny inesperadamente se topó con el Trío Matamoros.

Cualquier día, Siro Rodríguez, integrante del ya famoso Trío Matamoros, entra al prestigioso restaurante “El Templete”, de La Habana. Allí conoce actuando al Benny y queda sorprendido de la calidad interpretativa del artista. Días después, y con el afán de reemplazar a Miguel Matamoros en la primera voz, lo contratan como cantante principal y Miguel se queda en la dirección del que ya sería el Conjunto Matamoros. Con esta incursión afortunada, Benny Moré, adquiere la visa para ir con ellos a cantar a México, el país pionero en la internacionalización de la música latina, especialmente del bolero, el género más escuchado en esa época. Actúan en las emisoras, en los restaurantes, en los cabarets, graban música y termina la gira de tres meses. El Benny sabe, que siempre tendrá que cantar lo que diga Miguel y por eso decide quedarse en México.

Antes de regresar, Rafael Cueto, guitarrista del Conjunto Matamoros, con la experiencia del artista experimentado, le aconseja, que si se arriesga a cantar solo, en un país donde hay mucha competencia, lo mejor es que se cambie el nombre de Bartolo Moré, porque en México, bartolo le dicen a los burros. Según, la bailarina Esther Lafayette (La Reina Karula), que actuaba en el show de Matamoros, se reunieron en el restaurante Lido, y en un sombrero guardaron 20 papelitos con nombres de artista. Ella sacó el número 20 y apareció el nombre Benny. Benny Moré, desde 1945 y para siempre, se llamaría así y no Bartolo Moré.

Benny Moré, en México, empezó a ser muy conocido en todos los ambientes nocturnos de la fiesta y de la rumba. Los tímidos aplausos para el negro cubano corpulento, fueron reemplazados por una admiración profunda, sobre todo, cuando armaba tremendo show con los quiebres de su voz, los movimientos de su cuerpo y la manipulación del bastón, animando la orquesta: no lo iban a ver cantar, lo iban a ver actuar. Sucedió muchas veces que las parejas se quedaban clavadas en la pista viéndolo, sin bailar. Por tan simple razón, el Benny aprovechó la oportunidad de cantar con las grandes orquestas del momento en México, como las de Mariano Mercerón, Rafael de Paz y Arturo Núñez. El impacto en la farándula internacional tuvo eco con las primeras grabaciones discográficas del Benny con la RCA Víctor y especialmente con la interpretación de la canción “Me voy pal pueblo”, del compositor cubano, Marcelino Guerra: Me voy pa’l pueblo/hoy es mi día/voy a alegrar toda el alma mía… Es lindo el campo muy bien ya lo se/pero p’al pueblo voy echando un pie/si tú no vienes mejor es así/pues yo no que será de mí.

Y llega el salto grande con el mambo.

Para esa época, el músico cubano, Dámaso Pérez Prado, renueva el repertorio de la música bailable del trópico, con una versión moderna del “mambo” cubano de Antonio Arcaño. Hace una mezcla del son cubano y del swing norteamericano, incluyendo un picante contrapunteo entre las trompetas y los saxofones, que impulsan a mover el cuerpo al compás del ritmo, e interrumpiendo melodías parciales con una sonora expresión gutural: ¡Hu!/Ah/¡Hu! México enloquece con el ritmo que rápidamente se difunde a las emisoras latinoamericanas. Pérez Prado contrata a Benny Moré y graban una treintena de canciones, entre las que se destacan, Yiri yiri bom, Pachito eché, Que te parece cholito, La múcura, etc. No se la llevaban muy bien, lo que explica aquel incidente estrafalario que sucedió cuando Pérez Prado realizó una gira por Cuba y no invito al Benny, a quien reemplazó por otro cantante llamado Aurelio Estrada, más conocido como Yeyo, quien se hizo pasar por el Benny. A finales de 1950, Benny regresó a su tierra y sus paisanos decían que era un impostor. Pero cuando comenzó a cantar, entendieron que era el de verdad, la misma voz de los discos grabados en México. (Ver “Yo conocí a Benny More. Félix Contreras).

Cuando regresó a Cuba definitivamente, todos se preguntaban el porqué, sabiendo que indiscutiblemente los músicos cubanos tenían mucho éxito en México y Estados Unidos, donde había auditorio, negocios, y dinero; y lo más contundente, el Benny no era tan conocido en Cuba como fuera de su país. Dos cosas lo explican, su profunda cubania o amor por su patria y el simple hecho de querer ser su propio jefe, lo que efectivamente consiguió cuando, sin saber nada de dirección musical, creó su propia orquesta, La Banda Gigante, “la tribu”, como siempre le dijo.

Dirigir una banda, era un gran reto para un cantante empírico.

Así se cumplió el sueño de un gran cantante, que quería ser director de una orquesta. Así lo hizo el Benny, quien mucho le había aprendido a reconocidos directores como Mariano Mercerón, Arturo Núñez, Pérez Prado, Bebo Valdez, Ernesto Duarte (quien compuso el bolero “Como fue”, que se hizo inmortal en la voz del Benny).  Se dice, que el Benny, tras la ruptura comercial, con este último, aceleró la necesidad de construir su propia orquesta: Duarte dirigía con músicos blancos y discriminaba a los negros, incluido el propio Benny. Ya en la misma Cuba, el Benny era un gran vendedor de discos en el formato de 78 y 45 rpm, al mismo nivel de la famosa Sonora Matancera de Rogelio Martínez, con la que el Benny nunca quiso cantar. Celos de artista. (Ver Benny More, ¡Que bueno canta usted! Raúl Martínez Rodríguez).

Benny Moré, integró a los mejores músicos cubanos de la época y en sus mejores épocas dirigió a 40 personas, que tocaban piano, saxofones, contrabajo, batería, timbales, congas; además de los cantantes y el coro. En esa orquesta, quien lo creyera, Rolando Laserie, tocaba los timbales; el mismo que muchos años después sería el famoso bolerista que todos conocemos en América Latina (intérprete de “Hola soledad” y “Las cuarenta”). Entre 1953 y 1958, La Banda Gigante, fue la banda cubana más exitosa, con importantes recorridos internacionales en América Latina. En Estados Unidos actuó en Hollywood en la ceremonia de entrega de los Premios Óscar y después se presentó en la ciudad de New York. Al revés de muchos compatriotas músicos, nunca quiso radicarse en USA, pese a las invitaciones generosas de los empresarios gringos. Aún más, cuando sucedió la revolución cubana en 1959, Benny More asumió el hecho con esperanza y humildad, participando en múltiples campañas de alfabetización, aunque no tuvo tiempo de conocer los hechos posteriores del cambio de régimen: Benny More, murió en 1963, cuatro años después de la victoria de Fidel Castro sobre Fulgencio Batista.

Durante cinco años, literalmente Benny Moré, se tomó Cuba de arriba a abajo. Llenaba permanentemente bailes, verbenas, programas de radio y televisión, shows de variedades en los mejores teatros y por supuesto una presencia permanente en los discos que vendía para toda América Latina. Fue la época en que le pusieron su apodo más conocido, “El Bárbaro del Ritmo”, así lo cuenta Israel Castellanos (delegado de la orquesta), en su correría por Santiago de Cuba: “… estábamos parados en una esquina y pasó una muchacha que estaba bien y Benny dijo: ‘¡Oh Bárbara!, y entonces, le salió del corazón a un muchacho que estaba parado en la esquina y contestó a Benny: ‘¡Qué va, compay, el bárbaro es usted!’ Esa misma noche, en la CMKW, surgió El Bárbaro del Mambo, y lo estuvieron llamando así hasta que vino para La Habana. En la capital empezó en el programa de Batanga y ya no le podían llamar el Bárbaro del Mambo. Entonces Ibrahim Urbino, locutor del programa, lo presentó como El Bárbaro del Ritmo.” (Ver “Benny More”. Ecured.cu)

Pero la impronta, la magia del Benny actuando en un escenario, se recoge en una anécdota que cuenta el poeta Jose Rodríguez Méndez. Estaba él, junto a un director de televisión japonesa, viendo un espectáculo en el hotel Habana Libre: “desfilaron los mejores artistas del momento y a pesar de todo, aquel hombre apenas se movía de su asiento. Permanecía impasible, indiferente, alejado como un frío observador. De pronto, se corrieron las cortinas y surgió la Banda Gigante de Benny Moré. Se hizo un gran silencio y después, tronó una salva de aplausos. Salió el Benny a escena y con un gesto de director, desató los metales y los cueros de su orquesta. Luego cantó y bailó. Mi acompañante japonés comenzó a moverse, a reír, a mirarme como sorprendido. El Benny hacía de las suyas sobre el escenario, cantaba, reía, se volvía de espaldas, se detenía un momento y volvía a comenzar. Hizo todo lo que estaba prohibido para hombres de teatro: se olvidó del público y parecía vivir un hondo delirio musical, un éxtasis, una especie de encantamiento. Cuando terminó lo aplaudieron a rabiar. El director japonés, tenía las mejillas y las manos encendidas de júbilo. No concebía aquello. Se volvió hacia mí y me preguntó: “Pero, ¿Stravinski ha visto a este hombre?. Le dije que no y él insistió: “Stravinski tenía que verlo. Este hombre es un genio musical” (Ver “Yo conocí a Benny Moré. Félix Contreras. “Yo recuerdo al Benny”. Joaquín Santana).

Nota: Ígor Fiódorovich Stravinski (1.882-1971), fue un compositor y director de orquesta ruso y uno de los músicos más importantes y trascendentales del siglo XX. El mismo fabuloso creador de “pájaro de fuego” y “La consagración de la primavera”.

La discoteca de Benny Moré, es muy amplia y diversificada en los géneros musicales de mambo, son montuno, boleros, guaracha, chachachá, guaguancó. En ese sentido, se mencionan algunas canciones que para el autor, son melodías, que con el paso del tiempo se siguen escuchando con más fervor y que lo han convertido en un cantante prodigioso y memorable de la música popular latinoamericana: empecemos con canciones propias como el mambo“Bonito y sabroso”, “Santa Isabel de las Lajas” (emocionante son montuno dedicado a su ciudad natal), el son montuno “Que bueno baila usted”, la guaracha “Yiri yiri bon”, el mambo “Mata siguaraya” (de acuerdo con la religión africana, el dueño de la siguaraya es Changó y es el primer palo del monte. Esta planta se utiliza para «abrir los caminos y la suerte de que quien la invoca, pero los cierra para el enemigo». Canción para oírla y para invocarla). Y para percepción de muchos aficionados a la música cubana, los boleros que lo hicieron inmortal: “Mucho corazón” (el primer bolero que lo hizo famoso en el mundo hispano), “Como fue”, “Te quedaras” (hace parte de la banda sonora de la película “Visa Usa”, del director colombiano, Lisandro Duque).

Pero siendo justos, hay que reconocer que en el punto más alto de la exquisitez musical se encuentran sus canciones a dúo con grandes intérpretes de otros países: Con Pedro Vargas, los boleros “Perdón y Obsesión”, del puertorriqueño Pedro Flores, “Solamente una vez”, del mexicano Agustín Lara, y “La vida es un sueño”, del cubano Arsenio Rodríguez. Cuentan que Pedro Vargas le había enviado las partituras con tiempo y cuando se encontraron a grabar, el Benny se las devolvió. Vargas aterrado le dijo “como vamos a hacer” y More le respondió “Maestro, empiece usted, que yo lo sigo”. Boleros para la posteridad. Con el cantante venezolano Alfredo Sadel, el bolero “Alma libre” (el día de la grabación, Benny llego tarde y alicorado, sin tiempo para calentar la voz y Sadel molesto, aceptó hacer el dúo como una especie de “simulacro” y nunca se arrepintió cuando conoció la grabación exaltada por todos y convertida en éxito mundial). Con el cantante mexicano Tony Camargo el bolero “Esta noche, corazón” de Chucho Rodríguez (Tony Camargo el mismo que hizo famoso “El año viejo”, de Crescencio Salcedo. A dúo con Joseito Fernández, le dio lustre a su famosa canción “La Guantanamera” (indudablemente, es una de las mejores versiones, de esta canción simbólica de Cuba). (Ver “Benny More, irrepetible”. Encuentro latino radio. Carlos Molano Gómez).

Radicado definitivamente en Cuba y en medio del éxito artístico en todos los rincones del país, a finales de los 50, su salud empezó a deteriorarse. En los clubes, en los bares, en cualquier lugar callejero, se fue tejiendo su propia tragedia de vida. En el Ali bar, por ejemplo, que visitaba frecuentemente, todos los clientes  querían celebrar con él y él nunca se negaba. Inesperadamente, a cualquier hora de la noche o de la madrugada, entraba a cualquier bar de La Habana, buscaba en la vitrola un disco de Benny More y ante el asombro del público, el Benny de verdad hacía dúo con el Benny del disco. Celebraba con todos. Era el dueño de la noche. Muchas veces incumplía los contratos por atender otros, pero su atracción era tan grande para el público, que los dueños de ciertos bares, ponían un aviso afuera que decía, “Atención, atención, esta noche si viene el Benny”.

O como el mismo lo expresó:“De pronto se me vino el mundo encima. Yo era un hombre feliz. Cantaba a gusto mis programas. Y me iba a los bailes con mi orquesta. Si no dormía toda una noche, tenía después el tiempo para desquitarme. Nadie me exigía, reloj en mano. Nadie me regañaba. Nadie me pedía cuentas. Pero de pronto, compadre, me enteré que había una cosa que se llamaba reloj. Que el día solamente tiene veinticuatro horas y que de esa veinticuatro horas yo no dormía ninguna. ¡Yo no sé qué ha pasado! (Ver “Benny Moré, Perfil Libre”. Amín E. Naser).

Así hasta el final, después de su última presentación en Palmira, Cienfuegos, cerca de Santa Isabel de las Lajas, su pueblo natal. Muere el 19 de febrero de 1963, diagnosticado de cirrosis hepática.

Al Benny lo mató su fama, su popularidad, su don de gentes, su humildad, su infinita cubania, la bohemia feliz y … la falta de sueño.

Diría Rafael Lam, periodista, historiador y cronista de la música cubana: “Me acuerdo que cuando murió, cerraron todos los comercios de su pueblo, los altavoces impresionantes emitían aquella antológica canción: Santa Isabel de Las Lajas querida/ Santa Isabel de Las Lajas querida/Lajas, mi rincón querido/Pueblo donde yo nací/Lajas, mi rincón querido/Pueblo donde yo nací/… y aquella alegre música que se mezclaba con otras cosas, se transformó en una marcha fúnebre, de dolor. Benny es sin duda, el mejor exponente de la música cubana, como Carlos Gardel en Argentina… No, no hay nadie como él. (Ver “Yo conocí a Benny More. Félix Contreras).

Dos comentarios finales, de un músico académico y de un célebre cantante panameño.

¿Por qué  le decían el bárbaro del ritmo?, según Jose Loyola Fernández (escritor y doctor en teoría de la música), “el Benny aceleraba o retardaba el ritmo original de la melodía sin romper el curso rítmico del compás… era cantar con una voz transparente, dulce o, por el contrario, con una sonoridad más agresiva, emitir sonidos onomatopéyicos y gritos en los momentos culminantes de un sabroso montuno como para no dar oportunidad a la monotonía de la marcha, ya sea un son, un mambo un chachachá o una rumba…. o sea, doblaba el acero de una melodía como si fuera cartón o algo así” (Ver “Yo conocí a Benny More. Félix Contreras. “El Rey Benny”. Jose Loyola Fernández).

Así recuerda Rubén Blades a Benny Moré:“Cuando yo tenía 6 años, Benny Moré vino a Panamá. Todo el mundo fue a verlo cuando tocó en Barracas en el barrio del Chorrillo. Nunca había visto tanta sección de metales y todos estaban vestidos de blanco. Se veían muy bien. Era realmente grandiosos ver esta banda, estos músicos latinos bien vestidos y todo el mundo, negros, blancos, mulatos. Recuerdo que mi padre me levantó y toque la mano del Benny More. Observaba a la gente…. Era como mi padre. Eran todos mayores. Veía a Benny More y veía a mi padre.(Idem).

Ahora, con toda la devoción del mundo, escuchemos, el que puede ser para muchos, el mejor bolero de Benny Moré.

MUCHO CORAZÓN

Compositor: Ema Elena Valdelamar

Canta: Benny Moré.

Di si encontraste en mi pasado

una razón para olvidarme

o para quererme

pides cariño, pides olvido

Si te conviene

no llames corazón

lo que tú tienes

de mi pasado

Preguntas todo

que cómo fue

si antes de amar

debe tenerse fe

Dar por un querer

la vida misma sin morir

eso es cariño

no lo que hay en ti

Yo para querer

no necesito una razón

me sobra mucho

pero mucho corazón.

Bis, bis, bis

PARA EL FINAL: Hay una imagen que se repite incesantemente y que pone triste los corazones. Es una calle larga, llena de gente que gesticula y llora. Es una calle llena de gente que canta repitiendo los estribillos de una canción. Es una calle larga, donde miles de persona quieren despedir al ocupante de un carro mortuorio. Es   el homenaje del pueblo cubano a Benny More, indudablemente el mejor cantante de la historia de Cuba.

Después de muchos años, la crítica musical con sus hipótesis concluyentes, llegaron a descubrir el secreto del Benny como cantante, pero especialmente como Director de orquesta:  Según el periodista español, Diego Manrique, el Benny, “tenía oído absoluto, era capaz de componer y dirigir sin saber de música, dictando ritmos y armonías, timbres y melodías”. (Ver “Yo conocí a Benny More. Félix Contreras).

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  • Edgar Zuñiga dice:

    Extraordinary & Foremost revolutionary work of musical research and history of one of the Greats if not the GREATEST exponents of Cuban Music of all times, El Beny. A job well done. Thanks to Dr Pino for such delivery to the memories of two Cali’s best MELOMANOS…rip

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