Brysolenaz

No fui yo. Se lo aseguro. No tengo valor para hacerlo y mucho menos el conocimiento de las técnicas adecuadas para proceder con pericia. El nudo de mis zapatos es siempre igual. El mismo lazo en la misma dirección y con igual apariencia. Así lo hago desde niñocuando mi madre me enseñó a atarme los zapatos. No sé hacerlo de otra manera. Ni me interesa aprender otros estilos. Jamás se me han desatado y así vengo caminando, despacio o rápido, sin llegar tarde al sitio para donde vaya. Le soy sincero: las Brysolenaz se ataron ellas mismas al tallo del rosal yes una simple coincidencia, una ocasional coincidencia que este nudo sea semejante al nudo de mis zapatos. No fui yo, estoy seguro porque no me agrada el olor que desprenden de sus uñas y sus orejas las Brysolenaz jóvenes. ¿Brysolenaz? O Brysolenoz, es lo mismo. La cuestión no es de género o sexo sino del color de sus ojos, la excitante redondez de sus nalgas y el espeso sudor dulce que les sube por la espalda. Intercambian entre ambas algunas partes de sus cuerpos. Trajeron los hilos con los cuales se ataron al rosal e hicieron el nudo. Que sigan ahí. No las estoy echando. No me estorban, aunque el sonido que emiten susurrando durante la noche, me entristece. Sonido de diminuto Didgeridoo.La primera noche que las escuché no me asomé a mirarlas.Creí que eran dos urutaús en diálogo de apareamiento. Pero por la mañana siempre despierto a las cuatro de la madrugada. Cuando vi el jardín lleno de escarcha,tan hermosa esa escarcha violeta, supesin ninguna duda que eran dos Brysolenaz. Yo no las até, se lo repito. No tengo valor para hacerlo y mucho menos cuando tenían sus pestañas llenas de escarcha.

Calarcá, Llanitos de Gualará, octubre 11 de 2022

Del libro de cuentos inédito: Mientras Borges duerme

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