“Habría que construir un modo de amar

Lejos del desierto un amor sin calles

Sin edificios y torpes alusiones

Habría de amarte y desnudarte a plena luz del día”

Fragmento: Entre el amor y el desierto, Gustavo Rubio (1952-2020)

El poeta, desde 1977 decidió no hacer nada más, iba a ser escritor, así empezó su propia historia, aun sabiendo que el hecho de escribir no tenía nada seguro; en los años ochenta comenzó a leer con dedicación aunque el acercamiento a los libros fue desde la niñez, en casa solo había un libro religioso que leía por encargo de su maestra y posteriormente leyó comics, El Santo y Superman acompañaron sus tardes; a escribir comenzó desde sus diecisiete años de edad cuando estudiaba en el colegio Nacional; se identificaba desde siempre como un chico introspectivo, tímido, ensimismado decía él; con el pasar del tiempo en algunas de sus pláticas empezaría a darle importancia al ser social, a esa necesidad del “pasar del yo al tú y al él, para encontrar las tres voces de la poesía” como lo dijo en una de sus entrevistas, “debo ser extrovertido a veces, cuando siento la necesidad de ser otro”.

Pasados veinte años de su decisión de dedicarse a la escritura, publicó su primer libro, Los muros y la rosa (1997), guiado por un reto de hacer una poesía regional diferente, que denunciara las problemáticas que tenía la cuidad, siempre en total concordancia con la línea en la cual se definió: la histórico-política, sin dejar de lado la mujer, el amor y el desamor que lo acompañó siempre. A lo largo de su vida realizó varias publicaciones de libros de poesía, que le trajeron algunos reconocimientos a nivel regional, siempre con su estilo propio; también publicó un libro de narrativa, pero en las últimas charlas recalcaba la deuda que tenía con ésta última, “siempre me ha gustado la narrativa, tengo unos cuentos que necesito reescribir y publicar” decía;en el periodo de enfermedad le hablábamos de literatura, pero se negó a saber de ella en el hospital, porque no era lugar para eso, dijo, a pesar de su larga instancia en ese lugar siempre pensó salir de allí, para dedicarse a lo que siempre quiso, escribir y nada más.

Hoy desde los recuerdos del poeta, trato de compilar los textos que dejó en una carpeta, para pagar su deuda con la narrativa como él lo dijo, al realizar una lectura de sus cuentos, escritos desde los años ochenta y señalados por él con notas: “para reescritura, estética y pensamiento” se obtienen relatos que narran partes de su historia personal, algunos hacen parte de la creatividad amplia del escritor dejando un poco de lado la línea que lo definió en la poética regional, lo histórico-político, aun así, marcando en algunos de estos, el lado jocoso de la ironía, las historias de amantes y la desolación de la ciudad milagro. Por tanto, se presenta este cuento, que narra la historia de una familia, unos vecinos y una situación particular que se sitúa en el barrio El placer de Armenia en el que vivió gran parte de su vida.

Gustavo Rubio

El proceso del miedo (Fragmento)

Cuento

(1982)

Cuando Raúl Gamboa pegó el último ladrillo en la última pared de aquella que sería su casa, consideró de acuerdo con su hijo, de acuerdo con su abuelo y de acuerdo con su tío, que había llegado la hora de ocuparla. Tenían un año para vivir en ella sin pagar un solo centavo. De manera que, sin agregar una sola palabra, esperaron a que finalizara el mes de mayo para cargar todas sus pertenencias a la nueva casa. Pasados los días de espera, Gamboa reconoció de súbito la alegría del techo que comienza a insinuarse como propio: sentía la soledad de los cuartos pequeños de inquilinato como fantasmas intrusos que mucho tiempo atrás asonaron y enmudecieron lo profundo de sus alegrías.  Pensó: “Esta vez el diablo y sus duendes se van a dormir a la calle. Mis hijos y mis familiares conmigo estamos dispuestos a echarlos a patadas.”

La casa de Raúl Gamboa había sido concedida por medio de licitación al gobierno. Esa casa estaba ubicada en el sur de la ciudad. El fin del gobierno era dar techo a los colombianos utilizando una institución recién producida. Aquellos eran los tiempos de la alianza del gobierno, de los “pájaros” y de los rebeldes. Parece que el presidente de entonces tenía como objetivo primordial el de “pacificar” el país, pues según los comentarios del tío Luciano, así lo anunciaban. -Sí señor, si lo que quiere la oligarquía es matar a quienes le sirvieron -dijo el tío en alguna ocasión remota. La tal pacificación no es más que un pretexto para eso -. Parece también que la alianza de los partidos trataba de dar consistencia a la economía bastante maltrecha por el desgaste que produce la “violencia”. – Por eso yo me metí a la revolución liberal, ¿no es cierto Raúl?, por eso nos metimos muchos liberales – el tío Luciano hablaba como siempre lo había hecho, fuerte y consciente de sus palabras, – Pero carajo, no sé qué le pudo haber pasado al jefe porque el resultado fue nefasto, continuo, – Metimos las patas…La casa de Gamboa fue creciendo lentamente. Tal vez pasaron algunos años y Raúl decidió que todos sus hijos debían prepararse para la vida. Los envió a la escuela.

La totalidad del cuento puede leerse en El Quindiano, diario regional de Armenia, Edición agosto 5 de 2022.


Diana Alejandra Grisales Rubio

Oriunda de la ciudad de Armenia-Quindío; Licenciada en español y literatura; egresada de la Universidad del Quindío; actualmente cursando segundo semestre dela maestría en educación virtual en la Universidad de Nariño; lectora y admiradora de la literatura regional y como lo decía el gran maestro Carlos Alberto Castrillón “la sobrina del poeta”.

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