Arrierías 91
Jair Valencia Gaspar
La gran cantidad de arrieros en Colombia por allá entre los siglos diez y ocho, diez y nueve y mediados del veinte, fueron fundamentales en el desarrollo de nuestro país, se veían arrieros por doquier, por todos los caminos, iban y venían, llevaban y traían de todo lo que sus recuas de mulas pudieran transportar, podríamos decir, era un transporte de lujo, además era único, igual era una inversión muy barata para ellos.
Los arrieros, se seleccionaban según la necesidad de las familias, del equipo mular que poseyeran, de la resistencia que pudieran tener en los largos viajes por la geografía colombiana y de la capacidad de aguante de hambre, de enfermedades y de los cambios extremos del clima.
Además del transporte de alimentos y mercancías, llevaban y traían chismes por toda Colombia, noticias serias y muchos chistes, podríamos decir que eran los noticieros de la época. Eran habladores, charlatanes, valientes y muy inteligentes; cargaban tiple y guitarra porque en las frías noches, se chilingueaban una buena ruana para controlar el frio y el sereno, prendían hoguera, un buen plato de comida, un rico café colado con medias y empezaba la presentación, a entonar bambucos y pasillos se dijo por ahí entre canción y canción se jalaban una genial trova de los sucesos ocurridos durante el día, trove…trove compañero a ver si sabe trovar que hasta el patio de Sevilla, pronto vamos a llegar y se tomaban cualquier traguito de buen aguardiente para calentar la voz y el alma.
Hoy una trova sevillana diría más o menos así:
“Trove trove sevillano
A ver si sabe trovar,
que en el patio de Sevilla
nos vamos a encontrar
Hermano sevillano
A ver sigamos trovando,
que en el parque de la concordia
Nos sentamos a chismear
Sigamos chismeando hermano,
de historias pasadas
del colonizador sevillano,
historias y leyendas
vividas desde antaño
Hermano sevillano
yo muy poco se trovar,
en Sevilla la del Valle nos podemos inspirar,
y cogidos de las manos,
caminando por la real
al parque Uribe
nos iremos a encontrar
Sigamos trovando hermano
porque yo soy su paisano,
del café el ginebra hacia arriba
la miranda iremos caminado,
el olor a café montañero nos va impregnando
desde antaño, para el sevillano puro
es el estandarte seguro
Siga buste hermano trovando
porque yo no sé trovar
pero el paisaje sevillano
nos hace suspirar
“Jair valencia Gaspar”

No existía camino ni recoveco que no conocieran, la mayoría de ellos brillaban por su inteligencia y conocimiento y era lógico porque en los largos viajes y entre montañas y valles ocurrían muchas cosas, hoy nuestro ejército nacional, lo llama ingeniería humana, tenían que resolver cualquier problema que en el largo camino se presentara; claro está que casi la mayoría de ellos eran iletrados pero sabían contar, calculaban los pesos sin balanzas, a ojo casi con exactitud, sumaban y restaban, el tiempo era insignificante para ellos solo rendían homenaje a la mañana y a la noche, a la mañana porque había que ponerse en funcionamiento y en la noche a descansar.
“Arrieros somos y en el camino nos encontramos” era un dicho muy común entre ellos y nos lo dejaron como herencia, esto último como para un ajuste de cuentas o quizá esperando alguna lesión que nos dé la vida. Y como para reclamar ayuda de los demás era casi un cobro este otro dicho, “hoy por ti, mañana por mí”.
Pero los arrieros igualmente contaban sus vivencias en cada estación a la cual llegaban, por lo regular eran fondas que se esparcían por los caminos y cuando llegaban a algunos pueblos también contaban las vivencias del viaje, contaban historias fantásticas, algunos mitos que ellos mismos creaban, claro que siempre le aumentaban cantidad de cosas que solo habían nacido en su imaginación por los largos y agotadores viajes.
Podemos decir que el primer transporte organizado era mular dirigido por arrieros, claro que nunca se escuchó que en esa época hubiese salteadores de caminos, seguro por ahí hubo algunos, pero los arrieros eran hombres de paz y de guerra, nadie los tocaba ni molestaba porque se encartaban. Al arriero no le faltan su sombrero, su guarniel (donde cargaba barbera, sus tabacos, su aguardiente y su revólver), un pequeño botiquín por si les daba algún soponcio, su peto o tapa-pinche, su rabo de gallo y sus dos muleras, una pequeña y otra más grande para limpiarse el sudor y la mugre, camisa manga larga de un solo fondo, su peinilla bien amolada para arreglar las diferencias menores o por si alguien se antojaba de ganarse un buen sunchazo, un buen pantalón de dril arremangado y sus buenas cotizas, ah! y en su cinto, una correa bien amarrada y muy bien puesta y por supuesto una buena estera para descansar.
A nuestro pueblo Sevilla Valle, todos llegaron en santa paz, Toño y Marcos Aguirre, venían desde el viejo caldas, Gustavo Murillo desde el departamento del Tolima y muchos otros que se enamoraron de este caserío, dejando atrás sus historias, sus familias y sus hogares maternos, eran largas caminatas acompañando sus mulas, devorando montañas, aspirando el aire puro de las cordilleras y soportando los cambios de clima, domando las fieras que se cruzaban en su camino.
Esto somos nosotros los sevillanos, hijos de arrieros, nuestra formación personal, como pueblo, como sociedad y culturalmente se lo debemos a ellos, ellos tejieron los hilos de la tradición que construye nuestra cultura con sus costumbres, estilo de vida, forma de expresión y crearon una identidad para nosotros. Su fuerte personalidad, forjada en las montañas de Antioquia y del viejo Caldas, está todavía presente en los antioqueños actuales y merece permanecer en el tiempo como símbolo de orgullo de la raza paisa; también contribuyeron a nuestra formación cultural una amalgama de culturas de casi todos los departamentos de Colombia, porque de ellos también llegaron arrieros a nuestro amado pueblo, Caldenses, Tolimenses, Santandereanos, Boyacenses, Nariñenses, además de cantidad de personajes venidos de otras partes del mundo desplazados por guerras.
Hoy nuestra cultura, como nosotros, somos hijos de la arriería.
Para seguir recordando la arriería, ¡tomémonos un buen café en cualquiera de las tiendas especializadas que tenemos en nuestro pueblo ah! y recordemos

Jair Valencia Gaspar
Nacido vivo en 1955 y radicado en Sevilla en un lugar alto de la montaña donde disfruta en lontananza la magia de su pueblo.
Si ustedes quieren saber quién soy yo… pregúntenle a mi señora, Patricita, porque ni yo mismo sé quién soy.
Reseña elaborada por:
Luz Patricia Cardona García
RESEÑA BIOGRAFICA
Jair Valencia Gaspar,
Sevillano de pura cepa, criado en bacenilla y formado a chancletazo limpio.
Su educación y conocimientos, los realizo en un andén de la 50, en la librería del “Maizal” donde el Llanero Solitario, Trinity y Gene Autry le enseñaron a luchar por la justicia.
El Santo y Neutrón le alertaron a tener cuidado con los enmascarados; de Turok aprendió a ser ese guerrero de piedra y a luchar contra los elefantes blancos y los lagartos gigantes; y de Tarzan conoció que así sea colgado de un bejuco, la madre tierra se respeta.
La vena de contador de historias, la adquirió a la luz de una vela, cuando en la finca llegaban los trabajadores a comer después de una dura jornada y donde también desarrollo la conciencia olfativa, que despertó con el rico aroma de los frijoles platanudos mezclado con el aire fresco de sus botas.
Aprendió a leer en la escuela Armando Romero Lozano del barrio Puyana, donde la educación la complementaban a almohadillazos y calvazos.
La secundaria la realizo en el Colegio General Santander donde descubrió su vena musical, gracias a Beethoven, gran profesor que en paz descanse, de quien aprendió que la vida al igual que las notas musicales se hicieron para ser cantadas y/o contadas y de quien también en sus ratos libres recibió iniciación a la química, realizando catas de alcohol etílico.
Hoy se dedica a hacer terapias de escritura para fortalecer su memoria, dice, que por si algún día, no lo quiera Dios, llega el alemán…queden escritos sus recuerdos.
También es importante destacar, que entrego veintiún años de su vida, arreglando los caminos para que pudieran pasar sus héroes campesinos y sus mulitas mecánicas o de cuatro patas.
Actualmente goza de buen retiro y como el mismo lo dice espantando el gallinazo que sigilosamente lo espera en su hombro.