-No apagues la lámpara del nochero, Holofernes. Primero escúchame… Por las palabras que dijo y le dije a tu amigo Honorio, no vayas a decirme que no supe inventar una historia para disculparte y representar mi papel para cubrirte la espalda, que, ¿sabes?, no me gustó. No vayas a decir que no, que es un montaje mío para amargarte la noche. Lo que dijo don Honorio, dije y dijiste te lo resumo:

-Desde el día de la graduación cada uno tomó el camino de su profesión. Lo dijiste: ¿Sí o no? Sólo las llamadas telefónicas mantuvieron por años tu vieja amistad con él. Eso me dijiste, palabras más o menos, cuando te llamó. Creyó que era hora de romper esa costumbre y quiso sorprender a su amigo, a ti que dices ser su amigo, y visitarte.

“Raro que después de tantos años se le ocurriera un viaje a…”, eso me dijiste… Recuérdalo…:

“Nos une una amistad entrañable. Entrañable”, decías a cada rato, Holofernes.

Tu amigo dijo parado en la puerta, que para ponerte en conocimiento te contó que desde que salió “a vacaciones definitivas”, como llama a su jubilación, se le ocurrió viajar solo para verte.

Estabas oculto Holofernes cuando lo dijo. Tú sabes dónde. Imposible que no escucharas ¿o quieres negarlo, a mí que te dije que no me parecía correcto que te negaras y escondieras para no recibirlo?  Te lo recuerdo  Holofernes, ya que no quieres aceptar lo que hiciste… Ahí estás pintado… y ¡no te voltees para el borde de la cama…!

Tu amigo contó que empacó dos corbatas en su pequeña maleta de viaje. Que su esposa le dijo: “Honorio, para qué llevas ropa gruesa si vas para tierra caliente”, pero él contestó: “de pronto Holofernes me invita a un sitio especial, no sabes cómo es de atento conmigo”… Eres detestable con tu amigo, Holofernes.

¿Cómo olvidas que dijo en la puerta: “empaqué cuatro camisas, tres pantalones, y los objetos de uso personal: cuchillas de afeitar, brocha y la loción que le traigo de regalo, igual al que me dio Mary cuando nos casamos; y esas cosas inútiles que usted tal vez no conozca son mi devoción: un libro de aforismos que nunca me falta; ¿el rosario de mi abuela y un cuaderno donde escribo esas porquerías que, según tú, llamo mis poesías”?

Imagínate, Holofernes, lo que le hiciste… No aprecias que le dio por comprarte una loción fina, costosa, un regalo especial dizque para ti, su amigo.

Holofernes, tápate que veo tus nalgas peludas… y feas…

Te conozco como la palma de mi mano, pregúntame si no. Recuerda que me dijiste cuando sabías que vendría: “Desde nuestra época de colegio sé que llega media hora antes de la señalada a cualquier compromiso; es su virtud y, como sabe que rara vez los horarios en los aeropuertos se cumplen y no hay viajes sin retrasos, te aseguro mujer, que comprará el periódico en el puesto de revistas y leerá las noticias mientras el avión alza vuelo. Si me permites, mujer, puedo contarte sin equivocarme, y si gustas puedes preguntarle a Honorio, si hizo lo siguiente antes de venir aquí:

“De tanto en tanto, aparta sus ojos de las páginas para observar qué hacen los demás viajeros. No fallo cuando te digo que esperará más de la cuenta; te ha pasado, mujer, ¿o no? Hasta que al fin, por el altavoz anuncian a los viajeros que todo es cuestión de hora y media o dos de espera para abordar. Imagina mujer que te pase que el avión aterriza y como nunca estuviste en la ciudad donde vive una amiga tuya, abordes un taxi.  Te hago estas confidencias y espero no las comentes a Honorio cuando llegue acá. Te lo digo porque a veces se te van las palabras y cuentas más de la cuenta… y me comprometes…Honorio me armaría un lío y ya no podría confiar más en ti, mujer. Como apelo a tu seriedad y discreción, te sigo contando que estos encuentros con viejos amigos me emocionaban hasta las lágrimas, pero ya no. Mírame si los negocios no me endurecieron… tanto que ya no tengo amigos, ¿socios? los que quieras, y lo sabes: solo te tengo a ti. Me parece verlo al tocar el timbre: temblará cual colegiala que entra sola al cuarto de su novio. Es muy sensible, muy emotivo…”.

No digas más, para ya… te pedí Holofernes, y cuando dijiste con sorna: “emotivo”, te respondí: Imaginación sí tienes… ¿pero sentido de amistad…? Y te reproché porque me dolió lo que hacías… no vayas a pensar que por don Honorio, por ti Holofernes.

Recuerda que dijiste: “Impaciente esperará hasta escuchar tus pasos en el interior y, mientras abres la puerta, tendrá tiempo para morderse las uñas; imaginar los cambios físicos que los años y los achaques me hicieron, a mí, que soy su amigo Holofernes. Te garantizo mujer que pensó, repensó y ensayó en su mente cómo saludarnos. Te juro que pensé recibirlo así: “¡Hola mi amigo del alma, mi amigazo, mi hermanito perdido, no sabes cómo me alegra este reencuentro! ¡Perdóname tanta emoción!”.   

Holofernes, ¿no te hagas el dormido? ¡Tápate que las tienes al viento… y se te enfrían!

No te perdono el papel que me obligaste a representar cuando al abrir y verlo parado en la puerta, esperando después de su viaje tan largo, que yo, tu mujer, lo invitara a pasar, y que en vez de salir del escondite a recibirlo, le dije, sin alma:

Don Honorio, no sabe el gusto que nos da su visita. (Te digo que empecé a dudar de mí sinceridad y de tí, Holofernes. ¡No te imaginas cuánto me costaba no tartamudear, gaguear…! En realidad, hasta hoy me doy cuenta de que eres un… pero me callo para no originar una discusión antes de dormirnos…). Seguí mintiendo: qué extraña coincidencia… usted sabe Don Honorio que ocurren coincidencias sin razón ni explicación posible. Pues le cuento don Honorio (y esto si me pediste que le dijera textual): “que como usted no llamó para acordar hora y día definitivos, Holofernes viajó feliz y contento a visitarlo”… ¡Que te tapes te digo…!

Así que….Holofernes, contéstame, no te quedes callado, ¡no te calles, hombre, pareces un gallo, no, una gallina muda!

Como te haces el pendejo te sigo contando, no, recordándote lo que dije a tu amigo: Pero usted sabe don Honorio, la vida es misteriosa y caprichosa, y en este caso, según me cuenta, en esta ocasión la vida le jugó una extraña coincidencia a los dos buenos amigos, ¿no entiendo cómo tres horas después de salir mi Holofernes para el aeropuerto, usted, don Honorio, toca la puerta de mi casa y me deja fría, de una pieza cuando cuenta que también se jubiló, y al fin vino a visitarlo, pero al no encontrarlo me dice “regreso de inmediato”. La verdad, no opino sobre esta coincidencia… Me gustaría que se quedara a esperarlo don Honorio, pero usted sabe, estoy sola, y… ¡Tápate el culo, Holofernes, ya te lo tape con tu amigo!

Holofernes, ¡Holofernes!, ¡me escuchaste o te hiciste el dormido…? Huy, ¿con quién me casé…? Eres una porquería… Ahora me arrepiento…  Me gustaría hacerte lo que Judith, la de la historia sagrada… pero algo más tendrás para agradecerme algún día. Y te digo: duerme tranquilo… si pueeedes… Siquiera te dormiste y no sepas esto: estuve tentada, y no descartes si algún día lo haga, a decirle que escuchabas escondido detrás la puerta…

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