Arrierías 97
Ernesto Pino
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Barrientos, era un hombre rudo pero amable, redomado en los oficios agrestes de la construcción, un maestro de obra, que llaman. Hombre devoto y de costumbres sanas. Un día cambio su perfil, cuando su esposa Marina, lo abandonó. Se volvió insolente, pendenciero. No volvió a misa y mas bien cambio el atrio de la iglesia por la silla licenciosa de la cantina del barrio. Por meses, se bebió las reservas del lugar y en un corto salto en el tiempo, desapareció como alma en pena. Dicen los rumores, que no resistió que su amada Marina, incumpliera el juramento que los unía. ¿Cuál juramento?, le decían. Y el respondía, que era el mismo que cantaba Julio Jaramillo. La voz de un disco de 78 RPM: “Yo sufro lo indecible si tu entristeces/no quiero que la duda te haga llorar/hemos jurado amarnos hasta la muerte/y si los muertos aman/después de muertos amarnos mas…”
No hay libertad más grande que la de un niño nacido en la provincia, o en cualquiera de los cientos de pueblos colombianos. En Sevilla, todos los días, hacíamos el rol de un niño normal, ir a la escuela, jugar, hacer tareas, volver a jugar y andar las calles sin ninguna preocupación de los padres. Ya de adulto, recordaría una cosa que pasaba desapercibida, pero estaba alli, entonada, imponente, persistente. Eran las notas melódicas de la voz de un ecuatoriano, que, al principio, pensábamos que era colombiano. Nada menos que Julio Jaramillo, uno de los reyes del despecho. Sonaba sin interrupción de lunes a domingo, especialmente los sábados, en aquellas numerosas cantinas, donde los mayores se regodeaban con la bohemia. Eran muy valientes, porque iban a la cita del licor, en medio de la violencia aterradora de los años 40, 50 y 60. Liberales y conservadores solo se ponían de acuerdo, con las canciones apasionadas de Julio Jaramillo.
La dialéctica de la vida, dice, que asi como el bien se convierte en mal o viceversa; así también, la misma alegría se puede tornar en tristeza. De ella nadie se escapa. Julio Jaramillo que de adulto tuvo suerte y fama; de niño, fue sujeto de la tragedia. A sus 6 años, le tocó la muerte de su hermana pequeña y de su padre: muere la niña por causa desconocida y dos días después, muere su padre de oficio marmolero, cuando le cae accidentalmente la cruz que había hecho para honrar y despedir a su hija. Ese hecho, posiblemente le forjó un carácter duro, de resistencia a las penalidades y de ansiedad para gastar la vida. Hizo oficios manuales para sobrevivir y ayudar a la madre, especialmente el de ayudante de zapatería. Era tan hábil con las manos, que fue capaz de construir su primera guitarra. En el barrio de infancia, con su hermano Pepe, se vincularon al taller musical de un vecino y alli aprendieron a tocar la guitarra y a cantar. Tenían el instinto musical, heredado de su abuela quien también tocaba la guitarra.

Con su hermano, trabajaban de dia y por la noche encontraron los mismos sitios que utilizan los llamados “serenateros” en Colombia y “lagarteros” en el Ecuador. Los contrataban junto a otros guitarreros para visitar diferentes barrios de Guayaquil, donde la novia o la amante, esperaba detrás de la ventana, una canción de amor. Asi suavemente, empezó a juntar quilates la voz de un chico muy joven llamado Julio Jaramillo. Y encontró también, la oportunidad de cantar en concursos de radio. La emoción del triunfo en uno de ellos, lo inclinó rotundamente a ser cantante, en contra del deseo de su madre Apolonia, de que fuera contador. “Los músicos son sinvergüenzas y se mueres de hambre”, le decía repetidamente.
El primer escalón lo subió cuando se volvió asiduo visitante de Radio Condor, donde conoció a Rosalino Quintero, quien primero con la guitarra y luego con el requinto consolidó el acompañamiento que necesitaba JJ, como le empezaron a llamar. Luego conoció a una artista popular llamada Fresia Saavedra, quien ya era cercana a las discográficas. Con ella grabó un primer sencillo, que pasó desapercibido por el público y que le hizo pensar, que su madre Apolonia, tenia razón: la musica no era lo suyo.
Pero el segundo escalón lo esperaba. Para 1956, el ídolo de la musica popular, era el ecuatoriano Olimpo Cárdenas, 16 años mayor que JJ. Y sucedió lo que el destino queria, detrás del negocio de los discos. Olimpo, barría en ventas con la canción “Fatalidad”, pero su empresario solo alcanzaba a llenar el mercado colombiano y se necesitaba alcanzar el mercado ecuatoriano. ¿Se podría hacer con otro cantante? Claro, JJ fue recomendado por todo el mundillo de los “lagarteros” y el empresario Feraud Guzmán, aceptó complacido, cuando lo escuchó en una sesión privada. Guzmán no lo podía creer: JJ era todo un descubrimiento. Asi lo cuenta Francisco, el hijo de Feraud Guzmán: “En esa época teníamos una rivalidad muy grande con el sello Cóndor, de Ifesa. Yo era muy joven y trabajaba en el mostrador del almacén de mi padre. Había una cosa que me desesperaba y es que a cada instante la gente se acercaba y pedía “Fatalidad”, interpretada por Olimpo Cárdenas, un disco que Ifesa había importado de Colombia y que nosotros no teníamos. Le comenté eso a mi padre y él le escribió a Otoniel Cardona, de discos Victoria, en Medellín. Pero importar los discos resultaba muy caro, y más caro aún era pedir los ‘master’ para hacernos cargo de la producción. Entonces, no sé, fue como una iluminación: un día lo veo pasar a Julio por la 9 de octubre (él ya había grabado el pasillo “Esposa” para nuestro sello), y se me ocurrió la idea de proponerle que grabe “Fatalidad”. – Pero tienes que copiar igualito, le dije. – No, don Pancho, igualito no, lo voy a hacer mejor, me contestó. (…) Entonces se acostumbraba que en un mismo disco se grababan dos ritmos diferentes: un vals con un pasillo, un bolero con un vals. Buscamos un tema apropiado para el segundo lado y probamos alrededor de unas veinte canciones. Y creo que fue un acierto no poner otra canción de Olimpo Cárdenas sino un tema nuevo, como era “Naufragio de Amor”. (…) Desde el primer día la canción fue un éxito completo. En la primera semana vendimos 6.000 discos, un récord, así que de urgencia tuvimos que hacer más copias”. O como lo contó el requintista, Rosalino Quintero, la mano derecha de JJ: “Como yo estaba a cargo de los arreglos, quise hacer una cosa muy diferente. Volví a usar el requinto en lugar de la guitarra, y le dimos a la canción un ritmo distinto, en un punto medio entre el valsecito peruano y el ecuatoriano. (…) En aquellos tiempos se grababa en la noche para que hubiese menos ruido, porque los estudios no tenían aislamiento. Nos reunimos a eso de las 8 de la noche. Como usábamos un micrófono, cada uno se tenía que hacer a un lado cuando le tocaba al otro, y Julio cantaba medio agachado. Tuvimos que hacer varias pruebas, pero al final nos salió como queríamos. Imagínese que lo hubiésemos hecho con los equipos y tecnología que hay ahora. (ver https://www.eluniverso.com/vida-estilo/2014/10/03/nota/4062266/fatalidad/).

La navidad ecuatoriana de ese año de 1956, se celebró irónicamente con la música y la letra de “Fatalidad”: “Fatalidad signo cruel/ que en mi rodar se llevó/ el más valioso joyel/ que tu querer me brindó/ el calor permanente de un cariño/ que ávido como un niño de ti tanto esperó…
En solo un año, JJ ya era famoso, con su gran éxito “Fatalidad”, que rebasó lo que había hecho Olimpo Cárdenas, el referente principal del pasillo y el bolero ecuatoriano y que le brindó la oportunidad récord de grabar una docena de LPs (larga duración).
El éxito le llegó a raudales cuando empezó a escucharse en toda Latinoamérica. México, Cuba y Venezuela, y se pusieron a sus pies, las máquinas de producción masiva de discos. Se puso de moda el pasillo ecuatoriano.
Hablemos del pasillo. El pasillo es un género musical y danza folclórica autóctono de la región constituida como la Nueva Granada, vinculante de los territorios de Colombia, Ecuador y Venezuela. El pasillo como tal, que tiene su origen en el vals europeo, sirvió de acompañante festivo a las actividades independentistas de esos países en las primeras décadas del siglo 19. Bolívar y la mayoría de la alta oficialidad, bailaron el pasillo; asi como los soldados y el pueblo raso que celebraba las victorias militares. Con el paso del tiempo y a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, el pasillo instrumental con tiple, guitarra y bandola, dio paso al pasillo vocal o cantado, aprovechando la musicalización de poemas que surgían con el movimiento cultural del romanticismo en América Latina. Una muestra, son las canciones-poemas, como “Mis flores negras” del poeta colombiano Julio Flores, «Sombras», de la poeta mexicana Rosario Sansores, y «Adoración» del ecuatoriano Genaro Castro. Mismas, que fueron cantadas por JJ y que confirmaban, primero, que el pasillo bailable de celebraciones militares (pasos cortos y dobles de las parejas), se había convertido en canciones no bailables de temas tristes con énfasis melancólicos; y segundo, que Ecuador como país, había integrado al Pasillo, como parte de su cultura, a pesar del impacto negativo emocional que causaban en el pueblo, muchas de sus canciones. Se dice que “Mis flores negras”, en la voz de JJ, causó una ola enorme de suicidios y muertes violentas: Ellas son mis gemidos y mis reproches/ ocultos en esta alma que ya no alegras, son por eso tan negras como las noches/ en los gélidos polos, mis flores negras…/ guarda pues este triste débil manojo/ que te ofrezco de aquellas flores sombrías/ guárdalo, nada temas: es un despojo/ del jardín de mis hondas melancolías/… Como para automorirse de pena, un lunes a las 3 de la tarde.

Incluso y a pesar del éxito que significó la presencia fulgurante de JJ, en la segunda mitad del siglo XX, el pasillo de moda tuvo controvertidos detractores. Dice el estirado intelectual guayaquileño, Rodrigo Chávez González, que, en el Ecuador, una de las formas de morir, es a través de la pasillomania. Asi define al pasillo, con una expresión sacrílega: “cretinismo de una vulgarísima falange de compositores de barrio que influye para desconcertar la psicología popular con influencias extrañas”. Es cierto que la aristocracia de Quito y de Guayaquil, por mucho tiempo miró por encima del hombro y con profundo desdén, al pasillo ecuatoriano. Que hacer, cuando el mismo pueblo declaró al pasillo como parte de su alma espiritual, el mismo, que será memorable, tal vez, en siglos futuros. (Ver “Rondando a JJ”. Raúl Serrano Sanchez, compilador”).
Como todo en la vida, la carrera de un artista tiene su momento fulgurante. A JJ le ocurrió, pero no precisamente con un pasillo, su plena identidad ecuatoriana. Le llegó como del cielo, una canción en ritmo de criolla (ritmo cubano), compuesta por Benito de Jesús, músico de Puerto Rico. Rosalino Quintero, el requintista de JJ, de manera genial, le hizo un arreglo con acordes más lentos para los matices de la voz de JJ, que la llevaron a convertirse en un bolero. El mismo bolero, que todos conocimos como “Nuestro juramento”. Grabado en 1956, a sus 21 años de edad, la canción batió todos los récords de ventas en el Ecuador: el teatro Guayas de Guayaquil, se llenó durante 200 presentaciones consecutivas. El impacto fue tan grande, que los empresarios discográficos de Peerless, la fábrica más grande de discos en México, lo persiguieron en su gira por Suramérica y le hicieron firmar un jugoso contrato. En esa época, el triunfo internacional de un artista de esta región, se ratificaba en México.

Muchos años después, tanto JJ como Rosalino, reconocerían que esa sola canción les había abierto las puertas del mundo musical americano, desde la Patagonia hasta los Estados Unidos.
¿Pero cuál es el misterio de “Nuestro juramento?: “No puedo verte triste porque me mata/ tu carita de pena, mi dulce amor/ me duele tanto el llanto que tu derramas/ que se llena de angustia mi corazón…
Lo dice la soprano ecuatoriana Beatriz Gil: “tiene un aura especial, es como cuando los astros se conjugan para que ocurra un fenómeno. Julio Jaramillo cantaba con mucho sentimiento ese tema y la letra habla de un amor que traspasa los límites de la vida. Melódica y armónicamente es una canción simple, pero cobra mucho sentido, emoción y nostalgia. La volvimos un himno ligado a los ecuatorianos. Desgraciada o felizmente, pocas veces una composición es asociada con su autor, sino más bien con el intérprete”. (Ver “’Nuestro juramento’, canción boricua que se volvió ecuatoriana”. El Universo).
Tiene mucha razón Beatriz Gil, pues a propósito del compositor Benito de Jesús (fundador del conocido Trio Vegabajeño), es el mismo que compuso “Cantares de navidad”, una de las canciones que más se escucha en el diciembre suramericano y que se hizo famosa con el dúo Héctor Lavoe y Willie Colon. Y para que no quede ninguna duda del anonimato del autor, Benito de Jesús, compuso otros temas muy conocidos como “La copa rota”, “En mi viejo San Juan”, “Lucerito de plata” y “Sigamos pecando”. El compositor reconocería después, que “Nuestro juramento”, era la canción que más regalías le daba.
Algunos hechos del cantante, reflejan las consecuencias inesperadas de la fama y el enigma que no deja entender la lógica en el sentimiento de la gente. Cuando llega a Montevideo en una de sus giras, es recibido con honores exagerados comparados a los mismos recibidos por el presidente norteamericano Dwight Eisenhower, en días anteriores. Y en la misma ciudad, celebra como invitado de honor el título de campeón del equipo de futbol, Peñarol, al lado de Alberto Spencer, el jugador ecuatoriano y para la época, otro icono de ese país. O cuando ayudado por su éxito rotundo en San Salvador, se casa frente a las pantallas de televisión con la actriz Coralia Valle, en un acto absurdo, ilegal, pero muy atractivo para el rating del canal de televisión YSEB TV. O cuando en su estadía en Ciudad de México, la publicidad para anunciarlo en el teatro Blanquita, pusiera su foto y no la de los otros artistas del espectáculo como Javier Solís y Los Panchos, ya grandes entre los grandes. O también, los excesos personales de gran estrella que lo llevaron a cometer ciertos hechos extravagantes: comprar un boleto de avión de ida y vuelta, de Buenos Aires a Guayaquil, para que un peluquero de confianza, le cortara el pelo. Y la máxima exageración del artista, al haber procreado muchos hijos, 27 formalmente reconocidos y en diferentes países suramericanos. El novelista ecuatoriano Jorge Velasco Mackenzie, asi expresa literariamente el exceso de Jaramillo: “JJ estremece corazones de mujeres que desean tener en sus vientres esa semilla divina, a la manera de María”. Y JJ lo expresa, convencido de su condición de galán cuando interpreta el foxtrot argentino “Tengo mil novias”: “Tengo mil novias (¡tiene mil novias¡, responde el coro) /¡qué voy a hacerle si soy picaflor¡/rubias, morenas (¡tiene centenas, responde el coro)/tengo un surtido de todo color.. (Ver “Rondando a JJ”. Raúl Serrano Sanchez, compilador”).

Aunque nada le quita a su grandeza artística, el hombre de voz tristona o “cantatriste”, como le dicen muchos, tenía una alegre adicción al ligue femenino. En algún momento JJ, tuvo que abandonar su patria, cuando fue implicado por acoso a una menor y encontró refugio en Venezuela, para la época un país rico por su bonanza petrolera (otros dicen que el acosado fue él). Alli vivió, posiblemente sus mejores 10 años de artista, con fama y dinero. Era el artista extranjero más importante, hasta el punto que un fanático de su musica y millonario caraqueño, hizo grabar para él, un álbum exclusivo. En Venezuela, se resalta su capacidad memorística, al haber grabado 3 álbumes (32 canciones) del folclor venezolano en solo dos días. En ese tránsito, compone la canción “Caraqueñita”, dedicada a una chica venezolana, que luego a su regreso definitivo a Guayaquil, la convierte en “Guayaquileña”, y que se convertiría en un himno de esa ciudad.
De su corta vida, se han resaltado dos momentos que muestran su condición de gran ídolo en Ecuador su país natal.
El primero, cuando después de 10 años de ausencia, regresó a Guayaquil en 1976, después de que había jurado no volver, porque, según él, no era valorado como merecía. Fue recibido como héroe en el aeropuerto de Guayaquil y llevado en caravana hasta el Balcón del Pueblo de Radio Cristal. Alli cantó “Guayaquil de mis amores”, una de las canciones emblemáticas de la ciudad. La emoción de los asistentes, no dejó ver con claridad, que ya la voz del artista había perdido su brillo, a consecuencia de su vida desordenada, de licor y mujeres.
El segundo, sucedió dos años después, el dia 9 de febrero de 1978, cuando murió en el postoperatorio de una cirugía de vesícula, a sus tempranos 42 años. La noche de su muerte nació el mito. El Carnaval de febrero en Guayaquil se apagó por completo. Se estima, que por lo menos 200.000 personas, lo velaron y lo acompañaron en su sepelio y la municipalidad declaró 3 días de duelo. El entierro fue transmitido en vivo por una cadena de emisoras radiales.
Si, el 9 de febrero murio el ciudadano Julio Jaramillo y el 10 de febrero nació el mito JJ. Para la eternidad se quedó en la médula del pueblo, la voz que le cantaba a las domesticas, a las niñas ingenuas, a las pecadoras, a las prostitutas, a los proscritos, a los desocupados, a las ovejas negras. Aquella voz que por muchos años fue prohibida a los chicos y chicas de “buena familia” y que por cordura artística hoy es reivindicado en cada rincón del país ecuatoriano. El mayor honor lo recibió después de muerte, cuando en 1.993, por medio de una ordenanza presidencial, se declaró el dia 1 de octubre, como el dia nacional del pasillo, la misma fecha de nacimiento de Julio Jaramillo. El pueblo por su parte, lo sigue llamando “Mr. Juramento”, como algún dia en el fervor del éxito, lo apodó un periodista.

El mito JJ, también se volvió literatura. Durante muchos años crecieron los imitadores de JJ. Uno de ellos, el colombiano Charlie Zaa, cantó sus mejores canciones para una audiencia juvenil. Hoy, pocos escuchan a Zaa, pero la mayoría sigue escuchando a Julio Jaramillo. Incluso, ni el mismo se salvó de su propia imitación. Veamos por qué.
Hay un cuento del escritor ecuatoriano Marcelo Baez Mesa, llamado “JJ on the radio” y que se puede resumir en estas palabras: El mismo JJ, como personaje incognito participa en un concurso de imitadores de JJ, organizado por la radio. Totalmente disfrazado y con nombre simulado, el personaje hace lo mismo que JJ, enamora al mismo tiempo a 3 mujeres, bajo la sentencia popular que ya era costumbre en el Ecuador: “es fácil conquistar una mujer si eres JJ”. Fracasó con las tres. Quedó de tercero, con la de bronce. El jurado ponderó la forma de imitar a julio. Se fue del teatro sin recibir el premio (perfumes y jabones de baño). Caminando solo y frustrado, se encontró con una adolescente, quien lo abordó y le confesó, que había estado dentro del público, que el veredicto era un fraude y que él, era el único ganador. JJ, desconfiado, e incrédulo, le increpó para zafársela, que donde estaban sus padres. “Son los dueños de la radio”. Se despidieron cordialmente. Nadie sabía que este imitador, era el verdadero JJ. (Ver “Rondando a JJ”. Raúl Serrano Sanchez, compilador”).
Dicen que JJ, grabó cerca o más de 3.000 canciones de todos los géneros: pasillos, boleros, folclor venezolano, foxtrot, rancheras. La obra de Jaramillo es tan extensa que el cálculo de su producción no fue posible sino hasta que su mayor coleccionista en el mundo, Yoshinori Yamamoto, revelara que había logrado recopilar más de 4.500 grabaciones. Habrá que creerle. (Ver goraymi.com).
Lo que sí está claro, es que “Nuestro juramento” es su canción memorable y que, a gusto del autor, existen otras canciones que quiero recomendar, especialmente para aquellos que no conocen, pero quieren saber de la obra de Julio Jaramillo. Son ellas, “Azabache”, “Ódiame”, “No me toquen ese vals”, “Te esperare”, “Rondando tu esquina”, “El aguacate”, “Fatalidad”. A propósito de “Rondando tu esquina” (un tango convertido en bolero), fue una canción con un gran significado en las primeras urgencias de nuestra adolescencia. A mi amigo “Pelusa”, un poco mayor, ya el corazón le avisaba que había una chica llamada Noella, que le producía taquicardia cada que la veía en el paisaje de nuestras calles, en los corrillos de la muchachada o en el paso anunciado de camino de ida o de regreso del colegio. “Pelusa”, solo tuvo que hacer lo que decía esta canción, que estaba de moda y se oía todo el tiempo en los radios de las casas y en los tocadiscos de las cantinas: dar vueltas a su casa y rondar sus cuatro esquinas. Asi empezó este infantil noviazgo, que, en su éxtasis romántico, alcanzó el árbol de la escuela, donde quedaron grabados sus nombres con un corazón atravesado, mientras cantaba Julio Jaramillo: Que me has dado vida mía/ que ando triste noche y día/ rondando siempre tu esquina/ mirando siempre tu casa…En todo caso, Puyana y el autor, fueron testigos.
Antes de terminar, volvamos al principio cuando les hablé de Barrientos, un hombre del populacho, trabajador y bohemio; pero profundamente marcado por la musica de JJ. Nunca se volvió a saber de su suerte, pero en el barrio de nuestra infancia dejó otra leyenda al lado de la musica de JJ. Aquí, en esta cantina, decía la gente, ebrio y loco, le juró a Marina, amarla por siempre como lo cantó JJ en su inmortal “Nuestro juramento”.
Disfruta la canción en este link:
NUESTRO JURAMENTO
Compositor: Benito de Jesús
Interprete: Julio Jaramillo
No puedo verte triste porque me mata
tu carita de pena, mi dulce amor
me duele tanto el llanto que tu derramas
que se llena de angustia mi corazón.
Yo sufro lo indecible si tu entristeces
no quiero que la duda te haga llorar
hemos jurado amarnos hasta la muerte
y si los muertos aman
después de muertos amarnos más.
Si yo muero primero, es tu promesa
sobre de mi cadáver dejar caer
todo el llanto que brote de tu tristeza
y que todos se enteren de tu querer.
Si tú mueres primero, yo te prometo
escribiré la historia de nuestro amor
con toda el alma llena de sentimiento
la escribiré con sangre
con tinta sangre del corazón.
Si tu mueres primero, yo te prometo
escribiré la historia de nuestro amor
con toda el alma llena de sentimiento
la escribiré con sangre
con tinta sangre del corazón.