Arrierías 97
Carlos Alberto González Quitian.
Arquitecto. Mgs en Desarrollo Educativo y Social.
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La Cultura se concibe como el conjunto de objetos, sistemas, modelos y hechos que nos rodean y que median nuestro pensamiento y desarrollo; la cultura hace parte de nuestra forma de ser, pensar, querer, hacer, y de nuestros procesos mentales de interpretación, de intervención y creación, ofreciendo un marco cognitivo, afectivo y energético para asimilar, comprender e interiorizar lo externo, igualmente para reproducir y crear. Pero a su vez si se le toma en forma rígida, estática, inamovible y paramentada, la cultura puede ser una barrera, un escenario coartante y limitando, impidiendo “ver” más allá de los paradigmas que la misma cultura construye e impone.
El preguntarse por la vida, por sí mismo, por el otro, por los hechos y procesos, se trasciende el describir por un comprender, por un develar un transformar, es la opción que la cultura reflexiva ofrece para salir del ostracismo y estatismo, la visión crítica nos lleva a la indagación y a la construcción de nuevos conocimientos dentro del mismo tránsito por la vida, el cual puede en su divergencia traspasar las fronteras del que hacer y el cómo hacer repetitivo, construyendo y creando en el mismo accionar indagativo trascendiendo el método y la forma, sin perder los fundamentos esenciales para acercarse al conocimiento y a su construcción.
Este es el sentido, investigar como proyecto de vida, se convierte en una manera cultural divergente de pensar y crear, incorporando la originalidad, la pertinencia y la relevancia. Es necesario entender que la creatividad no es innata, no es un don otorgado a un grupo de personas, no se nace con la creatividad, como igual no se nace culto, aunque sí con la posibilidad de la cultura y un potencial creativo que puede ser desarrollado; toda persona facultada con los procesos primarios de la inteligencia, puede ser un investigador y un ser altamente creativo, lo puede aprender desde la educación y el simple acto de preguntarse por la vida.
Esta es una de las tareas de la Educación, como lo expresara J. Piaget:
“Educación significa formar creadores e indagadores por la vida”. Esto si concebimos la educación como una dimensión de formación integral en pensamiento. conocimiento y desarrollo, como una praxis social para la vida en la vida misma que va más allá de la ilustración y el conocimiento, lo que lleva a la creatividad a ser aprendida y construida igual como la cultura.
La educación algo reduccionista de su papel, utiliza con preferencia los métodos heteroestructurantes, reproductivos y expositivos, la creatividad en este ambiente difícilmente puede florecer, por cuanto ésta requiere de escenarios abiertos, flexibles y autónomos, lo cual exige el redimensionamiento de los procesos educativos y un cambio estructural de sus sistemas, para que se trascienda la visión de un que aprender, a un cómo aprender, a un cómo investigar y cómo crear, desde la misma pregunta, y de posicionar al educando como protagonista y eje de la construcción de su conocimiento, como también de ofrecerle los ambientes y acompañamientos propicios para la comprensión de su ser.

Al concebirse la creatividad como una dimensión humana, es decir, una forma simultánea de ser, querer, pensar y hacer, transformativa del ser humano y el medio, en la cual interviene un proceso cognitivo, afectivo y energético para la generación, y desarrollo de ideas nuevas y valiosas, se va más allá de la mera capacidad, se liga con la formación integral, los valores humanos y la cultura. La creatividad le permite al ser humano transformarse y ofrecer procesos y productos significados, novedosos, pertinentes y relevantes para el bien ser y estar, en concordancia con la definición intrínseca de creación.
La creatividad está íntimamente interrelacionada con la cultura, dado que la creatividad le provee recursos y nuevas sendas a la cultura, pero la cultura igualmente la enmarca, la significa y la incentiva. Desde los albores del estudio sobre la creatividad, ésta obedece a diferentes cánones culturales, la primera generación de estudio en los albores del siglo XX, se entendía como capacidad y habilidad en la persona, luego como proceso y estrategia, y a finales de dicho siglo, como forma de vida, para finalmente en el nuevo milenio comprenderla como un entramado sistémico, vibracional y energético implícito en el ser y su entorno. La Investigación y la creatividad se elevan de esta forma a dimensión de sentido, entendiéndola más allá de una capacidad, habilidad o una competencia, se vislumbra como una dimensión de existencia protagónica y espiralada de la vida misma, trascendiendo el pensar y el hacer.
Por otra parte, recordemos que investigaciones precedentes nos demuestran que la familia, la escuela y la sociedad pueden constituirse de forma paradójica en los primeros obstáculos e inhibidores de la creatividad, generados por la inconsciencia y la indiferencia o por patrones coartantes, bloqueos y ambientes poco propicios para la creación y la construcción de conocimiento. Igualmente es importante señalar que la creatividad y la innovación para que sean realmente interiorizadas, y sus procesos sustentables, se requiere trabajar desde lo elemental: la indagación, es desde la Mayéutica, entendida como el descubrimiento del Ser desde la pregunta, el método propicio para alcanzar el aprendizaje significativo, creador y trascendente.
Como parte de la formación y la cultura, se requiere acompañar al ser humano para la pregunta, la divergencia, la investigación y la creación; edificando condiciones y ambientes entendidos como climas y escenarios educativos, organizacionales y procedimentales tanto en el ámbito psicosocial, como didáctico y físico.
¡La Investigación y la Creatividad son cuestiones vitales de vida y existencia!
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