Revista Digital Arrierías 72.

La mujer como víctima milenaria por su condición de inferioridad ante los hombres y la sociedad es un hecho que no termina y tampoco tiene posibilidades de acabarse.

Cuando la humanidad prehistórica se convirtió en cazadora y recolectora, fue el hombre quien hacía las labores al exterior de la cueva, caverna, palafito o choza. La mujer quedaba internada en labores que le imponían una responsabilidad ante los hombres de la tribu: cuidar, alimentar, organizar, reproducirse y acatar sumisamente las órdenes del macho alfa, encargado de la caza, pesca, recolección de alimentos, ataques a tribus, esclavizar hombres y mujeres enemigos.

Desde esa edad de la humanidad la mujer viene sufriendo la ignominia de llevar a cuestas una impronta de responsabilidad por las cosas malas que suceden en la sociedad.

La mitología pre judaica, le achaca a la mujer, Pandora, la causa de todos los males y enfermedades que sufre la humanidad.

La teoría creacionista judaica, habla de los dos primeros pobladores de la tierra creados por Dios, Adán y Eva, formada de una costilla de Adán. Habiendo recibido una advertencia, como Pandora, de no abrir la caja, en este caso, comer un fruto, una serpiente tentó a la mujer para que comiera el fruto prohibido y ésta cayó en la tentación. Eva comió y le dio a Adán para que comiera también. Como castigo, además de la expulsión del cómodo lugar donde estaban, Dios dijo a la mujer: “Te haré sufrir las grandes fatigas del embarazo y darás a luz entre dolores. Desearás al hombre y él tendrá autoridad sobre ti”. Y Dios dijo al hombre: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra, porque polvo eres y en polvo te convertirás”. Así quedó Eva sentenciada para la eternidad como culpable de los pecados del hombre y la Biblia dejó muy claro el sometimiento de la mujer al varón.

Estos prejuicios nacidos de la misoginia, y antifeminismo de los profetas cristianos se traspasaron a la sociedad romana donde nació la iglesia católica y romana, sociedad que, a su vez, transmitió esas falsedades a los españoles quienes las trajeron, inculcaron e impusieron a los indígenas, mestizos y criollos.

Es por esta razón que, después de tantos siglos, no se hayan podido superar y cada día se presencian actos contra la dignidad femenina que pueden ser simples como no poder caminar al lado del marido sino detrás, como las vimos en Catar, ganar menos salario y posición que los hombres, hasta actos execrables como la negación al derecho de la educación en algunos países árabes, la lapidación por infidelidad, aunque el culpable sea el marido, la ablación de sus órganos genitales, inclusive en Colombia la etnia Emberá, que practican la mutilación genital femenina, la práctica es persistente. Conocida como “cortar el callo”, clítoris, o “curación”, su objetivo es evitar que los genitales de una niña crezcan y se transformen en los de un niño. También se cree que evita la infidelidad.

Esta mutilación, antinatural, antihigiénica y perversa conlleva, muchas veces, a la muerte por sepsis infecciosa de la niña, quien no es llevada a ningún centro de salud porque sus propios chamanes, curanderos, o brujos, no lo permiten. Por esa razón existe un subregistro de la mortalidad que se puede aumentar si se incluyen quienes realizan estas prácticas como saberes culturales que deben permitirse.

La práctica es tan variada que puede ir desde la escisión clitórica hasta la llamada La infibulaciónque es una mutilación radical de los genitales femeninos, sangrienta en todos los casos, consistente en una clitoridectomía que incluye, además del clítoris, labios menores y mayores seguida por el cierre vaginal mediante sutura en la cual dos partes de la vulva se suturan con espinas, generalmente de acacia enana, o de limonero,  se fijan con cordel en cierre de corsé dejando un solo agujero que dé paso a la orina y a la sangre menstrual, asegurando su permeabilidad con un trozo de caña de bambú, algo así como una cremallera cuyos dientes son espinas que sellan completamente la zona vulvar. Un dato adicional es que cuando la niña sea casamentera, este cierre se revienta o destruye con un cuchillo, por el esposo, con el fin de tener sexo con la niña, y después del parto es común volver a practicar esa malsana operación. Por lo general es una partera o curandera quien realiza la infibulación cuando las niñas tienen entre 2 y 7 años de edad.

Es una práctica ancestral africana, la práctica es común en ciertas comunidades de estos 30 países: Benin, Burkina Faso, Camerún, Chad, Costa de Marfil, Djibouti, Egipto, Etiopía, Eritrea, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Kenya, Liberia, Malí, Mauritania, Níger, Nigeria, República Centroafricana, República Democrática del Congo, RepúblicaUnida de Tanzanía, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Togo, Uganda, Yubuti y Zambia.

Esta práctica y la irreparable pérdida que deja en el físico y espíritu de las mujeres está muy bien retratada en la hermosa película “La Flor del Desierto”.

Además, ciertos hechos, en Colombia parecen hacer parte del paisaje: feminicidios con sadismo como el caso de Rosa Celis, violencia sexual, violencia intrafamiliar con el agravante de que en muchos casos la mujer es obligada a convivir con su agresor, mutilaciones y desfiguraciones con ácidos, reclutamiento forzado para servir como carne de cañón y explotación sexual, dificultad para aprobar, en el Senado, verdaderas leyes de protección a la mujer y castigo a su agresor. Parece que el machismo senatorial es el principal amigo de la ignominia a la mujer.

Se pueden enumerar muchos eventos que involucran a un Estado y a una población que miran de soslayo la herencia misógina generacional.

La tolerancia y permisividad de difusión de teorías, doctrinas y acusaciones de parte de sectas religiosas que invaden al mundo y que se pueden encontrar debajo de la puerta como es el caso de un tal Profeta Kacou Philippe, www.philippekacou.org quien difunde, entre sus seguidores la impureza de la mujer menstruante y su maldición para ser parte activa de la iglesia, sosteniendo cosas como “ si una mujer en menstruación predica ante ustedes en una iglesia, sus negocios, plantaciones y sus hijos quedarán malditos para siempre”

En que mente cabe pensar que si una mujer está menstruando y se baña en una playa o una piscina el agua queda impura hasta el día siguiente en un radio de 40 metros y quien se bañe en esas aguas queda maldito.

Esos son los folletines que distribuyen bajo las puertas de las casas. Esto no es más que un estigma para las mujeres que se coloca de manera soterrada.

Hay un dicho que dice: “hecha la ley, hecha la trampa”, pues bien, es muy difícil una condena, en Colombia por feminicidio, la ley: 1761 del 2015, estipula una pena entre 250 y 500 meses para quien causare la muerte a una mujer, por su condición de ser mujer o por motivos de su identidad de género,  que se aumenta a 600 si el delito lo comete un servidor público, cuando la conducta punible se cometiere en mujer menor de dieciocho (18) años o mayor de sesenta (60) o mujer en estado de embarazo, con el concurso de otra u otras personas, y otros agravantes más. Lo que significa una pena de máximo sesenta (60) años que en muy pocos casos se ha cumplido, porque los fiscales, los abogados, los jueces, y el mismo procesado, inventan un delito de homicidio doloso, culposo u otra figura que no incluya el feminicidio y de esa manera llegar a acuerdos con el implicado que le rebajan la pena.

“De los procesos por feminicidio en la Fiscalía, 2.541 están sin resolver”

“Desde 2015 el feminicidio se incluyó en el código penal colombiano para que los asesinatos de mujeres –solo por la razón de su género– pudieran ser juzgados con un enfoque distinto al del homicidio y reconociendo la violencia histórica contra las mujeres.

Desde entonces, según datos consultados por EL COLOMBIANO, la Fiscalía ha iniciado 3.845 procesos por este delito, de los cuales 608 comenzaron en 2019, 606 en 2021, 595 en 2018, 565 en 2022, 533 en 2020, 462 en 2017, 306 en 2016, 122 en 2015 y dos en los 27 días que han transcurrido de 2023.

Las zonas en las que más se han interpuesto procesos son Bogotá, con 761 casos; Valle del Cauca, con 605; Antioquia, con 391; Tolima, con 198; Santander, con 157; Magdalena, con 150, y Bolívar con 139.

No obstante, al medir el avance de estos procesos ante los estrados judiciales, el balance en más bien gris. En el 64,7 % (2.541) de estos casos no ha habido una decisión de un juez, por lo que el 35 % (1.358) duerme el sueño de los justos en indagación preliminar, el 27 % (1.076) está en etapa de juicio y el 2,7 % (107) en investigación, fase posterior a la imputación de cargos.

Así mismo, los datos indican que cuatro procesos (que representan el 0,1 %) fueron querellables (que fueron conciliados o desistidos), 44 tuvieron una terminación anticipada (el sindicado aceptó los cargos) y 1.256 terminaron en una sentencia condenatoria.”1.

  1. El colombiano enero 28 de 2023
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