Para: Arrierías 58

 “Lo que origina la violencia no es sólo la inequidad, el hambre, la injusticia social. Lo es, también, la impunidad”

Con este axioma, iniciaba mi cátedra sobre elementos básicos de la Constitución, que era impartida, por disposición lógica y necesaria del Consejo Académico de la universidad del Quindío, en la asignatura obligatoria para todas las carreras que los estudiantes recibían como complementaria. Una manera de formar ciudadanía.

El énfasis del trabajo académico era orientado a dar la información básica sobre derechos fundamentales y mecanismos de protección de esos derechos. Sabíamos la teoría la cual hacíamos llegar al estudiantado con base en ejemplos claros de aplicación de cada uno de los derechos establecidos en nuestro Ordenamiento Jurídico. Se hablaba sobre casos de pobreza, explotación y abuso que aparecían en los medios de comunicación. Una verdadera adquisición de conocimiento y práctica basada en textos, libros y experiencias contadas por muchos actores o víctimas de violaciones.

El 25 de ejero de 1999, un devastador terremoto asoló el Eje cafetero y el impacto de ese movimiento telúrico daño infraestructura vial, viviendas y causó la muerte de más de mil personas. Tristeza, dolor, miseria, hambre y desesperanza cundían entre todos los habitantes de Risaralda, Caldas, Quindío y norte del Valle del Cauca. Empieza, esa semana, todo un trabajo de reconstrucción donde primó la solidaridad y la cercanía de todos los habitantes de la región, especialmente en Armenia y en varios de los municipios quindianos.

Semanas después del infortunado suceso, institucionalmente, a nombre de la Universidad del Quindío y los estudiantes del programa de Promoción Social, empezamos visitas a las zonas más deprimidas y devastadas, especialmente al sur de la bella capital quindiana. La realidad de la pobreza, conocida en textos y análisis periodísticos o académicos, era mucho más grave de lo que teóricamente conocíamos: familias viviendo de la basura, niños famélicos conviviendo con ratas, gallinazos y llorando por hambre, jefes de hogar viviendo del rebusque, la prostitución -en algunos casos-, el asalto, en fin, lo clásico en grandes barrios crecidos bajo la influencia del desplazamiento, especialmente de la violencia política de los años 50 en Colombia, seres sin futuro, sin empleo. Imagen apocalíptica.

Esta fotografía social de hace 20 años, es la misma o más grave aún que vive nuestro país en esta época. Continuamos rodeados de fantasmas: miedo, desconfianza, envidias, pobreza, corrupción y más violencia, más guerra. Salimos de la violencia política, pasamos a la guerrillera y terminamos en manos de paramilitares, mafiosos dentro de una administración política que roba mediante contratos y la connivencia de muchos jueces y magistrados corruptos, fiscales, procuradores, contralores, contratos que llegaban directamente a manos de amiguitos del gobierno o elegidos por corruptos para tapar sus crímenes contra el Estado.

Miles y miles de familias desplazadas por esa violencia, esa corrupción y esa injusticia social o legal. El Estado lo niega y su máximo administrador, en viaje permanente al exterior, pintando un país de fantasía mientras caen asesinados líderes, vigías ambientales, reclamantes de tierras expoliadas, guerrilleros desarmados que se acogieron a un proceso de paz. Una verdadera catástrofe.

La desigualdad, el hambre, la inequidad, la injusticia social y la impunidad, son los mayores determinadores de la violencia en Colombia como. Los ejemplos y pruebas son contundentes.

  • Niños que mueren de hambre y desnutrición, especialmente en las regiones más apartadas de Colombia. Familias que viven del rebusque mientras su niños y jóvenes escarban en las basuras buscando algo de comida.
  • Miles de familias campesinas sacadas de sus territorios por balas asesinas de grupos al margen de la ley. Abandonan sus pequeños predios, sus cosechas, sus animales. Detrás de ese despojo avanzan grupos dedicados al narcotráfico y poderosos acumuladores de tierra que compran esos predios a precio de ganga. Venden o venden. Los campesinos no tienen alternativa.
  • Cuando estas familias huyen buscando protección en ciudades intermedias o capitales, se establecen en sitios marginales donde viven sin agua, electricidad y a las orillas de los ríos. La tragedia de Pereira explica claramente esta situación.
  • Profesores universitarios con títulos de maestría, doctorados y pos doctorados cuyos sueldos en instituciones universitarias no llegan a 15 millones de pesos y políticos que llegan a ocupar el Congreso, muchos mediante coacción o compra de votos y sin saber claramente sus funciones, ganan casi 40 millones de pesos y nuestros impuestos pagan sus asesores (10 por cada uno, según confesión de un senador), escoltas, carros blindados, telefonía y más gabelas como si fueran representantes de ricos potentados petroleros. Una inequidad llevada al máximo.
  • Colombia es uno de los países del mundo que más tiene jueces, fiscales, abogados, procuradores y magistrados purgando penas por corrupción. Es aquí donde aparece la impunidad que nos lleva al Estado caótico en que vivimos y que nos permite asegurar que Colombia no es un Estado democrático de derecho. Colombia es, una DEMOCRATURA.

Concluyendo, mientras haya inequidad, hambre injusticia social, impunidad y corrupción, siempre habrá violencia. Esto ha sido nuestro país por siglos: VIOLENCIA y los culpables están ahí, escudados en las armas, el narcotráfico y la corrupción para seguir domeñando voluntades.  La historia nos da la razón.

Hoy, cuando nos aproximamos a unas elecciones, sólo pedimos a los colombianos votar en conciencia y VETAR a quienes nos han conducido, con sus actos de corrupción y estulticia, a la violencia y pobreza que hoy vivimos. La juventud tiene la palabra.

POST SCRIPTUM: El presidente venezolano dice que, en el caso de Ucrania, su pueblo apoya irrestrictamente al gobierno ruso. Tiembla norte América. El gobernante colombiano, en el mismo caso, dice que él y su pueblo (nosotros), apoyamos al gobierno norteamericano. Tiemblan Rusia y China. Mientras tanto, los dos pueblos, Venezuela y Colombia, sufren la corrupción, el hambre y la pobreza.

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