Revista Digital Arrierías 72
-Quiero hacerlo, señor, y no encuentro ningún inconveniente porque ella también tiene deseos.
-Por ningún motivo estoy de acuerdo. Ni su opinión ni la de ella son lícitas. Su sentir y su apetito sexual no tienenninguna validez en esta ocasión. Es un simple deseo, tal vez una pasajera curiosidad y nada más. Una fantasía que le nace no sé de dónde.
-Pero es que yo también quiero hacerlo con él, señor, y tampoco le veo inconvenientes.Él me gusta, yo le gusto, nos gustamos. Ya quisiera usted acariciarme como él lo hace.
-No diga idioteces. Vístanse y salgan cuanto antes de aquí.Abandonen mi casa.
-Soy un hombre y me gustan las mujeres. ¿A usted no, señor?
-Sí, mucho, pero esto no viene ahora al caso. No deben hacerlo. Ya habrá tiempo en otro lugar. Después, tengan paciencia.
-Y yo soy una mujer y me encantan los hombres, ¿qué problema tengo?
– ¡Me opongo por completo a que hagan sexo!
-Sexo… ¿le asusta la palabra, señor? Lo encuentro lleno de prejuicios. Usted parece misógino. Ella es mujer y yo soy hombre.Estamos claros en cuanto deseamos hacer, ella con su cuerpo y yo con el mío. Ambos con el cuerpo del otro.¿Es usted homosexual?
-No lo soy, pero impediré que hagan sexo ahora y aquí. Es mi deber.
-No, señor. No es su deber, usted es un entrometido. Su comportamiento es el de un asqueroso machista. Pienso que estaba fisgoneando. Además, no ha debido entrar en nuestra habitación.
– ¿Nuestra habitación…? Esta es mi casa y ustedes dos no me dijeron que venían a esto… Los dejé en la biblioteca y los encuentro aquí, en mi cama.Esta cama es la mía, en esta alcoba solo yo entro.
-Bueno, suya, sí, pero tenemos derecho a la privacidad de nuestra desnudez. Y usted no es mi padre para oponerse.
-Y tampoco es el mío. ¿Tiene hijas, señor?
-No tengo, por fortuna no tengo hijas. Ni las voy a tener nunca.
-Entonces, ¿tiene algún hijo?
– ¿Para qué me salga como usted? No, he sido un hombre solo, soy un hombre solo y quiero seguir solo.
-Por eso le afecta tanto que queramos hacer sexo. Pero si desea vernos…
– ¡Insolente!
-No me opongo, señor, puede sentarse en aquella silla y mirar, sin intervenir.
-No hable locuras. Por favor, esperen siquiera que ambos cumplan los diez años y entonces hagan lo que quieran con sus cuerpos.
Calarcá, mayo de 2023
Del libro inéditoLos cuentos dialogados.