Columna Palabra Empeñada
En medio del rebrote mundial por infestación del COVID-19 y sintiendo de primera mano el efecto devastador de esta pandemia, puedo asegurar que nadie en el planeta tierra, puede marginarse a las consecuencias lamentables por la aparición en CHINA de este gran mal.

Reconozco que algunos factores han encontrado importante y positivo protagonismo durante el encierro obligatorio, destacando como muy importante, la unión familiar, el aprovechamiento de los medios tecnológicos y el valor e importancia del ejercicio físico y las buenas costumbres entre otros.
Sin embargo son muchos más los aspectos negativos e inclusive catastróficos. Paso a comentar un hecho vivido y que deja enorme preocupación por el desenvolvimiento y lamentable fin.
A diario escuchamos como unos pocos sectores económicos y productivos del país han salido fortalecidos en medio de la pandemia, y eso no tendría ninguna observación especial, si no fuera porque el sector en mención es el que incide directamente sobre la salubridad y bienestar de cada uno de nosotros.
De manera sorprendente (aunque sé que los intereses de grandes grupos económicos desafortunadamente prevalecen sobre los intereses colectivos del pueblo) se vio que el primer paquete económico para fortalecer el sistema de salud fue otorgado a las EPS que en su momento se encontraban quebradas porque adeudaban importantes sumas de dineros a los hospitales del país. Lo que sorprende es que los dineros se giraron a las EPS y no a los hospitales quienes al final, deberían haber recibido estos aportes de manera directa por parte del ente gubernamental y así garantizar el buen servicio hospitalario a la población.
Pero lo que más nos ha sorprendido, es el descaro con el que se han tratado a todos los pacientes que ingresan a los sistemas hospitalarios y a quienes quieren rotular como paciente-covid para poder cobrarle mucho más al sistema de salud. Nos llenan de pánico y prohibiciones para hacerle el seguimiento a nuestros familiares y cercanos que entran a los hospitales en estado grave de salud y se nos prohíbe o amenaza estar junto a ellos, so pretexto de adquirir nosotros el letal virus.
Poca o ninguna maniobrabilidad tenemos para enterarnos de primera mano del desenvolvimiento de las afectaciones de aquellos que ingresan con gravedad a un centro hospitalario y solo nos resta con creer en las afirmaciones hechas por médicos, enfermeras o administrativos que contestan a nuestra angustiante llamada telefónica.
En el caso que me tocó vivir, afirmo con mucha responsabilidad que me engañaron y me hicieron creer que esa persona tan querida estaba mejorando su estado de gravedad. Me limitaron la asistencia presencial porque argumentaban el gran riesgo de contagio de COVID-19 y al final y frente a la historia clínica, solo resta dictaminar, que se presentaron muchas omisiones y negligencias médicas y administrativas, que desencadenaron en un fatal resultado final.
Hoy reclamo por el derecho que tenemos los colombianos de ser asistidos de manera digna y oportuna. Reclamo por la indolencia de algunos directivos, enfermeras y médicos frente al dolor de los pacientes, familiares y amigos. Reclamo por la corrupción que se convierte en un cáncer incurable en el sector salud.
La única manera para vencer tantas dificultades en medio de esta catastrófica pandemia es la de unirnos y propender por el bienestar de todos, esperando que las medidas que tome el gobierno nacional y los gobiernos departamentales y locales, estén de acuerdo a las necesidades, especialmente, de los más vulnerables y necesitados.
Que dolor ver como nuestro país se aleja cada día, más y más, del anhelo progreso en las instituciones más importantes.
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