Arrierías 96

Guillermo Escobar Baena

Algo que caracteriza a las viejas casonas de bahareque de dos plantas, del modelo que conocemos como arquitectura paisa, herencia de la época de la colonización antioqueña y de las cuales por fortuna, aún quedan algunas en Sevilla, es además de los balcones, la cantidad   de ventanas que poseen, la que según dicen, corresponden al número de miembros de las grandes familias que para principios del siglo pasado, contaban en muchos casos hasta con  doce, quince y más hijos.

Las coloridas  ventanas en madera, con diseños de figuras geométricas,  de gran altura y dispuestas en dos alas, no sólo cumplían una función estética en el diseño tradicional de la construcción sino que servían principalmente para garantizar una buena aireación e iluminación natural de las amplias alcobas; servían cada una de ellas también como un gran mirador al salir al balcón, ya fuera por la calle o por la carrera según su ubicación, para divisar el verde paisaje del entorno fresco, pero  además, para  enterarse del diario acontecer pueblerino, de situaciones cotidianas,  desfiles y procesiones, especialmente en tiempos de celebración cívica o religiosa y hasta para tirarse un discurso por parte de algún político en tiempos de campaña.  

Hay un elemento del diseño de aquellas ventanas correspondiente a dicha época, que hoy ya no existe, es el postigo. Éste consiste en una ventana más pequeña que tenía cada una de las alas de la ventana, en la parte media superior y que se abría o cerraba discrecionalmente a voluntad del residente en la alcoba. Así como la ventana servía igualmente  para una comunicación eventual con los vecinos, se cuenta que el postigo, al abrirse de manera discreta para mantener la intimidad del hogar, servía también especialmente en las noches, para enterarse de situaciones muy particulares que acontecían en esa vida todavía bucólica de Sevilla,  a inicios del siglo pasado: A través de él, pero resguardando la identidad, podían ver desde un furtivo romance clandestino de algunos vecinos inquietos, hasta un robo a algún transeúnte desprevenido o, lo que era peor, un homicidio en esas noches de la época de los enfrenamientos  partidistas entre liberales y conservadores, siendo  espectadores, testigos mudos,  de esa  violencia fratricida.

Pero hay, sin embargo, una parte más amable en cuanto a la función que cumplían las ventanas y los postigos: era la de servir de balcón como escenario de romances y, desde allí el poder escuchar las serenatas que en épocas pasadas le llevaban los novios enamorados a sus lindas mujeres prometidas. Hacia la media noche se rompía el silencio y se interrumpía el sueño con el sonido de las cuerdas de tiples y guitarras. Iniciaban los músicos con un primer tema instrumental entre los que se encontraba generalmente el pasillo “esperanza” o la rumba “Carmencita”, o “Trago a los músicos”. Seguidamente interpretaban, en trío o en dueto, las canciones románticas seleccionadas por el novio, en ritmo de bolero, vals, pasillos o bambucos con los que se expresaba el amor y la pasión por la mujer amada.  No faltó el despistado que se equivocó de casa, producto de la borrachera y se ganó un problema con un padre sobreprotector o peor aún, con un marido celoso.

Hoy en nuestro tiempo las casas modernas y apartamentos también tienen ventanas, aunque ya pocas porque cada vez el área de las construcciones es menor debido al control de natalidad y al   consecuente reducido  número de residentes y de miembros de las familias, que además llevan una vida tan agitada que ni tiempo les queda de asomarse a la ventana a disfrutar de un paisaje que ya no es tan verde,  que ya les ha cambiado y qué decir del postigo que ya sólo quedó en el recuerdo de quienes lo conocimos porque para las nuevas generaciones, niños y jóvenes ya esta es una de las tantas  palabras que se perdieron con  el tiempo y en la actualidad ya  son desconocidas. Podemos concluir entonces que, tanto en Sevilla como en otros pueblos, producto del desarrollo y del progreso, el postigo fue un testigo mudo del acontecer pasado de la época del bahareque.

Walkiria, marzo 21 de 2025

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