Psiquiatra.
Dentro de un constante bombardeo de información se ha tornado habitual la publicación de noticias por cualquier medios de comunicación, sobre la muerte auto lítica de alguna persona conocida o cercana; situación siempre conmovedora, aún más si se trata de una persona familiar, amiga, quizás se trate de una persona que es o fue compañera de trabajo o estudio, alguien del vecindario o cualquier persona en similares condiciones, de igual forma es común que surja la pregunta ¿ Por qué se mató si se le veía feliz?; dando por sentado que la felicidad es igual a sonreír o publicar fotografías que presumen una vida exitosa y llena de color a través de la redes sociales, por lo cual es necesario entender que el acto mismo, surge de una decisión que es producto no de un fenómeno aislado y primario sino de un epifenómeno tan complejo que ha sido abordado por diferentes disciplinas del conocimiento: filosofía, sociología, teología, psicología, psiquiatría, epidemiologia, entre otras.
En este sentido; para satisfacer el interés de comprenderlo es necesario primero definirlo, de acuerdo con Emile Durkheim en su Libro “Le Suicide, 1965” el suicidio es: “todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo, realizado por la victima misma y que, según ella sabía, debía producir este resultado”. Acto positivo se refiere a una acción auto lítica explicita como tirarse a un carro en movimiento, tomar un veneno o dispararse en la cabeza; acto negativo, por su parte, es no protegerse del daño como manejar un carro a alta velocidad y no frenar hasta estrellarse, quedarse sentado en la sala mientras la casa la consume el fuego y no hacer nada para escapar o dejar de comer hasta la inanición. Este autor, reconocido como uno de los padres de la sociología, definió tres tipos de suicidio: El egoísta, el altruista y el anómico, los cuales podrán ser abordados por el lector interesado, en el mencionado texto, para no hacer extenuante la presente lectura.; otros autores más recientes lo definen como el acto autodestructivo, voluntario, a través del cual se provoca deliberadamente la muerte, con frecuencia de manera brutal e inesperada.
Así pues, el suicidio aborta el proyecto de vida de un ser humano, de las personas que lo circundan y de la sociedad misma, afecta la economía de una nación pues aumenta los años de vida saludables perdidos y los años de vida perdidos por mortalidad prematura, afectando de manera directa todo el potencial de crecimiento y expansión de la humanidad misma. En el mundo cerca de 800 mil personas fallecen cada año por causa del suicidio, representado 1, 5 % de la mortalidad global, respecto a Colombia en 2018, las muertes causadas por lesiones autoinflingidas intencionalmente fueron de 2871, equivalente al 1,21% de las muertes registradas durante dicho año lo cual es congruente con la carga porcentual a nivel global y se vuelve aún más significativa cuando una proporción ostensible corresponde a personas adolescentes y jóvenes, en el inicio de su vida productiva si se redujese a lo netamente económico, pues según la OMS es la segunda causa principal de defunción en las personas de entre 15 y 29 años.
De tal forma que no podemos ser ajenos a esta realidad que nos convoca, el suicidio no discrimina, ha ocurrido desde que la humanidad cuenta con registros escritos; por diferentes razones y motivaciones: Sócrates, Judas Iscariote; los samurái japoneses, José Asunción Silva, Vincent Van Gogh; Robin Williams, los yihadistas islámicos, los 900 seguidores de Jim Jones en Guyana, la tía de mi amigo, el esposo de tu profesora, la hija de un vecino, el primo de mi Jefe; fulano, zutano, perencejo, este, aquella, esos; aquí, allá, acullá; cualquier persona, en cualquier lugar del globo terráqueo; a cualquier edad desde el momento en que nos auto determinamos, el suicidio puede acontecer y nosotros debemos estar preparados para entenderlo y abordarlo correctamente.
Se hace necesario entonces derrumbar ciertos mitos alrededor de la conducta suicida que debemos deconstruir, tal es el caso del concepto que plantea que quien realiza una conducta parasuicida o un gesto suicida (cortadas superficiales, actos auto lesivos que no ofrecen aparente gravedad), solo está queriendo llamar la atención y no hay que prestarle oídos pues ello aumentaría la manipulación; concepto errado, toda vez que muchos suicidios consumados según múltiples autopsias psicológicas, habían sido precedidos por ideas suicidas manifiestas, conductas parasuicidas y /o gestos suicidas; de tal forma que el grado de letalidad de la conducta suicida puede no siempre coincidir con la expectativa del individuo de lo que es médicamente peligroso.
De igual manera; no es verosímil el mito que plantea que preguntar acerca del suicidio estimula la conducta suicida y conlleva a la consumación suicida; por el contrario, está demostrado que abordar la situación sin temor y con franqueza, reduce la tensión psíquica y con ello la desestructuración de la ideación suicida; por ejemplo la pregunta: ¿ Cómo te sientes? O ¿ Cómo estas hoy? Podría cambiar ostensiblemente el curso del rio de la vida y ni que decir con la pregunta directa: ¿Estás pensando en suicidarte?; pues de acuerdo con la postura psicoanalítica toda idea que no se exprese en palabras terminará siendo actuada, más la idea que pone en palabra deja de tener fuerza de síntoma y allí yace el poder la psicoterapia; sin embargo aunque el psicoterapeuta ha sido formado y entrenado para saber escuchar, tener oídos atentos y libres de prejuicios puede ser un arma terapéutica aun para quien carece de formación profesional, pero siempre precediendo a intervención facultativa, esto es a la valoración de un psicólogo o un psiquiatra. Preguntar denota interés y todo ser viviente tiene una pulsión de vida que quiere prevalecer sobre la pulsión de muerte y que se fortalece aún más cuando nos sentimos acogidos en nuestro entorno social.
Un tercer mito es creer que no puede hacerse nada frente al suicidio, pues quien quiere matarse lo terminará haciendo; pero si es posible prevenirlo, desde la familia y el entorno será fundamental valorar el sufrimiento de la persona que se percibe triste, aislada, asocial, ha manifestado su intención de forma verbal o la ha comunicado de manera simbólica ( a través de conductas auto lesivas, de escritos o de cualquier forma de expresión artística), fomentados redes sociales de apoyo y acudir a un profesional cuanto antes, con el objetivo de recibir la información necesaria y gestionar el riesgo en forma asertiva; aunque los profesionales y especialistas en Salud mental somos los autorizados para determinar el diagnóstico y la conducta a seguir, todos los seres humanos como miembros de una especie que surgió gracias a la dimensión de los social, debemos involucrarnos en el abordaje de esta problemática, que de manera directa o indirecta nos perjudica a todos.
En el escenario de la realidad vigente, con todos las frustraciones, las pérdidas y los temores exaltados por culpa de la pandemia por el SARS-COV2; los síntomas afectivos pululan como expresión de nuestra fragilidad, el riesgo suicida latente se incrementa y la prevalencia de enfermedad mental se eleva; es necesario prepararnos entonces para la pandemia de trastornos psiquiátricos que serán consecuencia de todos los perjuicios económicos, sociales y políticos; no solo es cuestión de conseguir una vacuna, es necesario crear una cultura de la salud física y mental, ello se logrará a través de la educación, la lectura y la asistencia oportuna a profesionales idóneos; las crisis pueden ser dolorosas, pero si sabemos interpretarlas podrán traer consigo cambios con el viento a favor y llevarnos a ser mejores personas, mejores familias, mejores naciones y por consiguiente a que seamos una mejor humanidad..
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