Diego, Marielly, Alfonso y Jorge.
Ahora, cuando la muerte ha retomado, irónicamente, su curso normal, se puede evocar a estas personas cercanas a nuestro entorno que han partido y que, de una u otra manera, hemos podido estar presente en su despedida religiosa final.
Antes de la pandemia los muertos eran visibles para sus dolientes y amigos. Luego, por más de un año, los enfermos se invisibilizaron y sus seres queridos los despedían hacia los hospitales y los volvían a tener a su lado, recuperados o en una urna funeraria.
Ahora, mueren rodeados afecto, hay velación, honras fúnebres y acompañamiento a la cremación o a la tumba, sin el temor del contagio pues el fantasma del Covid parece haberse alejado.
Así, en poco menos de dos meses hemos visto desaparecer a DIEGO CÁRDENAS, exdocente del colegio Bolivariano, Ingeniero Agrónomo, quien se decidió por la carrera magisterial y a fe que lo hizo de la mejor manera, entrega y dedicación como pueden constatarlo sus alumnos y compañeros de la Sección Agrícola.
MARIELLY SABOGAL:
así mismo, profesora de vocación de la Institución Bolivariana, quien comenzó su labor dando fundamento y progreso al Satélite de Samaria, un colegio veredal que alcanzó su época dorada precisamente durante la estancia de Marielly. Fue ella quien manejó un bus escolar de proporciones gigantes, desde Caicedonia, hasta la vereda Burila llevando estudiantes y trayéndolos. Acciones como ésta le hicieron ganar prestigio, respeto, consideración y gran admiración de parte de la ciudadanía, compañeros y estudiantes.
LUIS ALFONSO CEBALLOS.
Luchador por la vida y la superación. Siempre debió llevar el peso de su cuerpo sobre su tórax, pues el polio le lisió sus extremidades inferiores de por vida. Eso no fue impedimento para descollar como estudiante y más tarde como docente de la Normal Superior María Inmaculada, labor que alternaba con su trabajo como perifoneador de eventos y negocios, cosa que, en los comienzos, hacía a viva voz.
JORGE MOLINA PORTELA. Médico, quien se afincó en Caicedonia, enraizó y cosechó una hermosa familia, unos sinceros amigos y una clientela que le agradecerá por siempre haber puesto sus conocimientos médicos al servicio de los más pobres. Molina, al igual que Gutiérrez, Campillo, Cadavid, Ramírez, Castro y otros, conforman el núcleo de médicos que le dieron prestancia al Hospital Santander cuando no existían las EPS y el médico era familiar y no empleado institucional.
El médico Molina dejó un mensaje de continuidad de la vida a través de una planta siempre verde que ofreció a un amigo cuando su muerte era inminente y, además legó para las letras caicedonitas, un poema de su autoría que fue exhibido en su tumba, premonitorio o con mensaje subliminal.
La revista Arrierías se une a las familias de estos cuatro compañeros y amigos en las expresiones de solidaridad y aceptación de la indeseada pero inevitable muerte.
HOY HE VIVIDO BIEN.
Por Jorge Molina.
Hoy he vivido bien
con todos los sabores de tristezas, gozo, llanto
y una multitud ingente de penas y alegrías.
Hoy he vivido bien
mejor que ayer, antier o cualquier otro día
y es por ello que en mi hay algo que pesa
poco, muy poco y talvez pese menos
que ayer, antier o que mañana.
Y sin embargo… ¡Cuantos dirán!
hoy no has vivido bien
debes arrepentirte
porque de lo contrario
serás más perverso
que ayer, antier o cualquier otro día.
Que ley vulgar y vana
para el pequeño mundo que habitamos
y sin sentido y todo hueca
como el fantástico globo de la fantasía
donde se eleva en vanos ideales
el errado destino de los hombres
que viven de la gloria o de la nada…
Y hoy ¡hoy! Que puedo decir
que he vivido bien
ya que presiento
por unos condenados
y por otros…quizás.
Mas, que poco ha de importarme
el tormento o la dicha de aquella ingenua fantasía.
Si en realidad
su cumbre es el espacio infinito
y su sima el vacío interminable.
Mas procuraré siempre
cargando con mis penas, gozo o llanto
Y sin el peso de vivencias extrañas
decir como hoy:
hoy he vivido bien
mejor que ayer, antier o cualquier otro día.