Uno de los grandes objetivos de nuestra Revista Digital Arrierías -además de resaltar la pluma, los conceptos, las crónicas escritas de tanto escritor y personajes regionales que quieren expresar sus sentimientos, valores, la defensa del ambiente, las investigaciones y propuestas de quienes hasta el presente nos colaboran-, es dar a conocer el trabajo de los jóvenes en la academia, los deportes, el arte.

Es claro que muchos de ellos trabajan en silencio, regularmente sin apoyo oficial, aunque con el acompañamiento solidario de familiares, amigos y, sin embargo, en esas condiciones, continúan en el empeño de realizar sus trabajos, lo que aman, lo que sienten.

Hace poco, a la redacción de ARRIERÍAS, llegó la información de una joven deportista quindiana que fue llamada a ocupar un lugar en la selección nacional sub-16 de Volley ball (en inglés) o Voleibol – Volibol (en castellano), actividad que no es muy frecuente en nuestra región por las exigencias mínimas de este deporte internacional, especialmente en lo que tiene que ver con la estatura del practicante.

La visitamos en la casa de sus jóvenes abuelos, en Armenia. Impacta verla por primera vez. Aparece en la sala con su imponente estatura, 1.83, su bella cara de niña. Es desenvuelta en el hablar, de fácil expresión. Hilvana sus conceptos con seguridad. Pensamos que es diferente a muchos de los jóvenes actuales limitados en la comunicación por la tecnología. Es Lucía. Lucía Toro Yepes, de un tronco familiar Yepes diferente a la de nuestros amigos empresarios caficultores en Caicedonia.

  • Jamás pensé que el deporte, y menos en el volibol -dice mirando a los ojos del entrevistador-. Desde pequeñita tenía miedo de los balones, no me gustaban; tampoco correr. Me veía como una excelente bailarina -dice mientras esboza su bella y franca sonrisa-.
  • ¿Cómo llega, entonces, a su nuevo deporte que tiene que ver con balones, agilidad y concentración?

Es de respuestas inmediatas, como si le hubiésemos entregado con antelación un cuestionario con preguntas para la entrevista.

  • Soy estudiante de noveno grado del colegio San Luis Rey. Uno de los profesores encargado de educación física me llamó aparte y me dijo que si quería entrenar o participar como voleibolista en la selección del colegio. Al principio estuve reticente, pues me alejaba de una de mis pasiones, la danza. Consulté con mis padres de quienes he recibido todo el apoyo e inmediatamente aparecieron una tarde con uniforme, rodilleras y las licras que se utilizan en este deporte, – baja sus ojos y sonríe abiertamente, respira profundo y continúa- La primera vez que fuimos a un torneo, luego de entrenamientos frecuentes, me sentaron en la banca y ya casi terminando el partido, el entrenador me puso a jugar. Recuerdo que me tiraron un balón, lo devolví e hice un punto para mi equipo, acción que me dio seguridad porque recibí felicitaciones de mis compañeras y gran aplauso de los asistentes. ¡Ganamos! Así empezó mi nueva pasión donde he mejorado mi técnica a punta de esfuerzo y constancia dejando atrás el deseo de ser gran bailarina.

Lucía, esta talentosa deportista, es una de las mejores estudiantes de su curso, en un colegio que tiene los más altos índices de calidad académica en el Eje Cafetero; institución regentada por Franciscanos.

Por su trabajo denodado, su seriedad, a pesar de su juventud, fue preseleccionada con otra quindiana, su amiga Sara María Duque.

A pesar de su edad, tiene un claro concepto de los problemas sociales del país, no solo por los conceptos que escucha de sus padres Adriana Yepes y Andrés Felipe Toro – jóvenes profesionales-, sino porque ve constantemente noticieros y lee sobre noticias del país y el mundo.

  • Es triste la vida de los deportistas en cuanto que no reciben apoyo. Las autoridades no entienden que, a través de la cultura, el deporte, los niños pueden ser rescatados de sus problemas o se evita que caigan en manos de la droga, de la delincuencia. Esto debe cambiar -dice con cara de acontecimiento y tristeza-, es una forma de salvar al país apoyando a la juventud en medio de tantos problemas.

Se encharcan sus ojos cuando se refiere a sus padres, a sus abuelos paternos Nelly Correa y Juan Martín Toro -caldenses de pura cepa- y los maternos Carmen Lucía y Jairo; tiene un recuerdo especial de sus bisabuelos, don Pedro Rodríguez y la gran matrona Fabiola Giraldo.

Cuando cita a don Pedro Rodríguez, inmediatamente recordamos a un gran hombre de empresa que llegó al Quindío antes de la década del 50. Era herrero de profesión en la época en que llegaban cientos de arrieros al Quindío con sus muladas, sus costumbres y el tesón reconocido del antioqueño por hacer patria a través de la colonización. Tanto fue la importancia de este personaje que el maestro Bernardo Gutiérrez, gran letrista de bambucos con música de los Hermanos Moncada, hizo en su honor el bambuco El Herrero”. Finalizando el siglo pasado, la gran periodista quindiana Betty Martínez hizo una bella crónica sobre la vida de este personaje, de la cual logramos recordar algunos pasajes. (La Patria, jueves 12 de julio de 1990).

Don Pedro fue el patriarca que con su trabajo de herrero fue evolucionando hasta montar en Armenia una de las empresas de metalurgia más importantes del Eje Cafetero; Industrias COYABRA. Coloquialmente lo llamaban Pedro Coyabra. Hay una frase que bien recuerdan los hijos y nietos de don Pedro y que sirve para resaltar las enseñanzas y criterios de aquellos patriarcas que, con fe y esperanza, llegaron al Eje Cafetero, la gran tierra de promisión de Colombia: “la vida sin dignidad no vale nada. Robar no es pecado, es un complejo de inferioridad”.

Admirable el concepto de familia que tiene esta joven. Por su forma de ser, de pensar, de ser solidaria, creemos que Lucía Toro Yepes, será con el paso de los años, ejemplo y, a su vez, guía de la gran capacidad que tienen los jóvenes del Paisaje Cultural Cafetero para amar a la familia, su entorno, la región y, definitivamente, a Colombia.

POST SCRIPTUM: Invitamos a nuestros lectores para que nos hagan llegar historias de vida de jóvenes quienes, por su estudio, trabajo, conciencia social, ameriten un reconocimiento en la Revista Digital Arrierías.

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