Para: Arrierías 65
Cuando Colombia, especialmente el Eje Cafetero, recibió la tremenda sacudida del devastador terremoto el 25 de enero de 1999, la universidad del Quindío inició un proceso para tener, en FM, una radiodifusora de interés público que satisficiera las necesidades informativas y de reconstrucción de la destruida región. La función social que este medio empezó a cumplir para toda la zona, fue digna de elogios. El médico Marco Alfonso Nieto, los profesores Alberto Taborda, Mario Ramírez y el técnico especializado en radio Ariel Ramírez iniciaron ese proceso al cual se vincularon grandes instituciones del Quindío como Comfenalco, universidad La Gran Colombia, alcaldía de Armenia, Gobernación, además de otras entidades de capital privado.
A su programación fueron llegando, además de la planta profesoral y científica de la universidad, coleccionistas, comentaristas musicales especializados y personas que vieron en la nueva radiodifusora un medio para llenar sus expectativas, orientar y dar a conocer sus profundos conocimientos artísticos y culturales. También fueron acercándose grandes voces de la radio como José Nelson González, el popular “Ñatico”, una de las voces más bellas de la radio en la región con un profundo conocimiento y gusto musical. Meses más tarde de la vinculación de González, llegó una joven mujer, tímida, callada y de bella voz que haría con el maestro de la radio que inició el proceso, una dupla de actores radiofónicos que fueron ejemplo de seriedad, profesionalismo y buen gusto. Esa joven era Liliana Salazar Pérez.
Aprendió, rápidamente, a programar radio cultural bajo la guía de González y el asesoramiento de Ariel, otro profundo conocedor de perillas, grabación y de música colombiana. La UFM Estéreo, 102.1, se convirtió en una de las grandes emisoras de la cultura en el ámbito local, regional y nacional. Un ejemplo.
Liliana, profesional ejemplar, entró a llenar el espacio que quedó con la muerte del popular Ñatico. Jamás protestó por excesivas horas laborales; cumplía su deber con entusiasmo y esmero. Una verdadera hormiguita para el trabajo, la decencia y el buen gusto por la música.
Un día cualquiera, Liliana -Lunita, como cariñosamente la llamábamos-, desapareció con su voz de la emisora. ¿Qué pasó?
En un acto de injusticia extremo, luego de tres lustros de trabajo en la Ufm, fue sacada por la puerta de atrás de la universidad. No le renovaron su contrato. ¿Causas? Sólo vinimos a conocerlas a mediados del mes pasado cuando, lastimosamente, Liliana falleció en Armenia víctima de un fulminante paro cardiaco. Su angustia y el estrés por subsistir en un medio difícil para periodistas y locutores, medios de comunicación bastante competitivos, le fueron minando su seguridad, su alegría, su entusiasmo. Era, siendo soltera, cabeza de hogar pues sostenía a la mamá y a un hermano mayor con grandes problemas de salud. Aceleró su muerte, en plena madurez profesional, el deceso de su adorada madre.
En el proceso de velación y honras fúnebres, uno de los sindicatos de administrativos denunció que, a Liliana, la gran voz, la excelente profesional dela radio vinculada a la universidad del Quindío, le fue negada la continuidad de su contrato por haberse afiliado al sindicato, un derecho fundamental establecido en el artículo 39 de nuestro ordenamiento jurídico. Está injusticia, según criterio del sindicato que denuncia y muchos de los empleados y profesores de la universidad, se debió al abuso “legal” de la actual administración de nuestra universidad. Un atropello, por supuesto.
Adiós Liliana, Lunita, siempre recordaremos tu sonrisa, tu humildad, tu voz y profesionalismo. Paz en tu tumba.