(fracebal@yahoo.com)

En la década de los cincuenta, época de convulsionada situación política, el ego mandatario promovió la instalación de bustos de quienes ejercían el poder nacional, a lo largo y ancho del país. Fue así como en Génova, de manera inicial se adecuó un busto, representación del entonces presidente Laureano Gómez Castro.                                                                                        

Génova, en el extremo sur del entonces departamento de Caldas contó en los primeros años de la década del 50 con las representaciones primero de Gómez Castro, y después sin su desmonte, la de Rojas Pinilla quien usurpara el poder, luciendo la banda que los acreditó como presidentes, encontrándose en el lugar derrocado y derrocador, en espacios equidistantes de la plaza principal, haciendo por varios años la visión simbólica del eje central del municipio, y asiento la más de las veces de bandadas de palomas que ayudaban a la pátina del tiempo a su recubrimiento al aire libre.

El 10 de mayo de 1957, una vez conocida la caída del General, una turba enfurecida hizo trizas la efigie del dictador, la cual fue demolida a golpes y amarrados a vehículos arrastrados sus pedazos por las calles principales, mientras la de Gómez Castro permanecía incólume, y la cual se mantuvo en su pedestal por un tiempo más.

Un proceso de remodelación para la plaza –primeros pasos que la condujeron a convertirse en la más linda del Quindío-, cuando en el país comenzaba a respirarse un nuevo aire con la entronización del Frente Nacional, y en el que primó la determinación de dejar por fuera la efigie conservadora, motivó a voceros de ese partido a guardar la representación de su líder, la cual quedó en un sótano de uno de los almacenes del marco de la plaza; con posterioridad su destino fue la bodega de un dirigente y comerciante de la época, mientras en el punto de encuentro de los habitantes del Bello Rincón Quindiano, frente a la majestuosa sede del cristianismo se empezaba a destacar la muestra del Libertador de América, Simón Bolívar.

Mientras se avanzaba en la construcción de la iglesia San José, por igual se mantuvo en la plaza el busto de Laureano Gómez Castro, en pedestal que se dibuja en la parte inferior.

Por años y casi en el olvido se mantuvo la estatua de Gómez Castro, hasta cuando la adquisición de una sede conservadora por parte de un senador, la hizo desempolvar, limpiar y someterla a tratamiento de pintura. Allí la encontró y se regocijó ante ella el hijo del expresidente, el doctor Álvaro Gómez Hurtado en una visita que en campaña presidencial cumpliera al municipio. Después de esos días de fervor laureanista, todo parecía indicar que el busto se condenaba de nuevo al olvido, y así fue como en la propia sede se relegó a un rincón.

Al cabo del tiempo, uno de los caracterizados líderes de esa colectividad y eximio dirigente cafetero, rescató la efigie del ostracismo, para trasladarla a una de sus propiedades en la capital quindiana, donde con los retoques propios y bajo la más adecuada perseverancia, el busto del líder conservador aún sigue mostrando los rasgos que muchos genoveses identificaron antaño, como la nota de una época.

Han transcurrido cerca de sesenta años desde la adecuación en la plaza de Génova del homenaje al doctor Laureano Gómez Castro, y a pesar del tiempo transcurrido, hoy en un paraje rural, rodeado de verde naturaleza y canto de pájaros, se mantiene esta efigie que representa a uno de los presidentes que se mantiene en la historia de Colombia.

El espacio que tuvo la efigie de Gustavo Rojas Pinilla, posteriormente fue el acogido para un busto de Simón Bolívar

foto portada.-

Busto del doctor Laureano Gómez Castro, que permaneció por varios años en la plaza de Génova, y hoy en propiedad rural de Armenia.

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