Para: Arrierías 40

Por: Mario Ramírez Monard

“La libertad es el derecho de hacer lo que las leyes permiten y si un ciudadano pudiera hacer lo que prohíben, no habría libertad, porque los demás tendrían igualmente ese poder” Montesquieu

¡Duele Colombia, y mucho!

Uno de los más ilustres juristas colombianos, el ex presidente Darío Echandía nacido en Chaparral Tolima (1897-1989), acuñó para la posteridad la frase que encabeza este escrito para referirse a la corrupción, la estulticia, la delincuencia que a través de la historia ha estado al mando del poder en Colombia, ha manipulado y mandado a Cafres menores para poner nuestro territorio en cabeza de los Estados fallidos y más corruptos en el mundo.

Dario Echandía

La tragedia de nuestro país es un verdadero laberinto Kafkiano. A través de nuestra historia sus gobernantes, salvo contadas excepciones, han sido un verdadero fracaso y han actuado bajo premisas de defensa a ultranza de sus partidos o grupúsculos políticos independientemente del grado de criminalidad o delincuencia que realizan muchos de sus representantes, aún dentro del mismo gobierno como funcionarios públicos.

Miles y miles de millones de pesos perdidos en ese laberinto criminal de la corrupción, el contratismo, la estafa legalizada bajo la mirada complaciente de jueces, fiscales y abogados corruptos que han hecho de su ética privada una forma de delincuencia “legal”.

Hay que diferenciar la ética privada de la ética pública. La primera hace referencia a una especie de valores “morales” que no son más que principios que rigen internamente una sociedad por contrato social elaborado a través de miles de años de convivencia en búsqueda de un vivir sin sobresaltos dentro de esa comunidad. La “moralidad”, en su esencia, maneja valores de tipo religioso que cambian de sociedad en sociedad, de país en país. No es lo mismo un valor moral basado en el Corán para los islamistas que los valores morales que manejan sectas cristianas, entre ellas la católica, pero no vamos a entrar, por ahora, en ese tipo de discusión que regularmente lleva al sobresalto, a la reacción energúmena de tanto fundamentalista que cree que su religión, sus valores, son los reales, los verdaderos.

Retomando el título de este escrito y el calificativo que da el ex presidente Echandía, ¿Quiénes son los Cafres? Para llegar al punto o su esencia de este escrito, los Cafres eran los habitantes de una colonia británica situada al sur del continente africano. Viene de la palabra Kafir, que significa pagano. La Europa avasalladora y colonial invadió masivamente al rico continente africano y en un acto estúpido e inconsciente, repartió entre las potencias todo el continente sin tomar en cuenta la diversidad de cultura, los grupos humanos presentes en cada región con sus individualidades y su cultura diversa. Esto, por supuesto originó violencia, levantamientos, asesinatos y una lucha por el espacio que se vive aún en pleno siglo 21. No es sino recordar las guerras de los Bóer, los Mau Mau; el asesinato colectivo entre Hutus y Tutsis y en la actualidad la brutalidad de un grupo fundamentalista islámico: Boko Haram, asesino y violador de niños bajo la bandera de una guerra religiosa.

Esos levantamientos en la región de la Cafrería dieron origen al adjetivo para señalar a los negros como bárbaros, crueles, rústicos, torpes, primarios y paganos. A eso, sin extendernos mucho por razones de espacio, se refería el maestro Echandía.

Y Colombia es así. En su historia predominan la estulticia, la corrupción, el robo, los asesinatos, los desplazamientos, la violación de todos los derechos fundamentales por parte de la llamada “sociedad civil” y, por supuesto, de los funcionarios del Estado.

Recuerdo hace algunos años cuando el connotado periodista costeño, Juan Gossaín hacía un análisis sobre la situación social en Colombia y hacía referencia a la falta de ética privada y pública de muchos colombianos utilizando una palabra de Miguel de Cervantes Saavedra en su obra épica El Quijote quien gritaba a los bandidos llamándolos trúhanes, granujas, perversos, malignos, villanos para terminar con una frase histórica: ¡hideputas! Así califica Gossaín a la perversidad en cabeza de tanto bandido con poder en Colombia.

La falta de ética privada en las profesiones y la violación constante de nuestro orden jurídico constitucional dentro de la ética pública, ha hecho metástasis hacia el bandidaje, la delincuencia, la asociación para delinquir bajo la mirada complaciente de partidos políticos y sus dirigentes, del Estado en todas sus instituciones. Profesionales con títulos universitarios que delinquen desde sus contratos bajo la dirección de “importantes” funcionarios públicos. Hagamos un resumen:

  • Abogados fungiendo como defensores, jueces, fiscales, magistrados utilizando argucias para eludir conveniente la ley y enriqueciendo sus arcas personales a través de juicios espurios que dan vergüenza.
  • Contratistas de megaproyectos utilizando materiales de baja calidad, exigiendo adelantos y reajustes permanentes a sus contratos en forma inmerecida, robando nuestros impuestos ante la mirada complaciente del mismo Estado y el silencio opresivo de muchos periodistas; ciudadanos que hacen mutis por el foro por su propia conveniencia.
  • Bandidos y criminales que utilizan la alimentación de los niños pagada con nuestros impuestos dando de comer carne y artículos dañados, hasta carne de caballo en una afrenta que amerita para estos delincuentes, cárcel de por vida.
  • En la actual pandemia, hemos resaltado y reconocido la lucha denodada de la gran mayoría de profesionales de la salud afrontando la crisis con valentía, muchas veces sin contar con los elementos básicos para salvar vidas. Son seres dignos de admiración, respeto, reconocimiento, aunque hay que recordar que unos pocos utilizan la medicina como una forma de enriquecimiento discutible engañando a los ingenuos con cirugías estéticas innecesarias aumentando senos, traseros, caras y otras operaciones en las cuales han muerto muchas personas. Hay pruebas de algunos médicos que cercenan senos de mujeres con cáncer sin necesidad por escoger el camino más expedito para su trabajo profesional. Afortunadamente no son todos, pero que hay algunos, pues los hay.
  • El origen de todos esos actos de podredumbre corrupta deviene de los mismos partidos políticos colombianos cuyos dirigentes, a sabiendas de la culpabilidad de sus delincuentes conmilitones, utilizan y manosean el “debido proceso” para dejarlos en sus puestos de avanzada hacia la apropiación de los recursos públicos. Chirajara, el Túnel de la Línea, Odebrecht, las vías de “última generación”, Hidro Ituango, Invercolsa y otros dolosos y criminales hechos más, son el resultado de la ignominia de los bandidos que, con anuencia del Estado, se han tomado el poder, la economía del país.
  • Los campesinos, trabajadores del campo y propietarios que sufren ante la alta carga impositiva y se ven obligados a feriar sus productos, muchas veces a pérdida y agentes del gobierno con un cinismo falaz aconsejando “comprar nuestros productos colombianos” mientras firman tratados internacionales e importan productos que Colombia produce. Una ignominia.
  • Por último, los organismos de control que caen en manos de la misma corrupción en cuanto que los escogidos para esos cargos son fichas o alfiles del mismo gobierno o de los fuertes dirigentes politiqueros de Colombia. Nada puede, hasta ahora, salvarnos.

Duele Colombia, sí. Por eso los Cafres mayores son los dirigentes y los menores quienes los eligen. No quiero utilizar el adjetivo del maestro Echandía para señalar a los grandes culpables de la catástrofe colombiana. Además de delincuentes, trúhanes, bandidos, mafiosos, bellacos e infames, condenso todos estos epítetos en uno solo: ¡HIDEPUTAS!

POST SCRIPTUM:

“Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo…” La semana que pasa falleció uno de mis mejores amigos de juventud, Camilo Gallón Arias con quien compartí gratos momentos de música, compinchería y amistad profunda, conjuntamente con otro gran amigo también desaparecido Rodrigo Ospina Rivas. Formamos un trío musical al que denominamos Trasnocho, por las noches de farra y bohemia. Ya partieron hacia la eternidad, pero queda su recuerdo como seres especiales en mi vida. Los extraño profundamente.

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