(Ensayo de interpretación)

Arrierías 94

Francisco A. Cifuentes S. (x)

Miembro de la Academia de Historia del Quindío

Parte 1 de 3.

Palabras clave: historia, geografía, filosofía, cultura, diferencia, identidad, interpretación, huella, tradición, acontecimiento.

“La tradición no es un mero anclaje en el pasado, sino un flujo continuo que se renueva en cada acto interpretativo y enriquece nuestra comprensión del mundo” (“Verdad y Método”. Hans Georg Gadamer)

“Lo único que significa en realidad, es que incluso cuando una recuerda algo que una no recordaba, una quizá no haya hecho más que arañar la superficie en relación con las cosas que una no recuerda que recuerda” (“La amante de Wittgenstein”. David Markson)

Presentación

El presente documento es un intento de tratar de reflexionar acerca del devenir histórico del departamento del Quindío, tomando como base parte del abundante material propiamente historiográfico que otros investigadores han producido para dar varias visiones sobre la microhistoria, la historia local y la historia regional de este territorio y estas sociedades, que han alcanzado los actuales rasgos de configuración. En este sentido no se trata de un texto propiamente de investigación histórica, pero tampoco de un compendio historiográfico. Es más bien el producto de un atrevimiento por escribir un ensayo interpretativo en el cual se combinan datos, personas, comunidades, hechos y procesos a la luz de las categorías de tradición, huella (Gadamer y Ricoeur), identidad, diferencia, ruptura y el ser en el tiempo (Heidegger) para analizar mitos, ídolos, leyendas, narrativas e imaginarios sociales que han ido constituyendo nuestra historia quindiana.

En este contexto se pretende construir un discurso que va entre la historia y la filosofía, echando mano también del escenario geográfico y algunas manifestaciones culturales, reseñando incluso en parte el devenir político y sus impactos sociales. Por todo ello se acude a la interdisciplinariedad de las ciencias sociales y humanas, primando la intención hermenéutica sobre la base documental y archivística. Por esta vía, se admite una “fusión de horizontes” y una “pre-estructura de la comprensión” (Gadamer).

Somos conscientes de los anteriores hallazgos de la arqueología, las investigaciones antropológicas, los levantamientos del conocimiento geográfico, las pesquisas sobre el desarrollo económico centrado principalmente en el fenómeno del café, la bibliografía sobre la época de la violencia bipartidista, los recientes estudios sobre la historia de la literatura, los trabajos sobre el Camino del Quindío, las actuales consideraciones sociológicas acerca del Paisaje Cultural Cafetero y las antiguas crónicas de fundadores o sobre ellos y los libros modernos sobre el mismo asunto. Toda esta cantera del saber regional se respeta y aquí se parte de ella para brindar bases acerca otros “horizontes de sentido histórico” que nos permitan entender un poco mejor el desarrollo histórico del departamento, con sus luces y sus sombras, con sus legados y sus rupturas, trabajando ya no desde el historicismo, el determinismo, el objetivismo histórico y cierta metafísica de la historia, sino desde “la ontología de la diferencia” ((Deleuze, Giles. Ontología de la Diferencia https://tecmered.com) y los distintos giros históricos, conceptuales y de significado que hoy nos definen.  Pero esta tarea no hace más que “arañar la superficie de las cosas que uno recuerda que recuerda”, introduciéndose así en las memorias y narrativas que constituyen la semántica histórica y poder analizar la producción de cambios sociales.

De todas maneras, como decía Borges, estos trazos e interpretaciones de la historia Quindiana, son apenas “una parte ínfima de la trama que llamamos historia universal o el proceso cósmico. Es parte de la trama que abarca estrellas, agonías, naipes y yunques” o, en nuestro caso, cordilleras, valles, ríos, mulas, hachas, azadones, machetes, rosarios, partidismos y muchas aventuras y desventuras humanas. (Poema “1982” En: BORGES, Jorge Luis. Poesía Completa. Mondadori. Bogotá. 2014. P. 630)

1o. Incursiones conceptuales para abordar nuestra historia.

“Que somos inquilinos del ser muerto / afirma existencial filosofía / y Heidegger en sabia ontología, / en El Ser y el Tiempo cifra su aserto”. (ESTRADA Roldán, Noel. Poesía Completa. Alma Mater. U. Quindío. Armenia. 2014. P.367)

Desde el punto de vista de lo que se considera “el tiempo del calendario” los restos y evidencias arqueológicas de los seres humanos que habitaron esta región pueden datar desde hace más o menos 15 mil años, las noticias de los cronistas españoles acerca de su existencia van desde el siglo XVI (1540) y los reportes de los viajeros e investigadores extranjeros dan cuenta desde los inicios del siglo XIX (Humboldt y Bompland en octubre de 1801), las correrías de los luchadores independentistas se remontan a 1816 con la presencia del sabio Caldas y la del libertador Simón Bolívar el 5 de enero de 1830. De ahí en adelante es conocido el paso de muchos republicanos; pero lo más significativo para la historia moderna es la gesta de la llamada Colonización Antioqueña y las diversas migraciones de tolimenses, caucanos, boyacense y santandereanos hacia las selvas del Quindío, desde la primera mitad del siglo XIX.

“El tiempo del calendario” catalogado así por el filósofo francés Paul Ricoeur, (RICOEUR, Paul. La reconfiguración del tiempo en la narración historiográfica. https://www.scielo.org consultado en 14-1-25) nos permite contemplar las fechas icónicas de las fundaciones, declaraciones de municipalidad, creación del departamento y sus instituciones más representativas; como también la periodización histórica señalada por Olga Cadena y José Manuel Pérez, en términos de Período Caucano, Período Caldense y Período Quindiano (https://repositorio.unal.edu.co consultado en 14-1-25).  Estas son fechas civiles, distintivas de orígenes y procesos conocidos que han permitido colocar unos mojones para la señalización del devenir histórico más evidente; pero indiscutiblemente pueden existir otros datos, personajes, procesos, huellas y narrativas que denoten ese mismo fluir histórico de configuración de lo que es el Quindío.

La «huella” en términos de Ricoeur permite establecer una relación entre el “tiempo de vida” y el “tiempo de mundo”; entre ese calendario histórico y otras maneras y sucesos que le dan sentido a nuestra historia; pues “La huella combina así una relación de significancia, que se puede discernir mejor en la idea de vestigio de un paso, y una relación de causalidad incluida en la coseidad de la marca. La huella es un efecto-signo» (RICOEUR, Paul. Tiempo y narración III. Siglo XXI. Bs. As. 1996.  p.808).

Desde este punto de vista podemos apreciar como signos de vida el trasegar de los distintos seres humanos y grupos sociales a través de lo que se ha dado en nombrar “Caminos de Indios”, “Caminos Coloniales”, “Caminos Republicanos” y “Caminos de Colonización”; con las señales de las huestes indígenas de recolectores, cazadores y agricultores; con las huellas de caballos de conquistadores, con las marcas de los silleros descalzos, con las paradas de avistamiento y medición de viajeros, descubridores y mineros y con los restos del caminar de arrieros y migrantes de distintas regiones del país. (CAMARGO, Álvaro Hernando, RESTREPO, Roberto y VALENCIA Llano, Albeiro. “De la Colonización Antioqueña al Paisaje Cultural Cafetero”. Documental 2023). Y significativamente también quedan unos signos y símbolos no exactamente humanos como las cuyabras, el caballo, la mula, el buey, la silla, el hacha, el machete, el carriel, el ferrocarril, el jeep y el avión.

Ricoeur acude a Dilthey para conceptualizar “la generación” como un fenómeno intermedio entre el “tiempo exterior” y el «tiempo interior” de la vida psíquica.  Es decir, lo que constituye una generación en la historia de los pueblos no es solo su configuración social en un territorio y una época definidos, sino el sentimiento, las vivencias y los rasgos de las mentalidades que se configuran también ahí. Por eso es más laxo hablar de muchas generaciones en el Quindío: las generaciones más o menos determinadas de los distintos nativos, la de los colonizadores, la de los fundadores, la de las generaciones posteriores a estas, la de la época caucana, la de la época caldense, la de la época quindiana, la de la violencia bipartidista, la de la Bonanza Cafetera, la juvenil y estudiantil de las décadas de los sesenta y setenta, la del terremoto y la reconstrucción, la de la pandemia del COVID 19 y la del “Estallido Social”.

Así es como todo lo anterior va quedando registrado en las diversas “narraciones” orales y escritas, en las cosas, en los sentimientos y en los idearios que van quedando en la “memoria” y van configurando la “historia” como tal (Ricoeur).  En el Quindío, mucho antes del trabajo de los historiadores aficionados y profesionales o de carreras afines, es necesario destacar el papel que han cumplido los cronistas locales y regionales como Valentín Macías y Alfonso Valencia Zapata entre otros; los poetas y los novelistas que han hecho trascender personas, anécdotas, territorios y sucesos para que hoy sirvan de fuente a la ciencia histórica. A muchos se les debe este honor, pero valga citar en la narrativa que tiene un fondo eminentemente histórico a: “Hombres trasplantados” de Jaime Buitrago ((Imprenta Departamental de Caldas. Manizales. 1943), “El rio corre hacia atrás” de Benjamín Baena Hoyos (Hoyos Editores. Manizales. 2a. Edición. 2007), “Mi vestido verde esmeralda” de Alister Ramírez Márquez (Círculo de Lectores. Bogotá. 2005), “Ojos de gata ciega” de Samaria Márquez Jaramillo (Gráficas Superior. Armenia.2021), “Diario de la luz y las tinieblas” de Samuel Jaramillo (Norma. Bogotá. 2000) y “Dime si en la cordillera sopla el viento” igualmente de Samuel Jaramillo (Alfaguara. Bogotá. 2015). De otro lado, los primeros bardos cantan y describen las veredas, los poblados, el café, los guaduales, los caminos, las fondas, las muchachas en flor, la gesta colonizadora, los muertos de la violencia y las nacientes ciudades; este es el caso de Baudilio Montoya, los hermanos Jaramillo Ángel, Jairo Baena Quintero y Carmelina Soto entre una pléyade más grande.

A la “tradición” y a las tradiciones se acude constantemente en los debates sobre la historia, la cultura y la identidad en el departamento del Quindío, tanto en los círculos académicos como en el diario conversar de los ciudadanos. Se suele implorar con nostalgia aquello que de pronto se ha venido perdiendo o lo que queda de un pasado idílico. Es una huella del pensamiento romántico entre nosotros y de una concepción metafísica de la historia que se queda anclada en los esencialismos y en “la cosa en sí” kantiana. Así, cuando se habla de la tradición antioqueña, caldense y quindiana es necesario más bien hablar de “una visión dinámica y dialógica”, de un proceso vivo y en constante construcción; pues no es un dato, es un fluir histórico de mentalidades, narrativas, idearios, costumbres y etilos de vida. Lo que mediante la “interpretación” se va construyendo y transformando en la medida que se producen “apropiaciones críticas” de acuerdo a los aportes y lecturas de las distintas generaciones. Así, un “horizonte interpretativo” sería la fuente de sentido y significado que sustentaría nuestra comprensión del presente quindiano.  Esta “fusión de horizontes en la interpretación de la tradición histórica” (GADAMER, Hans Georg. Verdad y Método. Sígueme. Salamanca. Eds. 1977, 1998 y 1999. P. 377), se puede rastrear en las distintas investigaciones y producciones historiográficas durante aproximadamente 150 años de labor aficionada y profesional en el campo de las ciencias sociales y particularmente en el de la historia, realizada en el país y específicamente en el Cauca, Antioquia, Caldas, Bogotá y el Quindío, como se ve en detalle en “Apuntes En Borrador para una nueva historia del Quindío” del historiador y politólogo Humberto Vélez Ramírez (AC Ediciones. Cali. 2022), con las revaloraciones y desmitificaciones encontradas en “La nueva historia de Armenia” del historiador, politólogo y comunicador Miguel Ángel Rojas (Armenia. 2024 T.I.), el compendio interpretativo de este devenir en “Leer el Quindío” del abogado e historiador Jaime Lopera (Comfenalco. Armenia. 2023), en los tres tomos de micro biografías incluidas en “Pinceladas” del abogado, filósofo e historiador Gabriel Echeverry (Ed. Universidad del Quindío. Armenia. 2022, 2023 y 2024) y por supuesto toda la producción de la AHQ incluida en 8 tomos de la Biblioteca de Autores Quindianos. 

Cuando se habla del tradicionalismo romántico, del historicismo y de una supuesta esencia que le da cohesión a la sociedad, la identidad cultural y el desarrollo económico y social, se está pensando en algo un tanto inmóvil, una constante humana e histórica y en la tradición como una especie de entidad fija e inmutable. Frente a esta visión es preciso señalar que somos muchas tradiciones producto de las huellas de los diversos pueblos indígenas particularmente quindos, quimbayas y pijaos; de los aportes culturales de todas las migraciones que llegaron a este territorio; de nuestro pasado trabajador y aventurero, pero también violento y arrasador; del cristianismo y de las vertientes del protestantismo que hoy adquieren más adeptos; de los partidos tradicionales y sus transfiguraciones; de la gastronomía cada vez más rica e incluso internacional y de los estilos de vida producto del consumismo, el globalismo y el impacto de las redes sociales; porque ya hay nuevos significados y perspectivas emergentes. En consecuencia, esta aspira ser una “inédita mirada a la historia / de espaldas al invierno / fajos de sonrisas redimen las cegueras / y le abren porvenir a la alegría / sueños fertilizantes árboles deshojados / Que se saben engendrados por la primavera”, tal como lo expreso un amigo poeta (VALENCIA Orozco, Carlos Alberto. Luz en el páramo. Nexo media. Bogotá. 2013.p.71).

Es necesario preguntarnos por nuestro ser individual y social en el tiempo histórico que nos ha correspondido vivir: pues unos eran los tiempos de los indígenas, otros el de los conquistadores, distinto el de los viajeros, diferente el de los arrieros, colonizadores y fundadores. Otra vivencia del tiempo es la de los caminantes, de los usuarios del tren, del jeep, de automóvil o del avión y, que no decir de los internautas. Por consiguiente, existe una “situación existencial e histórica situada” y así mismo se puede y se debe generar una “conciencia histórico-efectuada” en los términos de Martín Heidegger (www.fadu.edu.uy consultado en 14-1-25). Y podemos decir que hubo conciencia histórica en varias generaciones de acuerdo a su tiempo, como en la fundación de los municipios, en las declaratorias de su municipalidad, en la creación del departamento, en la creación de la Universidad del Quindío y durante la reconstrucción después del terremoto; pero permítanos dudar de una conciencia histórica durante la violencia bipartidista y en la larga época signada por el narcotráfico y la corrupción.

3o. Visiones culturalistas

“Cultura: conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social. La cultura engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, creencias y tradiciones” (UNESCO).

La categoría de cultura como derivado de cultivar y habitar es la acepción más cercana a la interacción del hombre con su entorno natural y los productos de su labor, en el Quindío se ha aplicado principalmente a las denominaciones de “La cultura Quimbaya” para designar la orfebrería, alfarería, las tumbas de cancel, los instrumentos pétreos, los petroglifos y los restos hallados por los guaqueros y arqueólogos en el territorio que hoy conforma el departamento y sus alrededores. Esta reside ahora en los museos, en las colecciones privadas y en España producto del famoso regalo del Tesoro Quimbaya.  El mejor homenaje a esta cultura es El Museo Quimbaya y, no tanto por las piezas expuestas allí, sino por la arquitectura concebida por el maestro Rogelio Salmona, que estética y geométricamente nos involucra en ese mundo. Igualmente, a “La cultura de la guadua” como caracterización del territorio y su gente, donde florecen estas especies propias para generar agua, sombrío y sobre todo materiales para las construcciones antiguas y modernas y, hoy día una variedad múltiple de artesanías.  Se aprecia en todo el territorio y en El Museo de la Guadua y el Bambú al ingreso del municipio de Córdoba. “La cultura del maíz” como una tradición indígena por su uso milenario en toda América, su acoplamiento en la región, su cultivo y usos extendido por el departamento de Antioquia y heredados en Caldas, Risaralda y Quindío; lo que nos recuerda el famoso poema a “La Memoria del Cultivo del Maíz en Antioquia” de Gregorio Gutiérrez González y la denominación de “Clásicos Maiceros” a los escritores antioqueños como Tomás Carrasquilla, Efe Gómez y nuestro  Adel López Gómez, entre otras insignes plumas que honraron la narrativa con sus costumbres, leyendas e historias. Como algo más centrado en el departamento de Antioquia es la conocida caracterización de “La cultura paisa”, que por encima de muchísimas discusiones sociológicas y antropológicas en gran parte nos engloba a nosotros. Desde un punto de vista socioeconómico se habla de “La cultura cafetera”, cuyo producto viene de otras regiones pero que indudablemente echo raíces en el Quindío generando desarrollo para nosotros y el país entero; dando lugar a modos de vida, socialización, formas de propiedad, un proletariado agrícola singular, una clase de pequeños propietarios prósperos, grandes haciendas, arquitectura típica, urbanización, acumulación de capital, lenguaje localista, música popular, un  parque temático reconocido a nivel mundial (Parque Nacional del Café) y hoy una especialización en el servicio del producto estilizado para propios y visitantes. Por último, la declaratoria por parte de la UNESCO del “Paisaje Cultural Cafetero” como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por que “constituye un ejemplo sobresaliente de adaptación humana a condiciones geográficas difíciles sobre las que se desarrolló una caficultura de ladera y montaña…conjugando elementos naturales, económicos y culturales con un alto grado de homogeneidad en la región, y que constituye un caso excepcional en el mundo. En este paisaje se combinan el esfuerzo humano, familiar y generacional de los caficultores con el acompañamiento permanente de la institucionalidad” (https://paisajeculturalcafetero.org consultado 14-1-25).

Existe otra categorización que ya ha quedado en el olvido, como lo es “la cultura de la papa” para referirnos a los territorios cordilleranos cultivados con este tubérculo, a las familias y pequeños grupos de agricultores y a las costumbres derivadas de esta situación geográfica, económica y social, que se produjo en parte de la Cordillera del Quindío y proveniente de las familias que emigraron principalmente de Boyacá, Cundinamarca y algunas tierras frías de Antioquia, básicamente durante los últimos años del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX; dando incluso origen a la denominación de “papa salentuna” para identificar esta variante acoplada o desarrollada en estos territorios.

Pero admitamos que la cultura y las culturas tampoco son mera continuidad en los hilos de las historias. Existen discontinuidades manifiestas hasta el punto de no saber casi nada de los indígenas por un período muy grande marcado entre las noticias de los conquistadores y cronistas y vuelto a datar por viajeros y colonizadores modernos. Existen rupturas significativas como el azaroso período de la Violencia Bipartidista; hay cortes como son los sucesos del terremoto que tumbó edificaciones y desnudó la sociedad y sus administraciones. Se puede hablar de capas conocidas y aún sin identificar, tanto en lo geológico como en lo antropológico. Igualmente se puede decir de palimpsestos que nos llevan a mirar otras épocas de la ciudad capital (Armenia) que van quedando sumergidas producto del desarrollo urbanístico y la superposición de culturas y mentalidades, emergentes en cada período de la historia regional.

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