COLUMNA PALABRA EMPEÑADA

Por estos días se cumplieron dos años del reporte sobre la aparición del primer caso del COVID-19 en China (17 de noviembre) y que genero la pandemia que hoy padecemos y a la cual se le atribuye la muerte de más de CINCO MILLONES de humanos y DOSCIENTOS SESENTA MILLONES de personas infectadas, por lo que inicialmente se denominó “neumonía de Wuhan”.

Desde ese día hasta hoy muchísimas cosas han cambiado nuestro estilo y manera de vivir, llevándonos inclusive en algún momento, al desespero y/o al pánico, debido a la alteración en la salud, en los hábitos, los negocios, el entretenimiento, etc.

Preocupa de sobremanera como América Latina y el Caribe es la región del mundo más golpeada por la aparición de la pandemia, y muchos de nuestros coterráneos poco ven las cosas malas por estar viendo las cosas peores. El panorama mundial es muy grave, pero nuestra situación es demasiado grave.

Muy a pesar de que la vacunación genera una esperanza y las medidas sanitarias ayudan a que la infestación del coronavirus sea menor, la parálisis generada de manera inesperada por el cierre de frontera de todos los países del mundo, casi de manera simultánea, creo unas condiciones económicas que hoy tienen a la mayoría de procesos industriales en un laberinto. Cuando inicio la parálisis en el mes de marzo de 2020, se apagó totalmente la generación o suministro mundial industrial con las condiciones logísticas que dichos procesos conllevan (lo más parecido que apagar la luz eléctrica a través de un interruptor). Pero volver a tomar el dinamismo que se traía, no significa el volver a encender el aparato productivo de un día para otro. Que lio ha significado el volver a la cotidianeidad aun con la presencia del COVID.

La crisis portuaria por la falta de contenedores y operadores de carga (conductores de camiones y tracto camiones) en Europa y Estados Unidos, el desabastecimientos de equipos electrónicos, la ausencia de operarios debido a el pago de los auxilios gubernamentales en países “desarrollados” y un deficiente cumplimiento en el suministro de materias primas, ha impactado negativamente la economía mundial. Vemos con asombro el encarecimiento de todos los productos, tanto de la canasta familiar como de consumo para cualquier actividad. Hoy la inflación en todos los países del globo terráqueo, especialmente los industrializados, va a terminar el año por las nubes…mal presagio!

Pero los colombianos tenemos una capacidad inmensa de adaptación y resiliencia.Mucho hemosvalorado y aprendido en los dos últimos años, especialmente que, la vida es muy frágil y seguirá siendo el activo más importante de cualquier humano, y que a pesar de las dificultades y cambios, es nuestro deber seguir adelante en las actividades cotidianas, inclusive, adaptándonos a los cambios que nos depare la vida.

Y hoy, cuando empiezan las campañas al congreso y la presidencia de la república, debemos mirar detenidamente quienes son los que han creado leyes y propuestas en beneficio del mejoramiento de toda la comunidad. Muchos quieren dividirnos y crear enfrentamientos inútiles con tal de conseguir una buena votación. Personalmente creo primero que todo, que hay que salir a ejercer el deber de la democracia, y segundo, que debemos confiar en aquellos que han hecho un trabajo silencioso pero efectivo, aquellos que quieren representar a los gremios de agricultores y campesinos, que piensan y con hechos demuestran que trabajan en pro de la familia, los niños, y todo su entorno.

Debemos apoyar a quienes, con sus acciones, hayan beneficiado las comunidades afines y cercanas, y sigan proponiéndonos actuar de igual o mejor manera, y definitivamente, recomiendo descartar a aquellos que se creen magos y que con ilusiones nos hacen creer que pueden cambiar el destino de una nación y del mundo.

Muchas enseñanzas nos dejó la pandemia del coronavirus, y mucho más, el horroroso paro de este año. Esperamos volver al dinamismo de años anteriores y que la reconciliación social, el emprenderismo económico y el bienestar en el campo y ciudades colombianas sea un continuo devenir. Es mejor que nos recuerden porque dejamos en nuestra racional existencia unas importantes huellas y no unas dolorosas cicatrices.

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