Por: Ernesto Pino

Por allá en los años setenta, en la población de Sevilla, los paisanos respiraban una mezcla de aire que emanaban los cafetales y la pasión por el fútbol: el campeonato municipal atrapaba la atención de los fanáticos que se apretujaban en las graderías naturales de barro duro de los barrancos del Colegio General Santander.

Un domingo de campeonato, cuando el sol iluminaba todos los resquicios humedecidos por la lluvia de la noche anterior, dos equipos locales se trenzaron en ardua pelea por la conquista de un gol.

Faltando 4 minutos para terminar el transcurso de un juego aburridor y sin goles, sucedió una falta cerca al área de las 18 yardas a favor del equipo rojinegro. La gente se emocionó por primera vez y empezó a corear con furia, “que lo cobre Gacho”, “que lo cobre Gacho”, “que lo cobre Gacho” …….

Gacho, era en esa época un mulato fuerte y brusco con alma de niño que alzaba bultos inmensos con la facilidad con que los niños se comen un caramelo. Gacho, de familia de futbolistas destacados de Sevilla, era el de menos pues nunca pudo superar su porte de troglodita y había cambiado la sutileza de sus hermanos por la potencia de su chute. Y era eso precisamente lo que la gente reclamaba. En el mismo partido, ya lo había intentado dos veces, pero los disparos con sus guayos número 43 habían sido infructuosos.

Barrera de 10 hombres delante del arquero y la pelota es colocada a 9 pasos de la misma, el arbitro pide orden y Gacho obligado por el público y con la angustia de su técnico se dispone a patear. El público hace la bulla del silencio y la respiración y los corazones se paralizan. Gacho se alista y ya cuando va a coger impulso se detiene y en medio de la incredulidad de todos se quita el guayo, las medias y las vendas que cubren su pie derecho. Toma impulso y recordando quizás sus tardes de barriada jugando a pie limpio, dispara un balazo y los aficionados se abrazan gritando gol.

Celebran y al final el arbitro amonesta a Gacho porque quitarse el guayo es un acto incorrecto en el fútbol.

Hoy, Gacho sigue caminando las calles de Sevilla con un paso lento pero tranquilo. Las nuevas generaciones no saben que Gacho fue personaje de las barriadas y desconocen que alguna tarde de domingo, fue un héroe para los aficionados al futbol.

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