Charlemos, face to face, el nuevo libro de Manuel Tiberio Bermúdez
Son 21 entrevistas, 21 voces diversas que cuentan, narran, reflexionan, para emocionar o producir en el lector inquietudes o cavilaciones que se van resolviendo en cada una de las respuestas que dan los entrevistados.
«Charlemos, face to face» es el nuevo libro que presenta Manuel Tiberio Bermúdez, a consideración del público y con él completa tres que llevan su firma: «Gracias a dios soy montañero»; «New York no es el cielo» y este. En 226 páginas el autor ejerce su oficio de periodista-entrevistador para develarnos historias, que como dice su prologuista, Lizandro Penagos, «Manuel se define aquí como un simple preguntador. Y como para que no quede duda, añade que estos textos no tienen ninguna otra pretensión que no sea la que a él motivó: el deleite, el goce de esa forma olvidada de mirar con la escucha, la razón y digámoslo de una buena vez, con el corazón».
Es un viaje que el lector emprenderá, para acompañar a Manuel Tiberio Bermúdez, en esta aventura de las preguntas a 21 personas de diverso pensamiento, de disimiles sentires: poetas, escritores, periodistas, empresarios, oficiales en retiro, fotógrafos, políticos etc. Ex guerrilleros, etc.
Para Manuel Tiberio Bermúdez, la entrevista es: «es un género es fascinante por lo que de sorpresa tiene, por lo que de confrontación simula. Nada está preparado; ni el escenario, ni las preguntas, mucho menos las respuestas y se puede realizar cuando lo dicte la emoción, el sentir personal, la curiosidad de quien decide preguntar.
Hablo de la entrevista espontánea, la que surge del momento, de la ocasión especial, de la oportunidad que no volverá a presentarse tal como uno la observa en un instante y que no permite al entrevistado más que una decisión de si acepta o no al intruso que pregunta más que un catecismo».
El libro «Charlemos, face to face», está hecho de emociones: las primarias, las que trasmiten los seres humanos ante el acoso de la pregunta no preparada, ante el cuestionamiento que hace el preguntador de turno que busca meterse por las rendijas de las respuestas, al alma oculta del entrevistado.
Recomiendo el libro porque me uno a Lizandro Penagos cuando señala: «Ah vaina difícil es la entrevista sencilla pero profunda. En esa canoa que puede terminar convertida en trasatlántico, en crucero, en portaviones incluso, en la que se embarcan quienes deciden vadear las turbulencias de la introspección de aquellos que por alguna razón sobresalen del montón y a veces de la manada. No es fácil conversar con un genio y menos con un estúpido, lo que sin titubeos -debe decirse- es más complejo. La intimidad no es algo a lo que se acceda con palabras, así haya quienes consideren lo contrario.
Bien le reconoció la rubia voraz a Truman Capote esta habilidad: “Ningún hombre me ha desnudado como él”. ¡Era brillante la tonta! El perfil que de Marilyn Monroe hiciera este hombrecito monumental, ratificó que como escritor sabía la esencia del arte de preguntar y escuchar, conversar y auscultar, esas formas casi olvidadas de desnudar a quien quiere proyectar una imagen o esconderla.
Y Manuel Tiberio -reportero infatigable, pero contagiado hasta los tuétanos por la literatura- se dio a la tarea de recopilar en este volumen un buen puñado de estas conversaciones publicadas en diversos medios y que arroja al mar sideral de las historias convertidas en libro. Se necesita coraje para atreverse a publicar impreso en un mundo digital y ligero, superfluo e intrascendente.
La lectura es un acto físico, solitario y simbólico, un viaje en el que nos hacemos acompañar por un ejército de desconocidos que apenas nos presentan. Vivimos tiempos extraños, pero aun así y con la conmiseración que guardo para los amigos que se atreven la aventura de publicar, estos diálogos ajenos y por eso muy buenos, me permitieron leer la vida de unos desconocidos que conocen mucho de la vida».
Queda recomendado este libro «Charlemos, face to face», que se puede conseguir en Amazon ya que el autor decidió publicar en formato digital, para evitar gastos inútiles en impresión pues que como el mismo asegura: «los libros en Colombia, cuando no se tiene reconocimiento como escritor, se regalan muy bien».
No podemos dejar pasar la oportunidad de publicar una muestra de la calidad entrevistadora de Tiberio:
DOS VASOS HUMEANTES…
Delfín Prats
Entrevista publicada en el libro “Charlemos, face to face” recientemente publicado por Manuel Tiberio Bermúdez.
Delfín Prats es cubano. Nació en Holguín en 1945 y por muchos años se desempeñó como traductor de ruso. Es considerado uno de los más importantes poetas de su país.
Entre sus obras destacan: Para festejar el ascenso de Ícaro; El esplendor y el caos, entre otras. Su libro Lenguaje de mudos, ganó el premio David de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, pero fue censurado. Otras obras del poeta son: Cinco envíos a arboleda (1991); Abrirse las constelaciones (1994); Lírica amatoria (1994); Striptease y eclipse de las almas (2006); Exilio transitorio (2009), entre otros.
Le conocí en La Habana cuando fui invitado a la Feria del libro en 2011. Fue mi amable anfitrión durante tres días inolvidables. Discreto pero buen conversador, me enseñó su Habana, no como un turista, sino como un cubano más. De ese encuentro quedó la siguiente entrevista.
En diciembre de 2022 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura 2022 el reconocimiento más importante de las letras cubanas
Es un hombre sencillo, amable. Vive en Holguín, antigua provincia del Oriente en Cuba.
Es un ser humano cordial y asegura que “ya escribió lo que iba a escribir”. Lo dice con humildad, sin pretensiones. No se le nota vanidad, la que en ocasiones tienen aquellos que ejercen el oficio de la tinta hecha palabra y su modestia lo hace más grande aún.
Antes de mi viaje a Cuba lo contacté por Internet y nos prometimos un encuentro, y así fue. Un abrazo como viejos amigos fue el principio de una amistad que espero perdure en el tiempo.
Yo debía de ir a la UNEAC, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y Delfín me propuso hacer el recorrido a pie, para que yo conociera un poco de su Habana, y observara con detenimiento las calles, la gente, la dinámica de la ciudad.
En la UNEAC, los saludos para él eran constantes, amables, de respeto; se notaba que es admirado, pero sobre todo reconocido. Nos sentamos en una banca del jardín y le pedí que me permitiera grabar la charla. Aceptó y este fue el resultado.
Para quienes queremos empezar a conocerle: ¿quién es Delfín Prats?
He nacido allá, en la provincia de Holguín. Soy de origen campesino y nací prácticamente con la Revolución. Cuando la Revolución triunfa yo tengo doce años.
Estudié y logré cierta formación, luego me bequé para acá para La Habana y más tarde me dieron una beca para estudiar en la Unión Soviética en donde permanecí dos años.
Soy una persona que no tiene muchas pretensiones, soy muy accesible y vivo allá en Holguín. Allí soy miembro de la UNEAC. Trabajo y hago lo poco que creo que quede por hacer de mi obra pues considero que lo que iba a escribir ya lo escribí.
Soy alguien que considera que en la poesía uno no debe ser muy prolijo, entre menos textos tu tengas, pero que sean textos que den en el clavo, porque, como hemos podido observar en estos días se escribe mucho pero no siempre se escribe aquello que pueda perdurar en el tiempo. Creo que la labor fundamental del escritor debe ser tratar de que de alguna manera su escritura sea perdurable.
¿Cómo se descubre escritor?
Siendo muy joven. Cuando estaba en la Unión Soviética ya tenía inquietudes por escribir, pero todavía no había hecho nada. Fue a mi regreso acá a La Habana, que yo comienzo a trabajar en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias donde laboraba como traductor de ruso y entonces ahí yo empiezo a escribir lo que sería una decisión con conciencia de qué estaba escribiendo y que lo que escribía puede servirle a alguien, puede cumplir alguna función.
¿Cuáles son las motivaciones para la escritura?
En mi caso, yo creo que es el amor. El amor y la vida en el sentido amplio de la palabra.
Se escribe porque se vive y vives en contacto con los seres humanos y vives en una ciudad y esa ciudad forma parte de tu mundo, de tus textos, de tu escritura. Tú llevas esa ciudad en ti, esos espacios tu los llevas a la escritura, los circunscribes a tus textos de la misma forma que un pintor, lo hace en el cuadro, tú haces lo mismo en la página.
¿Qué es lo más difícil al construir la poesía, al hacerla?
Pienso que lo más difícil de la poesía es escribir sonetos y décimas y buscar rimas y esas cosas.
En mi caso como yo he cultivado el verso libre, el verso blanco, no tengo ese problema. Pienso que si hay dificultades. La dificultad mayor que tiene alguien que se inicia en la escritura es el hecho de que hay una enorme cantidad de textos de otros escritores anteriores a ti que son muy buenos y tú te sientes como deslumbrado, y entonces existe el reto para ver cómo tú logras que algún texto tuyo sea al mismo tiempo diferente de los textos de los otros escritores que te precedieron y al mismo tiempo que digan algo, que tengan calidad, eso es algo muy difícil de precisar.
¿En este mundo tan mediático, en el que la gente va tan aprisa y no se sabe por qué, uno se pregunta para qué sirve la poesía?
Yo tengo la ventaja de vivir en un mundo con menos complicaciones de ese orden. Pero bueno, la poesía sí sirve; creo que ayer, tú y yo, de una manera muy epidérmica ya nos referíamos a esto.
La poesía sirve. ¿Por qué sirve? Porque tú no escribes para ti mismo, o aunque escribieras para ti mismo en una primera instancia, hay una segunda instancia en la que ya tu poema va dirigido a alguien. Tiene ya un propósito y cuando lo publicas, absolutamente ya conviertes el poema en un bien común. Entonces, yo creo que sí, que la poesía sirve más allá de las razones académicas, más allá de los medios de difusión, más allá de todo, sirve para despertar en el ser humano las mismas inquietudes que motivaron en ti la escritura del poema: el amor, la vida, la belleza, los valores de la sociedad que hacen perdurar a la especie como tal.
¿Cuál es la ventaja de ser escritor en Cuba? Me contaba algunos aspectos importantes, en especial lo que tiene que ver con la publicación.
Bueno, yo no soy un escritor profesional. Pero te decía ayer que en Cuba existen las mejores condiciones.
Has observado durante estos días como aquí se le presta una enorme atención, en primer lugar, a la educación que es el primer paso para formar buenos lectores, y luego, a las personas que escriben se les da una serie de ventajas, se les publican sus libros, se les paga por la publicación de los libros, tienen foros en los que ellos pueden participar y leer sus poemas, tener eventos diversos, comunicarse con el público, viajar al extranjero, entablar relaciones con otros, tener acceso a Internet y comunicarse con sus homólogos en otras latitudes, como hemos hecho tu y yo, o sea, que me parece que aquí existe un gran margen de libertad para la creación artística y literaria.
Me produjo gran emoción ayer que estuvimos recorriendo la Cabaña, ver tanto joven interesado en los libros y en lo que dicen los escritores.
Eso es producto de lo que hace un momento yo me refería y es el sistema educativo. Hay un sistema educativo que forma a la juventud y la juventud indudablemente se motiva. La Feria del Libro, más que un hecho de carácter comercial, como podría ser, es un suceso de carácter cultural en la que está involucrada toda la población, pero la juventud por supuesto, como lo vimos ayer, es la más motivada, la que tiene mayor incidencia.
¿Qué sabe de mi país, Colombia?
Risas. Yo creo que Colombia me gusta mucho. Sé muy poco de Colombia, vaya que de verdad sé muy poco. Lo que he podido leer como a García Márquez, yo soy un lector empedernido de García Márquez, creo que he leído toda su obra. Y tengo algunas amistades.
Lo que uno sabe de otros países es poco, porque mientras tú no veas, la realidad allí; mientras –qué se yo- el caso de Colombia es sui géneris por lo que todos sabemos. Por la…-(noto que busca la palabra que no ofenda, que no incomode a su entrevistador)- por la…, éste digamos las inquietudes que a cada rato conmueven el mundo social de ese país.
Pero yo en realidad me he aproximado a Colombia por medio de la literatura. Yo no sólo he leído a García Márquez, sino también a algunos poetas colombianos. Es un país que yo amo mucho, es uno de los países de Latinoamérica que más me atrae. Quizá con México, sea el otro país que también me gusta mucho”.
Hábleme de sus viajes al exterior. ¿Dónde ha estado llevando su palabra, su poesía?
Yo estudié en Rusia, pero después volví allá en 1989 a un Festival Pushkin. Me pareció interesante. A mí me sucede una cosa, que yo no estoy apto para soportar las largas lecturas de poesía. ¿En los festivales qué sucede? que uno conoce mucha gente.
Al que fui, Festival Pushkin, conocí poetas de China, de Japón, de Vietnam, de Turquía, conocí una gran gama de poetas. Posteriormente, viaje a Madrid a un encuentro de escritores cubanos que se llamó: “La isla entera” y que reunió a escritores cubanos, tanto de la emigración, como los residentes en Cuba.
Estuvimos presentando ponencias, leyendo textos, en un ambiente absolutamente ajeno a las especulaciones políticas más radicales, en una realización de confraternización entre unos y otros de tal manera que esgrimir la cultura como un vehículo superior de unión de los seres humanos y no como un arma más en las batallas de la política diaria. Es lo que me parece que debe ser. La cultura es tan grande, tan alta; la poesía tan elevada que debe servir más que nada para eliminar diferencias entre los hombres”.
¿Delfín, ayer me decía y estos días que hemos compartido, que usted no ha vuelto a producir…por qué?
Yo escribo muy poco y escribo poco por la simple razón de que yo considero que ya escribí una poesía y que esa poesía me defiende y que como nunca pretendí ser un escritor profesional, un poeta de oficio, yo estoy contento con eso que tengo.
Cada vez que intento hacer algo nuevo, o no me sale como es, o no llega a los momentos que en otras épocas había logrado en la escritura.
Parece que logré hacer algo que se saliera de la línea general y que me representara a mí individualmente que fuera una poesía individual de mi personalidad, de mi intimidad, de mi modo de ver el mundo”.
No podemos concluir esta charla sin que me diga un poema de su autoría.
Con voz que le dicta su intimidad, Delfín recita:
Humanidad
Hay un lugar llamado humanidad
un bosque húmedo después de la tormenta
donde abandona el sol los ruidosos colores del combate
una fuente un arroyo una mañana abierta desde el pueblo que va al campo montada en un borrico
hay un amor distinto un rostro que nos mira de cerca
pregunta por la época nueva de la siembra
e inventa una estación distinta para el canto
una necesidad de hacer todas las cosas nuevamente
hasta las más sencillas
lavarse en las mañanas mecer al niño cuando llora
o clavetear la caja del abuelo
sonreír cuando alguien nos pregunta
el porqué de la pobreza del verano y sin hablar
marchar al bosque por leña para avivar el fuego
hay un lugar sereno un recobrado y dulce lugar
llamado humanidad.
***
Le pido un saludo para mis compatriotas.
—Vamos a tomar un poco de té dice y mientras caminamos habla:
Vamos a enviarle desde aquí de la UNEAC, desde el corazón de La Habana, un saludo cariñoso a todos los colombianos, a todo el mundo que es capaz de ver la belleza de la vida, de ver la hermosura que puede haber en un poema, la capacidad que tiene la poesía para cantar la belleza y la buena voluntad humana.
—Le doy las gracias por sus palabras mientras el hombre que está a cargo del té nos tiende dos vasos humeantes…