Revista Digital Arrierías 71

A la memoria de Héctor Buitrago Morales

Su voz, que fuera gutural, fuerte y timbrada, ahora es imperceptible, tras un asma permanente que pareciera ser una venganza tardía por todo el maltrato dado durante décadas a su garganta, como la vociferación de consignas y canciones a grito pelado en la calle.

Hace poco, un 30, puesto al final de su dirección electrónica, nos reveló por fin su verdadera edad: Héctor Buitrago Morales nació en plena depresión económica. Como todo viejo que ha dedicado su existencia a soñar con la posibilidad de cambiar el mundo, Héctor exhibe la lucidez de cuatro décadas atrás, cuando lo conocimos.

Entonces estaba recién llegado a Bogotá. Era el año de 1970 y trastearse para la capital era el primer paso para optar a una mejor calidad de vida, obtener un empleo, respirar otro ambiente y gozar de mayores posibilidades en lo cultural.

Para ese entonces los gringos estaban encartados con Vietnam; la oposición de la juventud en Estados Unidos y en el mundo era creciente. Francia venía de vivir su mayo revolucionario. En lo político, la década de los setenta llegó a Colombia con importantes, históricos y variados hechos.

Deigual modo, el panorama económico tuvo sus sacudones, al unísono con los cambios en el pensar y actuar de la juventud y la sociedad. Era el principio del fin del Frente Nacional, en medio de un fraude electoral instrumentado por los socios de la tenaza política. La mayor rebelión estudiantil del siglo, la repercusión de las ideas socialistas y sus variantes, el auge de la acción guerrillera. Lo social reflejado en el arte. La literatura, el teatro, el mundo plástico y audiovisual y la música, crearon “un gran desorden bajo los cielos”.

Héctor Buitrago nació en Armenia, ya sabemos cuándo. En Bogotá, al amparo del Moir y dirigentes como Francisco Mosquera y Héctor Valencia, fundó el Grupo de Arte Popular Esfera. El aprendiz de lobo, que fue la ópera prima, se escribió a varios manos y se convirtió en nuestra bandera. Luego vendrían La excepción y la regla, de Brecht, y La muerte de Cristóbal, basada en un cuento de E. Caldwell.

Curiosamente, el grupo en sus inicios ensayaba en un local del Centro Colombo- americano. En consonancia con la agitación circundante, era un trabajo antiimperialista, honesto, bien intencionado, hecho por encima de todos los obstáculos económicos.

En sus parlamentos estaba vertido el programa del Moir, el carácter neocolonial y semifeudal del país, la nueva democracia, el papel del partido, del campesino, del estudiante y de la clase obrera como vanguardia de la revolución.

En los setenta parece compendiarse buena parte del ideario oposicionista. Por supuesto que, apartando con las pinzas del rigor ideológico a partidos tradicionales, como el Conservador, el Liberal y sus vertientes como la Anapo, a la que la historia no oficial señala como la ganadora de las elecciones de 1970, justo cuando la alternación liberal – conservadora, con Misael Pastrana, terminaba diez y seis años de manguala burocrática y excluyente. Para entonces el fogaje inicial del MRL ya registraba un preagónico entibiamiento. Recuérdese que López Michelsen fue designado por Lleras Restrepo como el primer gobernador del Cesar. Por su parte la Anapo, liderada por Rojas Pinilla, redujo sus luchas por el reclamo del triunfo a una manifestación bulliciosa, airada y vandálica y a dos o tres amagos de tiroteo en la instalación del Congreso de ese año. Luego vendría lo del M-19.

Héctor Buitrago había logrado reunir en su grupo Esferacerca de doce personas, la mayoría estudiantes universitarios.Incluido Héctor, tres sabían de teatro; con el paso de losmeses el número de integrantes se volvió oscilante y el procesode cualificación de los precarios actores una utopía más.

Desde el comienzo, el recurso de entonar canciones revolucionariasal unísono, como se canta en los paseos, a manerade preludio, y rematar con otras tantas le otorgaba mayoraceptación al trabajo. Así las cosas, conformábamos un grupo bienintencionado, dogmático, fiel a su verdad, que tirabalínea, que hacía la insurrección de las masas en el escenario.

Para los católicos, sin la voluntad de Dios no se cae ni la hojade un árbol; para nuestro grupo, no se movía el contenido deun diálogo sin la voluntad del Comité Central del Moir.

El año de 1973 vio nacer lo que parecía antes una alianza imposible: El PCC y el Moir conformaron la Unión Nacionalde Oposición —UNO—. La música de protesta había trascendidolas manifestaciones y tertulias de la intelectualidadizquierdosa.

Venga de donde viniere, la plata es la plata y laradio y la televisión difundían el cancionero social a tiempoque aumentaban rating y depósitos bancarios. Figuras como

Arnulfo Briceño, Eliana, Jorge Veloza, Los Amerindios y LosHermanos Escamilla dominaron la escena colombiana dela música social.

El triunfo de Allende en Chile catapultó lamúsica andina. No obstante, su alto nivel de aceptación y calidad,artistas como Ana y Jaime eran examinados con unalupa dogmática. Para la dirigencia del Moir, su militanciay artistas, esta música del dúo era desatinada, derrotista enextremo y no planteaba soluciones correctas.

El grupo Los Ocho Raros exportó a Bogotá no solo a HéctorBuitrago. Con él viajó Jaime Uribe, talentoso hijo únicode una viuda adinerada, por lo que era el único personajesolvente en esa ínsula teatral. Su paso por Esfera fue magníficopero breve. Jaime Uribe terminó enredado en los rollosdel cine. Hizo varias películas con Jairo Pinilla, nuestro EdWoods colombiano. Fue llamado por Carlos Lehder a filmarkilómetros de película que habrían de convertirse en su biografíafílmica. El apresamiento y la extradición del capo quindianoliquidaron los planes de Jaime, quien vivió entonces laamargura de ver perdido en un laboratorio venezolano sutrabajo fílmico de más de 10 horas con Lehder. ¿Se imaginael lector lo que valdría ese material hoy, en manos de la Fox?Jaime Uribe solo tiene una media hora de película.

La existencia de tres vías a la revolución, claramente delimitadas,de igual manera se reflejó en cuestiones en aparienciaformales, como la música. Mientras que dos de lasvertientes ideológicas miraban con simpatía las músicasfolclóricas, el Moir comenzó a cuestionar con todos los argumentosy de manera focalizada la canción que reflejaba la

Política de la triunfante Unidad Popular de Chile y el advenimientode Salvador Allende por la vía electoral.

Y qué nodecir de todo el acervo de la música andina. El reparo fundamentalestribaba en la tristeza presente en ese cancionero.Armado de una actitud triunfalista en el arte, para el aparatocultural del Moir era de obligada necesidad una creaciónconcordante con la inexorable victoria del proletariado. Poreso todas las expresiones artísticas proponían la solución feliza la problemática actuada, pintada o cantada.

Con cuatro años de experiencia a cuestas, el grupo dirigidopor Héctor Buitrago había recorrido una apreciable partedel país. Por efectos de la represión oficial, compendiada enel estado de sitio, que, por ejemplo, facultaba a cualquier autoridada detener a quien fuera sin mayores formalidades,las presentaciones del Grupo de Arte Popular Esfera solíanterminar en irrevocables visitas a los puestos de policía, comandosdel ejército y, en más de una ocasión, a las cárcelesmunicipales por orden de los alcaldes de los pueblos visitados.

A menudo las jornadas teatrales eran precedidas deamenazas violentas. Ante esos casos, la fórmula era fugarsedel pueblo antes del amanecer. Eso sin contar las veces queel público se compenetraba de tal manera con la acción y lospersonajes que, ante la intervención de la policía, la funciónterminaba en motines.

Para el año de 1974 ya era claro que la militancia artísticadebía morigerar sus banderas agitacionales: A recoger lapancarta, el cartel y mandar a la banca a los “artistas” sinaptitudes, experiencia o conocimientos. El sacudón crítico sehacía al amparo de las teorías de Mao y la Revolución Cultural:“Que se abran cien flores y compitan cien escuelas del pensamiento”.

Esta apertura tenía implícita la urgencia decualificar a los artistas revolucionarios. En general, podemosseñalar que se produjo una desbandada en los frentes de laestética. El grupo dirigido por Ricardo Camacho, surgido delas entrañas de la Universidad de los Andes, dio el salto definitivopara su nacimiento y construcción de sede propiaen La Candelaria. Dirigido por Cecilia Sánchez, Chili, surgióel grupo vocal Los Comuneros y con ellos, ¡por fin!, llegó lapolifonía.

En el grupo Esfera, además de su fundador y director,Héctor Buitrago, se destacaban por su fiel permanencia yantigüedad Antonio Gutiérrez, universitario de la Tadeo, aquien la pinta siempre lo tuvo de protagonista de las pocas obras que se montaron. Las muchachas del grupo, en silencio,por disciplina, pureza ideológica, timidez y escasokilometraje mundano lo hacían objeto de sus ensueñosmilitantes. Algunos integrantes nos permitíamos la licenciade ponerles apodos a los demás. De modo que Héctor fuerebautizado como Arrancaplumas, Antonio Gutiérrez eraToño Gallinazo.

En esas estábamos, el momento político dela izquierda era de alianzas y en forma paralela la direccióndel Moir había determinado implementar —trasplantada dela Revolución Cultural china— la política de Los pies descalzos:¡Militantes, olvídense del hotel mama! Ese fue uno de losremezones significativos de nuestro barco revolucionario.

Como consecuencia lógica de la diversidad conceptual enla caracterización de la sociedad, de la realidad colombianay su momento histórico, la cuestión del arte y la literaturaeran el pan de cada día. Las tres concepciones, que medianteentrevistas Umberto Valverde y Óscar Collazos vertieronen Colombia, 3 vías a la revolución, son un texto fundamentalpara quien intente bucear en las aguas de nuestra historia finisecular.

El Partido Comunista y el Moir tenían en GilbertoVieira y Francisco Mosquera, en su orden, sus incuestionableslíderes y teóricos. No así la tercera fuerza en el zurdariocolombiano, la Tendencia Socialista que en 1972 recogía elpensamiento trotskista y los afectos de varios grupos, entreotros los Comandos Camilistas. Como en la miscelánea socialistase destacaba Ricardo Sánchez (el flaco), los autoresdel libro le otorgaron la vocería de la Tendencia.

En nuestro grupo Esfera, aparte del sacudón se produjeroncambios que fueron la estocada definitiva. El grupo sedividió en dos: teatro y coro, obrando de acuerdo con lasdirectrices del Comité Central. Los músicos, que éramostres, agrupamos a los actores que cantaban. Héctor Buitrago(que sí cantaba) continuó, como actor y director que era, alfrente del destino teatral.

Descalzarse era despedirse de estudio,amigos, novia y hotel mama y marcharse para dondela dirección del movimiento estimara conveniente para elcrecimiento del mismo. Antonio Gutiérrez fue el primero endescalzarse y como cuadro político viajó al Quindío. Las tareaspartidarias arrinconaron su voz, su capacidad escénicay su guitarra.

Fue elegido concejal de Montenegro, solo unavez, en 1974. Sigue en el Quindío y podría ser el candidatocon más derrotas en la historia política de Colombia.

Para el Partido Comunista la participación electoral habíasido dilucidada por Lenin. Eso sí, le tenía prendida una velaa Dios y otra al Diablo: el acceso al poder estaba determinadopor la combinación de todas las formas de lucha. El Diabloestaba representado por las Farc, cuando la acción guerrillerarespondía a claras y románticas convicciones ideológicas.Nada qué ver con secuestros ni narcovacunas.

Por los terrenos dela Tendencia Socialista, la abstención electoral estaba en elorden del día, aunque años más tarde participaría en elecciones.Como ya se dijo, en la Tendencia participaban gruposde extrema izquierda, como los Comandos Camilistas. Porúltimo, el Moir fue abstencionista en sus dos primeros años;luego de una autocrítica, a partir de 1972 decidió ir a elecciones.El rechazo a la lucha guerrillera ha sido uno de susirrevocables principios.

Quisiérase o no, nuestro grupo Esfera, ante el imperativode la profesionalización del arte militante y por otras dolorosascausas que no voy a desenterrar aquí, terminó por

convertirse en la muchacha fea del baile, o la puta del paseo.Gustavo Martínez (Guatavito), el guitarrista, emigró haciael Teatro Libre y fundó El Son del Pueblo, donde dieron susprimeros pasos los cantantes y actores César Mora y BrunoDíaz. Otro de nuestros músicos, Carlos Riaño, guitarrista convuelos de poeta, siguió componiendo e interpretando músicamilitante y bajo esa condición a menudo hace giras por elpaís.

Nuestro inolvidable director, Héctor Buitrago, víctimade una sucia maniobra laboral por parte del sindicato en elque ofició como empleado, tras cuarenta años de trabajo sepensionó. Pese a su edad, sinsabores y sueños rotos, la vidano ha logrado doblegarlo.

Esta, nuestra historia, estuvo animada por la presencia deuna muchacha de la Nacional, Flor Moreno. Con una inteligenciacomo pocas he visto, siempre estuvo ahí, en primera

fila, tratárase de presentaciones o manifestaciones estudiantilesy sindicales. No era ni cantante ni música y sin embargosu trabajo fue definitivo para que el grupo comenzara acantar a tres voces. Tal era su talento. Su voz era tan estentóreaque a pesar de su baja estatura era fácil ubicarla en losactos políticos. “Allá está gritando Flor”, decíamos.

El pasode los años acrecienta la emoción de recordar el escenario devivencias, amores, desamores y los compañeros de búsquedade la utopía. Próximos al descenso del telón, nos asiste lacerteza de que le pusimos todo el corazón a la mejor de lascausas: la lucha contra la inequidad social.

Notas:

1.- Esta crónica le dio el título al libro publicado por la Biblioteca de Autores Quindianos, en 2016.

2.- Debe anotarse que esta crónica fue publicada antes del Acuerdo final suscrito entre el gobierno de Santos y Las FARC.

libaniel@gmail.com

Foto en Bogotá año 1971. Héctor Buitrago

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