Arrierías 96
Luis Carlos Vélez
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Terminada mi tarea de escuchar y analizar el audio que titulé El espejo hecho trizas, y leer su texto titulado “Soy un edificio”, descubrí en el paciente cierta habilidad narrativa…
Mientras llegaba el día convenido para atenderlo, con el soporte del audio y los escritos, diagnostiqué y planeé a fondo la estrategia para ganarme la confianza de Nacianceno, el paciente del espejo que se dice “siquiatra”.
La presenté. Fue aprobada por los interesados en que se cumplieran sus decisiones y, no confiados en cómo terminaría la cita, aseguraron que, para no descartar un final inesperado, tal vez “violento”, tenían previsto brindarme las seguridades necesarias.
Así los planes y dispuestas las precauciones, llegó el día convenido para atenderlo.

Para cumplir mi estrategia y asegurarme de que no habría riesgo, abrí, salí y saludé a los encargados que, apostados junto a la puerta, me brindarían seguridad.
De entrada, logré inducirlo a creer que era un siquiatra y le hablaría de “un antiguo paciente suyo”, que no era otro que él mismo…
-Hola, colega-, dije a mi “colega siquiatra” cuando lo tuve frente a mí:
-Cuéntame cómo te va con el paciente del espejo; el que te envíe. Está bien trastornado ¿no?, y él me contestó al tiempo que hacía girar su índice alrededor de la oreja-:
-¡Ah, ya recuerdo, claro que recuerdo al estimado sicólogo! ¡Está chifladito, bien chifladito, esquizofrenia! Contó todo, de cabo a rabo…-.
Por un momento dudé si seguía mi corriente o actuaba el rol asignado. Pero resuelto a saber en qué paraba el asunto encomendado, continué:
-Entonces, mi remisión era correcta. ¿Qué te dice?, me imagino que la misma locura-.
-Sí, sí, la misma locura. A propósito, ¿qué hacen dos policías y tres enfermeras en la puerta de tu consultorio, también son tus pacientes? -.
-Ahora, más adelante, sabrás el porqué de los policías y ellas… digamos que sí. Pero asómbrate: tú paciente nos tiene metidos en su cuento-.
– ¿¡Cómo, ¿¡qué, ¿¡qué!?-.
-Lo que te digo, mi estimado siquiatra, bien metidos…-.
– ¡No puede ser! ¿Cómo que metidos? -.
-Es lo que dice-.
– ¡Cuéntame, cuéntame qué pasa!-.

-Escucha: ese paciente, te digo, está bien… pero bien enfermo. Sus alucinaciones van de mal en peor y las achaca al tratamiento que le diste. No sé qué debes hacer… Dice que su enfermedad era un simple estrés debido a la angustia generada porque sus negocios están a punto de quebrar. Y además, porque sus relaciones de familia, con su mujer, para ser claros, no son las mejores después de que enfermó y tuvo cita contigo. Pero que con tu receta empezó a sentir dolores de cabeza, mareos, sensación de irrealidad, y sueños extraños… Aquí tengo su historia y te resumo: Una noche cualquiera queriendo ignorar las últimas angustias del día, miró al espejo, y en ese instante algo muy raro pasó. Que a pesar de la perplejidad y la atmósfera de locura que tomaban los sucesos, aguantó cuanto pudo…. y no dijo nada a su familia, ni a sus amigos. Y se guardó todo hasta consultarnos, y bueno, para abreviar, dice que su alucinación empieza a media noche y, que después de tomar las pastas de tu receta, dura cuatro horas… ¿Crees, tú, estimado colega, que un loco, lo que se dice loco sin remedio, mira el reloj y tiene en cuenta la hora en que le ocurre algo, y lo recuerda para contarlo? -.
-No me digas eso, colega, ahora quien está apunto de enloquecer soy yo… ¿es una broma tuya? -.
-Nada de eso, y no te vayas a enloquecer antes de que termine de repetirte la historia que ya conoces: dice que ve, y en esto no tiene la menor duda, salir del espejo gigante de su alcoba, personas desconocidas para él… como integrantes de una familia que desfilan hacia la sala… Bueno, para que te resumo más, si conoces la historia… Pero no sé qué pienses de esto: cuenta que ignoran su presencia…
-Sí, para, para, esa historia ya la sé… pero, ¿lo jodí con los medicamentos? -.
-Tal vez porque hoy el estadio de su evolución presenta empeoramiento, y debes pensar qué hacer ¿no crees? Recuerda que dice no entender el lenguaje que hablan. Que parecen de otro país… Y que alguna vez intentó decirles algo, pero por temor a que lo tomaran por un fantasma, un ladrón y lo mataran, no dijo nada. Y aquí, estimado siquiatra, viene lo bueno. No te imaginas su asombro cuando dice que ve a las personas del espejo salir a la calle y regresar con nosotros. ¡Con nosotros! -.
– ¿Con nosotros? ¿Cómo así? -.
-. Dice que, como su visita, llamémosla alucinación, dura horas y ellos regresan por donde salieron, para no ser descubierto corre a su alcoba, entrecierra la puerta pero ellos la empujan y se meten uno tras otro en el espejo… ¿recuerdas? Es lo que anotaste en su historia clínica-.
-Uf… sí, sí, por lo que cuentas, mi paciente no tiene regreso a la realidad…-.
-Y viene lo peor, mi estimado amigo, en la última consulta dijo que, al salir de su alcoba, en la sala se topó con nosotros, y que sonriendo le ordenamos ponerse una camisa de mangas muy largas. Ya sabes cuál…-.
-Claro, ¿cómo no saberlo? Si cuelgas una allí…-.
-Y entonces, seguro de que lo vamos a internar, escapa por donde salieron los otros… y ahora para que te asombres: ¡que tú corres, los sobrepasas, y yo los invito, gritando, a correr conmigo para sujetarte…! -.
– ¿Qué dices? ¿¡Por qué dijiste “sujetarte”!? Entonces: ¿Te refieres a mí? ¿Tú me crees loco, desgraciado? ¡Déjame y te…! ¿¡Por qué abres la puerta!? ¡Ciérrala! -.
– ¡Seguridad… enfermeras…! ¡Pronto, rápido! ¡Vengan ya…! ¡No…no…no! ¡Ayúdenme a sujetar al doctor! ¡No… Auxilio… Socorro…! -.
Fin
Noviembre 9 de 1970