Por Guillermo Escobar Baena
Muchas son las lecturas que por esta época de crisis por la pandemia se vienen haciendo y también múltiples las interpretaciones que la gente da a la crisis y al coronavirus o Covid 19. Como aparece en uno de los tantos mensajes que circulan en las redes sociales por estos días de confinamiento, la forma de mirar cambia el sentido de todo: para el pesimista: “esta situación es insuperable, es absurdo pensar que vamos a salir de esto. Tenemos que rendirnos y dejar de luchar, se equivocan quienes creen que todo esfuerzo merecerá la pena”.
Para el optimista, en cambio, este mismo mensaje leído en sentido contrario, nos plantea una visión esperanzadora: “Todo este esfuerzo merecerá la pena, se equivocan quienes creen que tenemos que rendirnos y dejar de luchar, vamos a salir de esto, es absurdo pensar que esta situación es insuperable”.
Las distintas lecturas en diferentes sentidos van desde lo mágico, mítico-religioso, pasando por la ficción y por fortuna también por los fundamentos de la razón de la ciencia. Las diversas interpretaciones también van desde lo relacionado con la naturaleza, la sociedad, la política, la economía, el medio ambiente y por supuesto con la salud; encontrándose en ellas hasta las apuestas más curiosas como la de los extraterrestres y la vida interplanetaria, o el fenómeno paranormal y claro, también la de los más sofisticados descubrimientos científicos y tecnológicos desarrollados hasta ahora.
“Se refugian de la tos/en casas donde se muere de tedio//Pero hay quien sale/y parece gritarnos: ¡nada podrá contra mi libertad ¡¡ /soy dueño de la calle ¡¡/ y, pasados quince días/escupe por última vez/ entre cadáveres” (Víctor Raúl Jaramillo, en Pandemia 2020.Edit. Sakura)
Algunos de los tantos enfoques que hoy se mencionan a raíz del Covid 19 por lo que éste ha generado grandes inquietudes e incertidumbres sobre el impacto negativo en la economía global y nacional como posibles alternativas para responder a la crisis, son los de la bioeconomía pero también el de las economías digitales y, el de la agroecología.
La Misión de los Sabios propuso en diciembre de 2019 una ruta de transformación para Colombia: pasar de ser una economía extractiva a una generadora de conocimiento y de servicios y productos de valor agregado. Propuso que este tránsito se haga a través de la ciencia y la tecnología potenciando la innovación y la creatividad en el talento humano. Y, la gran apuesta que sugirieron fue la de potenciar la bioeconomía, en una agenda de prospección 20-30 doblar la producción manufacturera y la producción agrícola. Con fortalecimiento de la tecnificación y aumento de la productividad.
Sin embargo, al hablar de bioeconomía, piden que se adopte como estrategia política para lograr un modelo de desarrollo con un enfoque de “negocio rentable” al que se le quiere apostar por considerarlo “altamente eficiente”. Aunque se argumenta que este modelo puede contribuir a mejorar no solo la productividad sino también la generación de empleo y el bienestar de las comunidades, se sabe que en un sistema de desigualdad y de concentración de la tierra y del capital como es el nuestro, desarrollar una gama de procesos, bioproductos e innovaciones a través de la biotecnología en el sector agrícola y pecuario, va a beneficiar finalmente sólo a los que le apuntan a los “negocios verdes”, a los dueños de los grandes capitales y en muy poco contribuyen a resolver la brecha entre riqueza y pobreza y a la falta de seguridad alimentaria de un amplio sector de la población y en cambio sí, se teme que se aproveche la riqueza de nuestra biodiversidad y se sigan agotando nuestros recursos naturales por favorecer los “negocios rentables” de la bioeconomía, mal entendida y mal aplicada.
En cuanto a las economías digitales, podría citar a nuestro gran escritor William Ospina quien nos dice que “todavía no sabemos si la actual pandemia es una buena o mala noticia: si ha venido a hablarnos de nuestra fragilidad o de nuestra fortaleza, a mostrarnos cómo empeoran las cosas o a enseñarnos cómo podrían mejorar” *. Las economías digitales se están abriendo pasopara convertirse en una especie de nueva locomotora del desarrollo en Colombia, potenciada ahora por efectos de la pandemia, pero ya desde antes, sólo en el primer semestre del 2019 el Min Tic anunció que este sector tuvo un significativo crecimiento (4.04%) superando ampliamente el aumento del PIB nacional durante el mismo período.
Por la importancia que ha cobrado durante esta crisis la virtualidad y todo lo relacionado con la tecnología, bien vale la pena reflexionar en torno a este tema de las economías digitales acerca de lo que ya planteaba el pensador alemán Martín Heidegger sobre lo que se puede interpretar como la imposición de la técnica moderna sobre la naturaleza. Máxime cuando se habla de la cuarta revolución industrial, la de la inteligencia artificial. Recordemos que la primera fue la de la máquina a vapor, la segunda, la de la energía eléctrica, la tercera la de Internet y ésta última, la de las prótesis digitalizadas, de los robots “inteligentes”, de la ciencia de los datos y también de la llegada del 5G. “Será como un sistema interconectado por las cámaras en las calles, los celulares, los equipos inteligentes y la información que unos registran de otros para “controlar la pandemia” (¿?) (Yeimi Peña en Cuarentena 2020).
Heidegger nos alerta de cómo el ser humano “crea a través de la técnica un imperio sostenido económica y socialmente donde la naturaleza queda relegada como si fuese una fuente de servicio para el ser humano y una extracción de reservas” **.
El tercer enfoque entre los muchos que se plantean como alternativas para responder a la actual crisis y a las que en el futuro se pueden llegar a presentar es el de la agroecología ; con éste se aborda de una manera crítica pero propositiva, lo relacionado con el manejo de los recursos naturales, la producción de alimentos mediante una agricultura sostenible y los temas de seguridad y soberanía alimentaria para enfrentar con decisión los altos niveles de pobreza que hoy más que nunca, se evidencian tanto en las ciudades como en el campo.
Quizás, el mayor de todos los retos que enfrenta la sociedad colombiana hoy es la falta de conciencia y de comprensión de la profundidad y complejidad de problemas relacionados con el deterioro de los recursos naturales del país. Aunque no podemos desconocer que se han logrado avances significativos en el desarrollo de tecnologías para mejorar la productividad agropecuaria, aún subsisten muchos problemas en cuanto a lograr producir alimentos en armonía con la naturaleza en sistemas sostenibles.
Con el enfoque de la agricultura tradicional y ahora que se habla de pasar a la bioeconomía para aumentar los índices de productividad, se podría llegar a aumentar en cobertura la oferta de alimentos, pero bajo un modelo que puede llegar a afectar más el ambiente especialmente los recursos naturales como el bosque, el suelo, el agua y la biodiversidad de plantas y animales.
La agroecología busca entonces el desarrollo rural integral y armónico, bajo políticas adecuadas que sirvan para una organización de los diferentes actores que trabajen buscando optimizar las unidades productivas, pero respetando la naturaleza y conservando el equilibrio y los recursos, con un enfoque no sólo sostenible sino también sustentable.
Como reflexión final, ante esta crisis y la incertidumbre que nos genera el virus, debemos pensar si nuestra salvación estará en seguir preocupándonos más por la técnica, por producción de máquinas y por generación de datos optimizando la velocidad de la información o preocuparnos también por lo que pasa con la naturaleza y la manera como debemos alimentarnos y producir nuestra propia comida, de manera sostenible y sustentable. Bien vale la pena cerrar con lo que William Ospina nos deja en su artículo “Los dragones del futuro”:
“Ahora sabemos que lo que más nos protege frente a los peligros naturales no son las conquistas de la razón, ni las precariedades de la política, y ni siquiera la cisterna del saber universal, sino nuestra inmunidad natural, esas reservas desconocidas tan calumniadas por los idólatras del progreso, o de los que llaman progreso, a la temeraria alteración de nuestras condiciones de vida, a la hostilidad con la naturaleza, al saqueo del planeta, a este romper los equilibrios del mundo con la torpe pretensión de que podemos mejorarlo”***
*William Ospina, “Los dragones del futuro” Periódico El Espectador
**Martin Heidegger, “El Ser y el Tiempo”
Guillermo Escobar Baena
Septiembre 9 de 2020
Desde Albán, corregimiento del Municipio de El Cairo, reserva natural “Villa Linda”.