Arrierías 83.

Por: Manuel Gómez Sabogal.

El mundo cambia constantemente. La tecnología invade hogares, instituciones, empresas, ciudades. La educación también es cambiante. Es diferente cada día. Padres de familia, directivos, profesores, estudiantes procuran que las diferentes materias sean estudiadas utilizando nuevos elementos de enseñanza. Se involucran la prensa, la radio, la televisión. Programas culturales, educativos, didácticos hacen parte del currículo.

Sin embargo, a mi parecer, se olvidan otros elementos indispensables en educación. En muchos casos, los profesores no educan, sino que enseñan. Se dedican a cumplir con el esquema que deben entregar anual o semestralmente y olvidan la formación integral del alumno.

Las noticias, en algunas oportunidades, nos muestran demasiados problemas al interior del hogar, suicidios de jóvenes, accidentes de tránsito donde mueren estudiantes, jóvenes desaparecidos.

Todo lo anterior, me lleva a solicitarles, muy comedidamente, que haya más comunicación con los jóvenes. Se habla de nuevas tendencias, tecnologías, pero no de nuevas frases frescas para alimentar su espíritu. Se habla de mayor compromiso con la juventud, pero desde el hogar encontramos ausencia casi total de amor.

Soy consciente de que nos estamos quedando muy atrás. Los jóvenes aprenden más rápido actualmente. Lo que asimilan, lo quieren practicar ya. Sin embargo, debemos avanzar y propugnar por interiorizarnos en los jóvenes inmediatamente.

Me dirán que el psicólogo del colegio llama y habla con los estudiantes sobre sus problemas, que el psicólogo se reúne con los alumnos y los padres, les hace un llamado de atención y todos salen felices.

Esa soledad de los jóvenes, hacen que se reúnan a beber, utilizar drogas, tener sexo. Esa soledad de hogar y colegio hace que hayan perdido la brújula que los guía. Se reúnen en diferentes sitios a gritar su soledad, poner el equipo de sonido con un volumen que asusta, colocar música sin ritmo, sacar a relucir el sexo que invade sus poros, beber hasta hartarse, alucinarse con las drogas y vivir el mundo irreal que desean sea real por unos momentos para eludir toda la responsabilidad de vivir.

Quiero llamar la atención de las Secretarías de Educación, padres de familia, educadores, estudiantes para que haya cambios de conducta inmediatamente. No con base en el psicólogo del colegio o Bienestar Universitario en la institución, sino con base en un encuentro real con los hijos, las hijas, los alumnos, las alumnas. Un encuentro real con quienes necesitan una voz de aliento, un alto en el camino a la droga, el licor, en el desenfreno sexual desde muy temprana edad.

Educar no es fácil. Y menos ahora, cuando muchos hogares no lo son. Cuando muchos docentes han perdido su visión de educadores. Cuando las reglas, la disciplina y muchas veces el terror, mandan sobre el diálogo, la comunicación, el amor.

Que las noches en semana sean para descanso y paz en los distintos barrios. Que no haya ruido ensordecedor y estridente rechinar de llantas. Que los parques no se conviertan más en silenciosos testigos de lujuria desenfrenada.

Este es un llamado a que directivos de colegios y universidades busquen soluciones que eduquen, que orienten, que ayuden. Si en las familias no se puede, porque no hay padre o no hay madre o hay un enredo que el muchacho o la niña no entiende, entonces colegios y universidades deben procurar nuevas metas, nuevos caminos para que los jóvenes entiendan que la vida es una y debe aprovecharse al máximo. Que el camino a recorrer es largo, sinuoso y lleno de peligros que deben saber manejarse.

Educar para educar. Educar enseñando. Enseñando a educar. Esas expresiones las escucho, pero sé que pierden su sentido, su significado cuando sabemos que los jóvenes siguen solos por el camino de la vida, sin rumbo, sin brújula.

Por consiguiente, este llamado implica que haya más orden sin tantas reglas, más comunicación sin gritos, más disciplina sin desconfianza. Este llamado implica que toda la comunidad sea consecuente con lo que sucede alrededor.

Los jóvenes necesitan una mano amiga, un padre, una madre, un docente amigo, un amigo. Como no los encuentran en el hogar o el colegio y la universidad (padres, familiares, directivos, docentes), los buscan en la calle, la esquina, el parque, el auto bonito, el programa de televisión pleno de enredos familiares, sociales, sexuales.

Que haya una reflexión seria, sincera, serena y que se convoque a los jóvenes a vivir diferente. Que no pierdan la oportunidad que les brinda la vida para que la puedan vivir a plenitud, pero que quienes educan sientan esa pasión, ese amor por lo que hacen para que el futuro de los muchachos y niñas se despeje y sea mucho mejor. Que se acabe esa soledad interior en ellos, que puedan vivir la realidad plena en cada momento.

¡La vida es bella! No permitamos que se pierdan más jóvenes en la droga, el licor, la pasión desenfrenada, la vida irreal de las telenovelas, las estupideces y odios de las redes.

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