Uno de los principales establecimientos de servicio al público en Génova, lo ha constituido a lo largo de los años el popular café, sitio de encuentro ciudadano, centro de alguna atracción y expendio a más de la bebida que le da su nombre, de otras de carácter espiritoso.
Puede considerarse, y así lo refieren los recuerdos, que el de más arraigo en la tradición genovesa fue el conocido como bar Comercio, local situado a una cuadra de la plaza principal, y donde transcurrieron sucesos de mayor o menor renombre, algunos hechos trágicos y otros con alguna connotación histórica, el que mantiene evocación en muchas de las gentes que han conocido el pasar de los días en esta amable tierra.
Una sólida construcción de cemento, moderna en si para la época de su edificación, fue un amplio salón que siempre contó con mesas para el juego de billar y una serie de sillas y mesas para la atención y consumo de los habituales contertulios.
Aparte de El Comercio, hoy desaparecido de su función primaria, a lo largo y ancho del municipio han operado otros espacios que siempre cumplieron la misma tarea, y entre ellos se puede mencionar La Tusa, que funcionó en la esquina partida hacia la vereda El Dorado, y que años más tarde ocupó local en una de las esquinas de la plaza frente a la tienda El Imán, y la entonces Caja de Crédito Agrario, y el que era propiedad de Luis Carlos Pérez y donde con intervalos se ha notado la operacionalidad de negocios de estas características.
Existió por años, en local perteneciente al complejo del teatro Génova, el café Monserrate, lugar de concentración pueblerina, y donde de manera tradicional, durante el día las ventas radicaban en el popular café a través de las modalidades del tinto o el pintadito, pasándose ya en las tardes o noches y con énfasis en los fines de semana a la venta de cerveza y aguardiente.
Sobre otra de las esquinas de la plaza, frente a la Iglesia, estuvo el café Asti, un local grande con numerosas puertas, el que copó lo que hoy es el Comité de Cafeteros y su almacén, posicionado con numerosa clientela, de manera especial los fines de semana. Otro local conocido como café Pilsen estaba en los bajos del hotel Antioquia, y que como sus similares tenía la función de atender a sus clientes en la venta de café y servicio en los billares, siendo establecimientos que muchas veces, especialmente durante los fines de semana abrían sus puertas muy temprano. En el mismo local, hoy y con una tradición de ya varios años renació el Monserrate, donde como ayer, priman la venta de café y licor, a más del servicio de billares.
Frente a la plaza principal, en las esquinas de la carrera 10 con calle 25, por años ocuparon espacio los cafés San Fernando y al frente el café Nacional, mientras sobre la calle, igual con frente a la plaza estuvo el café Gato Negro, y sobre la carrera 11, un amplio espacio hoy alberga el café Buenos Aires.
En un espacio intermedio de la calle 25, hoy celebra medio siglo de operaciones el Café y Bar Ganadero, el cual ha tenido variados propietarios, siendo espacio de negocios y de diversión con los billares.
En otros lugares, alejándose un poco de la plaza principal funcionaron otros cafés, como los que ocuparon locales en las carreras 11 y 12, dos o tres cuadras arriba o abajo de la plaza, donde predominaban, bien fueran unas especies de altoparlantes o las radiolas como equipos de música, que permitían la utilización sonora de acetatos de 45 y 78 revoluciones por minuto.
En alguna época, despertando inquietudes religiosas y sacerdotales, varios de estos establecimientos ocuparon mujeres para atender la clientela, lo cual se fue generalizando y a la vez eliminando tabúes, que despertaban variados comentarios en las familias.
Hoy funcionan de manera especial en el marco de la plaza algunos establecimientos de café como la antigua Tusa o El Polo, el Ganadero, el Buenos Aires y el Monserrate, que hacen complemento a otros espacios donde la venta de café es primordial, especialmente en las mañanas, para darle paso a la venta de licor en la tarde. Estos últimos hacen parte de las denominadas ventanillas o un hibrido entre café y fuente de soda como La Chambrana, Donde Marta o Donde Never.
Hoy por igual, gracias a la popularización de la producción de cafés especiales, con apoyo estatal o iniciativa particular han surgido otros locales que tienen como basamento la venta de café, y están entonces los quioscos que se han ubicado en la plaza que se suman a otros sitios en el marco del mismo punto de encuentro de los genoveses.
Igual, en algunos años, especialmente durante la época conocida como la violencia, varios de los cafés estuvieron marcados por el fenómeno político, unos eran considerados para presencia exclusiva de liberales y otros para conservadores, evitándose por discrepancias o para evitar enfrentamientos, el ingreso de personas contrarias.
La desaparición de varios de estos cafés, distribuidos en diversos sitios de la población, igual han dado paso o les sobreviven cantinas, dedicadas casi en exclusiva a la venta de licor, y con notorio incremento durante la temporada de cosecha o fines de año.
Una mención especial merece el denominado quiosco de Gannem, espacio empotrado entre la misma plaza, que en su época fue el epicentro de manera especial del negocio ganadero, y que administrado por el extranjero Gannem Hassan, permaneció por años como punto de encuentro ciudadano. Una remodelación de la plaza eliminó el sitio, y aunque se construyó allí cerca otro local, el mismo no alcanzó la connotación del primero y pronto desapareció.
No muchos de los cafés de antaño permanecen hoy, pues su desaparición marcó una variable, y así quedan en la historia el San Fernando, El Nacional, el Gato Negro entre otros y los que enmarcaron sectores de la plaza principal, cuyos propietarios o administradores hacían parte de la mención diaria comunitaria por los hechos o sucesos que en los lugares se desarrollaron, y que en muchos de ellos marcaron parte de la historia que se ha ido formando en el poblado a lo largo de los años.
